Lo que nunca debes decirle a tu hijo adolescente (por muy harto que estés)

Uno de los conflictos más habituales en las familias con hijos adolescentes es cómo se gestiona el tiempo. Mientras que para los adultos la procrastinación no es lo habitual, entre los más jóvenes la distancia entre lo que hay que hacer y cuándo se hace puede ser enorme.

El hecho de que el tiempo sea corto para unos y elástico para otros ocasiona numerosos problemas de convivencia. Los padres se debaten entre hacer aquello encomendado a los hijos para no prolongar una situación que no es la ideal o dejar que sean ellos los que lleven la iniciativa. Mientras se decide cómo actuar, ocurre algo casi inevitable: la tormenta estalla en forma de ira.

Intenciones y realidades

La profesora y escritora Diana Al Azem es consciente de este problema. En su cuenta de Instagram adolescencia_positiva desgrana este conflicto empezando por los padres.

Como explica la divulgadora, la intención de los progenitores no es avivar un conflicto, sino encontrar una solución. Pero en el camino, la amígdala, ese minúsculo órgano cerebral superviviente del cerebro más primitivo nos juega una mala pasada y termina 'secuestrándonos'. Eñ resultado es que terminamos diciendo lo que hay que decir, pero no cómo hay que decirlo.

Matiz de importancia

En este caso, lo importante no es sólo lo que queremos expresar, sino la manera de hacerlo. Construir la confianza con los adolescentes es algo que se hace día a día. Se trata de una relación de naturaleza frágil, que puede romperse por una frase desafortunada. Al Azem se refiere a varias en concreto: "Me tienes harta, no has hecho nada de lo que te pedí. Eres un desastre".

Estas, según explica la experta, son solo algunas de las frases que no deberíamos decir a los hijos. "Existen otras maneras de comunicar y me parece importante ser más conscientes de cómo les hablamos para ser su modelo de respeto y asertividad", afirma la divulgadora en redes.

Persona y problema

Como explica Al Azem, la mejor manera de expresar la disconformidad es separar a la persona del problema. Nuestro hijo no es conflictivo, está pasando por una fase que le hace gestionar el tiempo de manera distinta. Si nos comunicamos con él desde la empatía y el respeto, la relación de confianza que tanto nos ha costado. ¿Cómo sería la manera más eficaz de hacerlo? De una manera mucho más asertiva y abierta, por ejemplo: "Estoy muy enfadada porque no has hecho lo que habíamos acordado. ¿Podemos hablar para solucionar el problema?".

De otra manera, cuando somos un volcán emocional, nuestro hijo se sentirá profundamente herido, incomprendido, juzgado y solo. Lo único que conseguiremos, según Al Azem, es que se quiebre la conexión que quizá haya logramos construir en etapas anteriores.