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El biólogo que apuesta por dejar que el cuerpo sea nuestro cerebro: “Somos algo ineptos sensorialmente”

Estanislao Bachrach (Buenos Aires, 1971) es doctor en biología molecular por la UBA y la Universidad de Montpellier y puede presumir en su currículo de haber investigado y dado clase en Harvard durante cinco años. Allí, incluso le nominaron al Joseph R. Levenson Memorial Teaching Prize, que distingue cada curso al mejor profesor de la universidad. 

Además de su labor científica y docente, que se extiende mucho más allá de lo que aquí podemos resumir, Estanislao es divulgador o, como a él mismo le gusta decir, “traductor de ciencia para la gente”. Eso ha hecho en todos y cada uno de los libros que ha publicado a excepción de una novela (‘Random’, también íntimamente relacionada con la ciencia). Antes miraba desde el cerebro, su especialidad como científico, hacia el cuerpo. Ahora, con ‘Zensorialmente’ (VR Europa), propone dar la vuelta al paradigma y dejar que el cuerpo sea nuestro cerebro.

Lo hace prestando atención a los sentidos. A los que todo el mundo conoce o podría tener en la cabeza y a los que no tanto. Los sentidos internos, que tienen que ver con la respiración, la temperatura, la tensión… Un viaje para conocer toda la información que se ofrece de cuello hacia abajo para que se interprete de cuello hacia arriba.

Cada vez que haces promoción de alguno de tus libros mencionas que cada uno de ellos ha representado un momento de quiebre en tu vida. ¿Cuánto te ha quebrado ‘Zensorialmente’?

Este último libro surge en plena pandemia. En Argentina la cuarentena fue muy, muy larga. No podíamos salir salvo para ir al supermercado o a la farmacia. En ese momento vivía en un apartamento pequeño y yo soy una persona muy activa, viajo mucho, doy clases y paso mucho tiempo con gente. De repente, me encontré encerrado.

No recuerdo bien cuál fue la chispa que me hizo darme cuenta de que "tengo un cuerpo". Hasta entonces había estado muy centrado en el cerebro, escribiendo sobre él. Siendo biólogo, sabía que en el cuerpo también hay neuronas, y este encierro despertó en mí la idea de investigar qué sabe la ciencia sobre esas neuronas que están en el cuerpo, la información que el cuerpo manda al cerebro de forma constante y cómo podemos usar eso. Así que el quiebre fue pasar de una vida activa y con mucho contacto social a un encierro sin una fecha clara de fin en mi país.

Tras décadas estudiando el cerebro, ahora te estás enfocando en el cuerpo y en la información que ofrece al cerebro. ¿Te resulta frustrante?

No, al contrario. Justo en la tapa del libro dice “Deja que tu cuerpo sea tu cerebro”. Quiero quitar protagonismo al cerebro y mostrar a la gente que, de cuello para abajo, también hay un sistema complejo: el cuerpo tiene neuronas en todos sus tejidos y órganos, y alberga mucha información. El libro plantea, más bien, qué información viaja de abajo hacia arriba y para qué sirve. No es frustrante, es como darse cuenta de que hay una posibilidad de bienestar más allá de las decisiones racionales, del contexto, de tu pareja, tus hijos, el lugar donde vives, tu salario… Siempre hay algo pequeño que puedes hacer para vivir mejor, quejarte menos, culpar menos a otros y querer tener la razón menos.

Son engaños que el cerebro nos hace para creer que estamos bien. En realidad, estar bien tiene mucho que ver con cómo se siente el cuerpo.

Siempre hay algo pequeño que puedes hacer para vivir mejor, quejarte menos, culpar menos a otros y querer tener la razón menos

¿Cuánto crees que la sociedad actual necesita guiarse más por el cuerpo que por el cerebro?

Mucho, siempre. Incluso en las decisiones racionales, hay un componente que viene del cuerpo, aunque sea inconsciente. La idea es traer lo inconsciente a lo consciente y empezar a ser conscientes de esto. La ciencia ha descubierto que, cuando las áreas del cerebro que perciben lo que sucede en el cuerpo están dañadas, tomamos peores decisiones.

No se trata de ser cool y de promocionar el bienestar, sino de entender que las decisiones están integradas. Las inteligencias no funcionan de forma aislada.

¿Es posible ser muy inteligente pero un inepto sensorialmente?

Claro que sí. Creo que todos somos algo ineptos sensorialmente, a menos que aparezca el talento. La ciencia define el talento como aquello que no se puede explicar; hay gente que simplemente siente y no sabemos cómo lo hace. El libro plantea que, al igual que uno aprende matemáticas o a tocar el piano, también puede aprender a sentir su cuerpo.

