2 de septiembre de 1994 en Burdeos. Hacía poco más de un mes que Miguel Indurain había ganado su cuarto Tour de Francia con una aplastante superioridad. Pero en vez de disfrutar de los oropeles del éxito o de preparar el Mundial de fondo de carretera que siempre se le resistiría, el navarro y su equipo de colaboradores más cercanos se habían embarcado en una aventura incierta: batir el récord de la hora de 52,713 kilómetros que el escocés Graham Obree había registrado cinco meses antes con la revolucionaria postura de 'huevo'. Un documental de Movistar desgrana los preparativos y curiosidades del enorme desafío que asumió el gran campeón español.
Eran tiempos de esplendor mediático para esta prueba de esfuerzo agónico consistente en dar vueltas a un velódromo durante una hora. La marca que estableció Francesco Moser en 1984 llevaba vigente nueve años hasta que el propio Obree la batió en 1993 con una bicicleta construida por él mismo. Una semana después el británico Chris Boardman le arrebataba el récord, pero el escocés lo recuperaría en abril de 1994.
En esas llegó Indurain, cuya experiencia en velódromo se reducía a diez horas en toda su carrera. Iba a tener solo 19 días para preparar un objetivo al que sus predecesores habían dedicado meses. Debía adaptarse en un tiempo récord a un entorno poco adecuado a su fisiología, de una resistencia aerodinámica tremenda que le impedía permanecer mucho tiempo agachado sobre la bici, a materiales diferentes y a un tipo de esfuerzo muy distinto al de la carretera. A su favor tenía su poderío físico, capaz de desarrollar una potencia máxima de 573 vatios, y el arma secreta que le construyó Pinarello: 'La Espada'.
El icónico prototipo era un monocasco de carbono, de geometría revolucionaria, que pesaba 7,28 kilos, y en el que se montó un desarrollo de 59 de plato y 14 de piñón. “Ha sido una de las bicis más bonitas de la historia, era única diferente”, dice Fausto Pinarello, constructor de 'La Espada', en el documental. “El peso no era importante, una vez Miguel la lanzaba la segunda vuelta...volaba”.
La adaptación, como era de esperar, no fue sencilla. Miguel no podía con la horquilla angular. "Cada vez que voy a una curva, me tira el hombro que está durísimo”", decía entonces. Además, si se inclinaba demasiado, los muslos pegaban con las costillas, con lo que no podía sostener su postura más aerodinámica durante mucho tiempo.
Induráin hizo tres test antes de afrontar la prueba definitiva. En uno de ellos rodó a 54,2 km/h, pero no era una media sostenible durante una hora. “Se decidió echar para abajo, 53 kilómetros era una marca razonable”, explica Íñigo Mujika, fisiólogo vasco que colaboró en el asalto al récord. Y así fue. Pese a todos los obstáculos, Indurain batió el récord de Obree y lo dejó en 53,040 kilómetros. Una gesta que se celebró con júbilo pero que no duraría mucho.
Apenas mes y medio después el suizo Tony Rominger, que ese año había abandonado en el Tour incapaz de sostener el pulso con Miguel, pulverizaba la marca en el mismo escenario de Burdeos, no una sino dos veces. Al contrario que Indurain, su fisiología se adaptaba como un guante a las exigencias aerodinámicas del velódromo, lo que le permitió dejar el récord en 55,291.
Indurain trató de recuperarlo un año después, justo tras el Mundial de Colombia de 1995. Un intento claramente precipitado, sin la mentalización ni el trabajo adecuado y sin las mínimas condiciones necesarias para tener éxito en la misión. Para empezar, Miguel llegaba a la cita agotado psicológicamente después de haber ganado su quinto Tour y haber preparado durante un mes el durísimo Mundial de Duitama en el que acababa de lograr la medalla de oro de contrarreloj y la plata de ruta, por detrás de Abraham Olano.
El velódromo Juan Carlos Galán de Bogotá tampoco era el escenario más propicio. Con una humedad del 90% y al aire libre, lo que obligaba a madrugar mucho para que no se levantase el viento. Miguel nunca se encontró a gusto en esas condiciones, ni tampoco dispuso apenas de tiempo para adaptarse. El intento se produjo solo una semana después del Mundial para intentar aprovechar su buena forma y con una nueva versión de 'La Espada', pero fue en vano. La tentativa duró 31 minutos y 17 segundos. Indurain se paró cuando vio que no podía con los parciales de Rominger. Iba camino de hacer kilómetro y medio menos que el helvético.
Trataron de convencerle de que hiciera otro intento, pero Miguel dijo 'basta'. Quería irse a casa. Una campaña que había sido triunfal terminó con un sabor amargo y algo se rompería para siempre entre Indurain y sus directores de toda la vida, Eusebio Unzúe y José Miguel Echavarri. Poco más de un año después el campeón navarro se retiraba del ciclismo profesional, tras fracasar en su tentativa de conquistar el sexto Tour y haber sido forzado por su equipo a tomar la salida en la Vuelta a España 96.
Años después la UCI anularía todos los récords de la hora posteriores al de Eddy Merckx de 1972 al haber sido conseguidos con bicicletas modificadas. Aquellas marcas de Obree, Boardman, Indurain y Rominger pasarían a ser catalogadas como 'Mejor esfuerzo humano'. Hoy el récord le pertenece al especialista italiano Filippo Ganna, establecido en octubre de 2022 en 56,792. Mujika está convencido de que Indurain podía haber podía haber recorrido 62,7 kilómetros si hubiera tenido el coeficiente de arrastre de Ganna, "una auténtica barbaridad".