“Tengo más de 50 años y me gano la vida con el ajedrez”
Las nuevas tecnologías han hecho posible que veteranos ajedrecistas conviertan su gran pasión su principal, si no única, fuente de ingresos
“No estoy en el nivel de plantearme el irme a Andorra —bromea Luis Fernández Siles, ‘Luisón’ (51), creador de contenidos ‘on line’—, pero es un trabajo del que se puede vivir bien”
“Gracias a Internet, ahora, desde Burgos, estoy dando clases a un niño de Madrid, otro de Barcelona, otro de Bélgica, otro de América Latina…”, nos cuenta el maestro Fermín González (54)
Prácticamente todas las noches, seis veces por semana, Luis Fernández Siles (51) se asoma a su canal de Twitch (@ajedrez) disfrazado de motero, payaso, chef o viejo lobo de mar y da lecciones de ajedrez a una audiencia de 41.000 personas cada una de las cuales ha pagado 4,49 euros al mes para verlo. Sus seguidores, y en general todos los aficionados al juego de los peones y los alfiles —pues está también presente en otras plataformas, como YouTube, donde tiene 350.000 suscriptores, o TikTok (@capakhine), con 302.000 fans—, le conocen como Maestro Luisón. Este granadino no vive de otra cosa más que de su gran pasión; algo que, como vamos a ver, es perfectamente posible. Lo demuestra que su caso no es único.
Como tantos otros ajedrecistas, Luisón descubrió esta disciplina en el colegio. “En la EGB —recuerda— tenía un profesor de inglés que era aficionado al ajedrez y organizaba el campeonato escolar”. Luis ya tenía algunas nociones, aprendidas de sus hermanos mayores. Como estos no le dejaban jugar contra ellos, debía contentarse con cultivarse a través de la observación.
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“Eso hacía que tuviera más interés”, explica. En el colegio, gracias a ese profesor, pudo empezar a competir. “Me aficioné con otros dos compañeros, hasta el punto que quedábamos para jugar en casa de uno o otro, y así íbamos progresando”, dice. “Uno de ellos tenía un libro de ajedrez y ahí aprendimos el concepto de oposición de rey y peón contra rey. Cuando pasamos al instituto nos federamos y empezamos a jugar en un club”.
La inquietud propia de niños y adolescentes parece que choca con la seriedad y quietud del ajedrez, que se disputa sentado y en silencio. Eso es precisamente lo que le atrajo a Luisón de esta actividad. “Precisamente por esas características hace que conquiste a pequeños y mayores que son muy inquietos”, afirma. “No están acostumbrados a estar sentados y disfrutar de algo. Y cuando obtienen esa sensación, se sienten fascinados. En mi caso fue un poco así”.
“Aparte, el ajedrez es algo muy divertido”, añade. “No hay que olvidar que esa es la base. Tiene muchos beneficios para los niños, para su rendimiento escolar, su memoria, la toma de decisiones, ayuda a la comprensión lectora…, pero a fin de cuentas es divertido. Aunque habrá quien lo encuentre aburrido, igual que hay a quien le parece aburrido el golf o el fútbol”.
¿Y qué es lo que lo hace divertido? “Es un juego en el que tú tienes toda la responsabilidad”, explica. “En las actividades en equipo, la responsabilidad y el mérito se reparten. El ajedrez tiene esa doble cara: cuando ganas sabes que a sido tu mérito y cuando pierdes, que ha sido tu culpa. No hay excusas, como en otras disciplinas.
En el tenis, también individual, pueden influir la climatología, el que te duela la rodilla… En ajedrez concurren menos factores. A la gente a la que le gusta asumir responsabilidades eso les deleita”. También apasiona por su enormidad. “Siempre se puede innovar, en las aperturas puedes hacer cosas nuevas… ¡Hay un legado tan grande del que puedes aprender! De pocas cosas se han escrito tantos libros como del ajedrez. Es realmente apasionante”.
De actor de teatro y mago a maestro de ajedrez
Luisón nunca ha tenido un trabajo, digamos, de oficina. En su juventud se dedicó profesionalmente al teatro y la magia, “al mundo de la farándula”. Mientras, nunca abandonó su querencia por el ajedrez. “Entonces llegó un momento en que empezaron a llamarme para impartir clases. Cada vez venían más y me vi dedicándome a dar clases de ajedrez durante mucho tiempo. Se convirtió en mi trabajo. Había dejado el teatro, que me ilusionaba menos”.
Las primeras clases eran presenciales, pero enseguida Internet amplió sus horizontes. “Ahí fue cuando empecé a dar los primeros pasos en la dirección de lo que hago ahora”, recuerda. “Me dio por grabar algunos vídeos y subirlos a YouTube, porque me apetecía. Me llegaban mensajes de gente que se suscribía, aunque no hacía mucho caso. Pero el canal fue creciendo”.
Durante un campeonato del mundo se le ocurrió hacer algo diferente: unas crónicas irreverentes en vídeo. “Comentaba la partida pero lo mezclaba con humor. Comencé a darle un toque creativo”, dice. La llamada de Chess.com, el mayor portal online de ajedrez, supuso un punto de inflexión. “Necesitaban crear contenidos en español. Me encargué de su canal de YouTube, empecé a grabar vídeos, a escribir artículos…, a crear contenido. En poco tiempo me convertí en director de idioma español de Chess.com, y así estuve unos cuatro años”.