En ese viaje propongo una guía basada en evidencia científica para entender para qué sirve eso. Para ser menos reactivo, tomar mejores decisiones, sentirse mejor… Es curioso, porque tu vida sigue igual, con los mismos problemas, la misma familia, el mismo contexto del país y del trabajo, pero te sientes mejor. ¿Qué cambió? La inteligencia corporal ayuda a la otra inteligencia a estar más cool, no correr tanto, darte cuenta de que casi nada es realmente urgente.

Esto es algo que practico con mis estudiantes en la universidad, y a veces choca con la cultura: yo estoy más tranquilo, pero mi pareja no; yo estoy más sereno, pero mi jefe no. 

Sobre todo para la gente mayor de 50 años es clave decirles: "Tranquilo, sí se puede. No depende tanto de tener cosas, sino de sentir cosas".

No se trata de ser cool y de promocionar el bienestar, sino de entender que las decisiones están integradas. Las inteligencias no funcionan de forma aislada

¿Es complicado hacer entender a la gente lo importante que es sentir?

Es una gran pregunta, realmente. Y yo trato de convencerlos de la manera más potente posible: diciéndoles que no me hagan caso a lo que escribo. Mi experiencia personal es que, hace tres años, yo no era la misma persona, y lo único que cambió fue aprender a sentir mi cuerpo. No cambié 180 grados, quizá tres o cuatro grados, pero eso es muchísimo. 

Te doy un ejemplo. Ahora vivo en las afueras de Buenos Aires y doy clases en la universidad. Sin tráfico, llego en 20 minutos; con tráfico, en una hora. Antes me estresaba el ruido, los autos, la violencia. Ahora voy tranquilo. Son pequeños cambios: antes, en conflictos con socios o jefes, siempre quería tener la razón; ahora pienso que no hace falta tener la razón todo el tiempo. A veces es mejor ser feliz.

No hace falta tener la razón todo el tiempo. A veces es mejor ser feliz

Trabajo con deportistas de alto rendimiento, quienes no tienen ninguna duda de que sentir es clave para competir. Esto me sirve para transmitir la importancia de sentir al otro público, que suele ser gente de empresa que a veces no ve para qué sirve esto.

No tengo la necesidad de convencer a nadie. Muestro mis herramientas y el que quiere, participa. Pero guardo en una carpeta los correos de personas que me dicen: “Tres meses haciendo esto, y estoy más tranquilo, me siento más seguro, o ha cambiado mi relación con mi pareja”. Son pequeñas cosas, pero hacen una gran diferencia.

¿Cómo crees que la percepción sensorial evoluciona con la edad? ¿Nos volvemos más inteligentes sensorialmente o nos atrofiamos?

Creo que, si uno no hace nada, se atrofia, como ocurre con cualquier habilidad. Pero hay estudios que demuestran que personas de 90 años pueden seguir aprendiendo, así que la edad no es una excusa. Lo que suele pasar a los 40, 50, 60 o 70 años es que muchos se convencen de que "ya no pueden" o eligen prioridades más materiales, como un auto nuevo o un viaje, en lugar de meditar o hacer actividad física.

A los 40, 50, 60 o 70 años es que muchos se convencen de que ya no pueden o eligen prioridades más materiales, como un auto nuevo o un viaje, en lugar de meditar o hacer actividad física

¿Qué sentido recomendarías cultivar para mejorar nuestra percepción a medida que envejecemos, sobre todo cuando la memoria y la claridad mental suelen disminuir?

Sin duda, el sentido interno, los llamados interoceptores. Cambiar la forma de respirar, entender los estados de energía, practicar la meditación; son herramientas gratuitas que pueden practicarse en cualquier momento y tienen un impacto real en el cerebro y el cuerpo, incluso después de pocas semanas. Estas prácticas nos hacen más sensibles a lo que ocurre en nosotros.

¿Cuál es el sentido más difícil de dominar?

Depende de cada persona. Hay quienes destacan en propiocepción o equilibrio, otros en agudeza visual o auditiva, y algunos necesitan el tacto para comprender mejor. No es algo estandarizable. La propuesta del libro es que cualquiera puede mejorar en esto, sin excusas, siempre y cuando no haya una patología que lo impida.

En el libro propones ejercicios prácticos. ¿La gente logra notar cambios al realizarlos? ¿Se puede autoevaluar?

Sí, sin duda. Este libro es producto de mi trabajo con 240 alumnos al año, de entre 28 y 55 años. Aunque el 80% no realiza los ejercicios y yo lo sé, el 20% que sí los hace nota grandes cambios en las relaciones con sus parejas, jefes, y una nueva percepción en general. Se les nota incluso en la cara. 

Cuando uno cambia, surgen riesgos; el temor de que otros no acepten la versión actual de uno, o de ya no desear las mismas cosas. Pero siempre vale la pena, aunque el proceso pueda revelar cosas dolorosas sobre uno mismo.

