A casi todos los padres les ha pasado. Intentan cuidar y educar a sus hijos de la misma manera, con el mismo tipo de formación académica, mismas costumbres y mismos hábitos familiares. Sin embargo, unos son capaces de llegar a objetivos ambiciosos, desplegando una enorme fuerza de voluntad, y otros son mucho menos voluntariosos. ¿A qué se debe? Indudablemente, la personalidad, con todos los condicionantes externos, tiene algo que decir, pero también hay una parte que viene dada en la propia estructura cerebral. ¿La buena noticia? No todo está predeterminado: la voluntad también puede trabajarse, pero hay que saber cómo.
¿Qué factores subyacen en la decisión de una persona que dedica varios años al estudio de una carrera universitaria? ¿Por qué algunas personas persisten con éxito en la realización de un objetivo mientras que otras no lo logran? Aunque existen muchas causas detrás de estas circunstancias, todas estas situaciones aluden a decisiones que implican esfuerzo y voluntad; la pregunta es si existe una base biológica que pueda explicar este comportamiento tan complejo y abstracto.
Un grupo de investigadores de la Universidad de Stanford acaba de publicar un trabajo en la revista Neuron en el que identifican la zona del cerebro donde la voluntad se gesta. Se trata de la corteza cingulada anterior. Ubicada aproximadamente 5 centímetros detrás de la nariz es la responsable o la que induce en nosotros la fuerte voluntad de perseverar frente a los obstáculos que se nos presentan.
Otros trabajos previos han identificado la corteza cingulada anterior como la zona que se involucra cuando hay cambios de comportamiento o cuando necesitamos saber qué estrategias seguir para lograr un objetivo específico. Puede decirse que es el órgano lo logra monitorizar qué consecuencias pueden acarrear determinados comportamientos o estrategias.
Como anticipábamos, la buena noticia es que, como el resto del cerebro, es plástico; es decir, reacciona ante estímulos. De hecho, como explican los doctores Andrew Huberman y David Goggins, esta corteza cingulada anterior crece cuando realizamos actividades que no nos atraen, como las dietas o el ejercicio intenso. En personas obesas, según han comprobado algunos experimentos de neurociencia, esta área es más pequeña: sin embargo, aumenta de tamaño cuando se hace una restricción calórica
El ejemplo más claro está en los deportistas de alto nivel. Los atletas tienen esta área del cerebro más grande porque enfrentan y superan desafíos físicos constantemente. Las personas capaces de superar obstáculos también esta área cerebral más grande que el resto de congéneres.
La última sorpresa de la corteza cingulada está relacionada con la longevidad. Las personas que viven mucho tiempo mantienen el tamaño de esta área algo más grande de lo habitual. Esto sugiere una relación entre la resiliencia, la capacidad para enfrentar desafíos y la longevidad. Los científicos empiezan a ver en la corteza cingulada como el centro de la fuerza de voluntad y la capacidad de superación.
Por tanto, integrar en nuestra rutina aquello menos apetecible puede tener buenas consecuencias para la salud. Sobre ese concepto nace el sisu, la filosofía de vida que ha llevado a Finlandia a ser el país más feliz del mundo. El concepto de sisu se remonta a más de 500 años y se vincula a importantes victorias en tiempos de guerra y a increíbles hazañas deportivas. El sisu se vincula con el estoicismo como una manera de abrazar los desafíos de la vida incluso cuando parecen insuperables.