“Es un trabajo del que se puede vivir bien”
Pensó que si podía hacerlo para esa plataforma, podía hacerlo para sí mismo. “Me di cuenta de que me apetecía trabajar de un modo más independiente, aunque sigo colaborando con ellos. El cuerpo me pedía un cambio”, expone. Se introdujo en Twitch y TikTok, plataforma esta última a la que se adhirió como un reto. “Cuando la descubrí, me pareció claramente dirigida a un público muy joven. Ya no soy jovencito, pero me encanta saber que mis contenidos llegan a gente joven”. Ahora está preparando un libro.
El hecho de trabajar por su cuenta le permite organizar con flexibilidad su jornada. “Tengo un niño de seis años y puedo dedicarle más tiempo”, señala. Y con todo lo que hace, vive holgadamente. “No estoy en el nivel de plantearme el irme a Andorra —bromea—, pero es un trabajo del que se puede vivir bien. Hay mucha gente que empieza y quiere dedicarse a esto. Pero yo, cuando di el paso, fue porque en realidad ya sabía que era posible, porque contaba con muchísimos seguidores. No era un riesgo. Aparte, siempre tendré un plan B: recibo varios mensajes al día preguntándome por clases de ajedrez. Si algo falla, o me canso de hacer vídeos, siempre puedo volver a las clases”.
Clases particulares a alumnos de todo el mundo
Cuando se le pregunta a Fermín González (54) si podría vivir solo del ajedrez, responde: “En teoría sí, pero es un eterno dilema”. Se refiere a que tiene otra ocupación (trabaja de coordinador de seguridad en un hospital) y, sin embargo, obtiene similares ingresos con las clases particulares de su academia de ajedrez on line (Maestro de Ajedrez), aun esta faceta la desarrolla “sin forzar mucho la máquina”…, porque el empleo en el hospital no le deja tiempo para más.
Si se volcara con la actividad ajedrecísitica, supone que aumentarían sus ganancias. “Pero las circunstancias de la vida van cambiando: no es lo mismo dedicarte al ajedrez de joven que cuando tienes familia; es una decisión que no solo depende de ti. El dejar tu trabajo estable y dedicarte solo a eso se puede…, pero hay que pensárselo mucho”.
Fermín es barcelonés, aunque reside en Burgos. También se enganchó al ajedrez en el colegio. “Estaba en sexto de EGB”, nos cuenta. “Tenía diez u once años. Vino un profesor a dar clases de ajedrez; me apunté un poco por curiosidad, porque hasta ese momento jugaba con mi hermana, a nuestra manera. Descubrí cosas que no sabía, y el ajedrez me despertó la curiosidad. Necesitaba comprenderlo, aprender y mejorar. Vi que se me daba bien…, y hasta hoy”.
Exjugador profesional metido a profesor
Destaca de este juego que “desarrolla la competitividad. En el ajedrez nadie quiere perder, y eso hace que se convierta en una pasión. Has de tomar una serie de decisiones en un corto periodo de tiempo, lo que ayuda en otros ámbitos de la vida”. Y se puso a competir. Hubo un momento en que se dedicó profesionalmente al ajedrez. “Fui campeón juvenil de Cataluña y ahí empecé a competir a nivel profesional. Me pagaban por jugar en un club, por entrenar… Cuando alcanzas cierto nivel, te aseguras una cantidad por ir a disputar un campeonato”, revela.
En 1997 estuvo a una partida de ganar el campeonato de España absoluto. “Luego empezaron a llegar jugadores de la Europa del Este y ya era más difícil. En sus países tenían problemas económicos, venían aquí y ganaban casi sin despeinarse. Entonces tuve que dejarlo de forma profesional”.
Decidió empezar a impartir clases presenciales, a particulares y en instituciones (en la ONCE fue profesor de un futuro campeón de España de ajedrez para invidentes). Su salto a las nuevas tecnologías llegó de la mano de la colaboración con una empresa estadounidense que producía DVDs. En ese formato Fermín difundía sus conocimientos y explicaba jugadas. “Después de un tiempo me dije: ¿por qué no lo hago yo directamente? Y abrí mi academia on line”.
Internet ha roto muchas barreras, entre ellas las del conocimiento y las geográficas. “Hoy es muy fácil aprender”, dice. “Yo lo hice estudiando libros en blanco y negro y ahora estoy dando clases a un niño de Madrid, otro de Barcelona, otro de Bélgica, otro de América Latina… A través de la academia on line puedes llegar a gente de todo el mundo. Pese a la distancia, la Red permite jugar como si tuvieras a la otra persona enfrente en el salón de casa”.
Generalmente imparte una clase semanal a cada alumno. También se le puede contratar para jugar contra él. “Actualmente tengo unos veinte alumnos, pero porque no puedo atender a más. Como lo hago yo todo…”. Las posibilidades de los entornos digitales, el auge del ajedrez gracias a la serie ‘Gambito de dama’, la obligación de pasar más tiempo en casa durante el confinamiento por Covid le han dado nueva vida al ajedrez… y a algunos de sus maestros.