Cambiar la forma de respirar, entender los estados de energía o practicar la meditación son herramientas gratuitas que pueden practicarse en cualquier momento y tienen un impacto real en el cerebro y el cuerpo

¿Qué sentido crees que la mayoría de las personas subestima?

Vuelvo a los sentidos internos. La información de la respiración, los estados de energía, y, más recientemente, la importancia del intestino, que tiene 100 millones de neuronas y funciona casi como un segundo cerebro. Aprender a escuchar esas sutilezas permite regular nuestros estados físicos y emocionales. Son ajustes sutiles que hacen grandes diferencias.

En esta época digital en la que vivimos, mirar hacia dentro de uno mismo, hacia lo que sientes o experimentas, parece aún más complicado, ¿no?

Sí, claro. Hay mucho estímulo y estos estímulos, en general, producen placer inmediato, aunque no se sostenga en el tiempo. Ahora, es hacia eso a lo que estamos empujados. Así que se requiere mucho más esfuerzo y disciplina personal para soltar los estímulos y mirar hacia adentro. Sin embargo, noto un cambio en mis alumnos; hace 15 años, los jóvenes entendían menos esta idea. Hoy, ellos ven el mirar hacia adentro como una posible solución para mayor bienestar. Requiere disciplina y práctica, como tocar bien el piano, pero creo que es posible encontrar un equilibrio entre esto y el uso de la tecnología, incluso con la inteligencia artificial tan presente.

¿Qué técnica o ejercicio recomendarías para practicar todos los días, sin importar la situación de cada persona? ¿Algo que, si dedicaran unos minutos a diario, pudiera realmente ayudarles?

Sin duda, la respiración nasal: inhalar por la nariz en 5.5 segundos y exhalar también por la nariz en 5.5 segundos, durante 10 o 15 minutos al día. El impacto en la energía diaria es enorme. Respirar así, lento y profundo, permite un intercambio mucho más eficiente de oxígeno y dióxido de carbono en los pulmones, en lugar de la respiración rápida y superficial que solemos tener. Hoy en día, la tecnología permite observar cómo se realiza este intercambio, y después de un par de semanas practicándolo, notas menos cansancio y más energía.

¿Crees que, solo con este ejercicio de respiración, una persona podría realmente cambiar su vida?

Claro. Sin lugar a dudas. Con más energía, tomas mejores decisiones, tienes mejor humor y tratas a las personas de otra manera. Con más energía, la vida cambia.

Esto implica también concentrarse, ser capaz de parar 15 minutos sin estar pendiente del móvil, abstraerse... No sé si lo llamaría meditar, pero sí concentrarse en uno mismo.

Por supuesto. Aunque la meditación es distinta, porque requiere mayor atención. Pero, en cambio, con la respiración puedes hacerlo mientras me escuchas o mientras caminas. No hay excusas: puedes ir caminando o subir en un ascensor y cambiar la respiración. Para meditar, sin embargo, necesitas un espacio sin móviles, sin ruido, pero la respiración se puede practicar en cualquier lugar.

¿Te molesta que coloquen un libro como el tuyo en la sección de autoayuda?

No, para nada. No me molesta la categoría ni el título. No escribo para que a la gente le guste o para que lo coloquen en cierto lugar; escribo para mí, y si a alguien le sirve, está genial. No me molesta que sea autoayuda, porque realmente es autoayuda con base científica.

Muchos libros de autoayuda no tienen ese respaldo científico. En los tuyos buscas ofrecer una traducción de lo que dice la ciencia para la gente.

Sí, ese es mi trabajo y mi pasión: traducir la ciencia. Si a la gente le gusta, genial; si no, no pasa nada. Pero no me molesta que sea autoayuda, porque realmente ayuda.

En una sociedad como la actual, con conflictos y una polarización intensa, ¿crees que, si todos miráramos un poco más hacia dentro, cambiaría la sociedad?

No tengo ninguna duda. Pero esto debería trabajarse desde la educación, desde el primer grado hasta el final de la secundaria. No sucederá en el mundo adulto; es algo que requiere educar a los niños para que comprendan que conocerse, escucharse, y percibir su propia energía y respiración son herramientas clave para vivir con más bienestar y menos reactividad. Cuando eso ocurra, la sociedad cambiará, aunque ni tú ni yo lo veamos.

Es un déficit claro en la educación actual, que siempre va 30 o 40 años detrás de la ciencia. Pero ya encuentras maestros y directivos en la educación pública interesados en integrar esto poco a poco, aunque para incluir algo nuevo en el currículo, a veces hay que dejar fuera otra cosa. Ahí surgen quejas de los padres: si el niño respira en lugar de hacer matemáticas, por ejemplo. Entonces, trabajar con los niños es sencillo, pero trabajar con los padres es lo complicado. Hasta que los padres comprendan que estas herramientas impactarán en el bienestar de sus hijos, el cambio será lento, pero sucederá.