Hasta aquí hemos llegado. La ciencia es clara en señalar que por mucho que nos cuidemos, por mucho que ejercitemos nuestro cuerpo, por muchos antioxidantes que nos metamos entre pecho y espalda, no solo no viviremos para siempre, sino que no viviremos más de lo que ya vivimos. Y más allá proyecciones optimistas, las personas alcanzaremos en promedio una edad de 80 años hasta el fin de los tiempos. Y eso, sin duda, es una buena noticia.
Según un reportaje de The New York Times, es improbable que nadie saque del podio a la humana más longeva de la que se tiene conocimiento: la francesa Jeanne Calment que vivió hasta los 122 años. Y aunque, según el medio norteamericano, "algunos científicos proyectaron que el aumento de la esperanza de vida se mantendría a medida que se descubrieran mejores tratamientos y medidas de prevención para el cáncer, las enfermedades cardíacas y otras causas comunes de muerte e incluso un famoso demógrafo, James Vaupel, sostuvo que la mayoría de los niños nacidos en el siglo XXI vivirían hasta los 100 años ", todo parece indicar que no será así. Y que los centenarios seguirán siendo una minoría.
El artículo del NYT está corroborado por un estudio de Nature Aging publicado hace unos días en el que se recogen y analizan datos sobre la esperanza de vida recolectados entre 1990 y 2019 en lugares con altas tasas de longevidad. Esto incluye países como Australia, Francia, Italia, Hong Kong, Japón, Corea del Sur, Suecia, Suiza y sí, España. Al parecer, los investigadores descubrieron que, aunque la esperanza de vida promedio aumentó durante ese período en todos los lugares -como se sabe los adelantos científicos combinados con el estado de bienestar son imbatibles para asegurar una vida más larga-, el ritmo al que aumentó lleva ya tiempo desacelerándose.
Según un reportaje de The Guardian, un estudio conducido por el Dr. Saul Newman, "concluyó que altas concentraciones de personas supuestamente extremadamente mayores ocurrían, de manera inverosímil, en lugares con las tasas más altas de pobreza (un predictor de la peor salud) y sin certificados de nacimiento. En los EE. UU., el número de supercentenarios disminuyó entre un 69% y un 82%, según el estado, cuando se introdujeron los certificados de nacimiento". Por si fuera poco, señala el reportaje, "en 2010, más de 230.000 centenarios japoneses resultaron estar desaparecidos, ser imaginarios, errores administrativos o estar muertos; en Grecia, el 72% de los centenarios declarados en el censo de 2012 se descubrió que estaban muertos (“o, según su perspectiva, cometiendo fraude de pensiones”)". Las denominadas, zonas azules, no lo serían tanto según esta nueva perspectiva.
"Nuestro análisis también reveló que la resistencia a las mejoras en la esperanza de vida aumentó -dice el abstracto del estudio liderado por el Dr. Jay Olshansky, de la Universidad de Illinois en Chicago-, mientras que la desigualdad en la esperanza de vida disminuyó y se produjo una compresión de la mortalidad. Nuestro análisis sugiere que es poco probable que la supervivencia hasta los 100 años supere el 15% para las mujeres y el 5% para los hombres, lo que en conjunto sugiere que, a menos que los procesos de envejecimiento biológico puedan desacelerarse notablemente, la prolongación radical de la vida humana es improbable en este siglo".
Según le dijo el propio el Dr. Olshansky al NYT, lo único que podría alargar radicalmente la expectativa de vida es que los científicos desarrollen una intervención para retardar el proceso de envejecimiento -es decir, lo que llama las funciones en declive de los propios órganos- algo sobre lo que está dispuesto a mostrarse “optimista”.
Pero incluso si fuera así, los tratamientos antienvejecimiento -no hablamos de tomar de té verde o maca cada día-, sino de aquellos a los que se someten las personas de enormes recursos económicos, serían privilegio de una élite y no bastarían para alterar el calendario de vida del común de los, nunca mejor dicho, mortales. Eso, sumado al desastre climático que estamos causando en el mundo, hace que la perspectiva de 'vivir para siempre' resulte poco atractiva.
"Incluso desde una perspectiva puramente egoísta -se pregunta certeramente la columnista Emma Bedington en el medio británico- ¿Por qué querrías vivir hasta los 120 años confinado en los aposentos de servicio del complejo de búnkeres de un multimillonario, explicando a tu bisnieto sobreviviente qué era un pájaro mientras compartes la ración familiar de gachas de gusanos? Y si eres el multimillonario en cuestión, ¿Qué atractivo tiene vivir para siempre en un planeta moribundo? ¿Qué tal si haces algo al respecto, en lugar de intentar convertirte en una rata topo desnuda ( extrañamente longeva )?".