El ciclismo es dolor. Cuerpos desfallecidos, respiración desacompasada, agonía inacabable. Quizá por ello, las cinco victorias en el Tour de Francia que Miguel Indurain encadenó entre el 1991 y el 1995 hayan sido consideradas como un hito en la historia del deporte. Inteligente y fuerte a partes iguales, una vez confesó la máxima de su carrera, recogida en el libro Plomo en los bolsillos, de Ander Izagirre : "he llegado muy lejos en el dolor". Hoy se cumplen 25 años desde la última victoria del ciclista navarro en la gran vuelta francesa. Un triunfo, al igual que los otros, que no hubiera sido posible sin su inhumana resiliencia ante el sufrimiento.
Indurain destacaba en todas las facetas del ciclismo, especialmente en la contrarreloj, pero su fuerte siempre fue la montaña. Era ahí donde el navarro se desenvolvía con mayor soltura, marcaba la diferencia y apabullaba a sus rivales, y fue así como ganó sus cinco 'tours' consecutivos. La 'locomotora de Villava' (uno de sus apodos) sacaba fuerzas de donde nadie las tenía y, casi siempre solo, hacía suyas las montañas. Muchos recordarán la 'locura' de La Plagne en 1995, donde el navarro, en apenas diez kilómetros, sacó 5 minutos y medio de ventaja sobre el segundo clasificado.
Después del retiro de Indurain en 1997, el italiano Claudio Chiapucci, uno de sus grandes rivales en las vueltas que coincidieron, le escribió una carta en la que decía, precisamente, que lo que más debería recordarse del navarro es su faceta como escalador. "Siempre se evocan las contrarrelojes cuando se habla de ti. Pero me quedo con tu golpe de pedal y tu postura sobre la bicicleta en las ascensiones. Te he visto escalar mejor que los escaladores. Además, tenías esa facultad extraordinaria de no dar ninguna pista sobre tu estado físico. ¡Era imposible saber si ibas bien o mal!", recoge Izagirre en su 'biblia' sobre el 'Tour'.
Miguel Indurain nació en Villava, Navarra, en julio de 1964. Su etapa profesional comprende los años 1985 y 1996. Muy pronto se hizo un hueco en el 'olimpo' del ciclismo, al ganar dos de las tres grandes vueltas. Además de los mencionados cinco 'Tours' consecutivos entre 1991 y 1995, también consiguió ganar el Giro de Italia dos años seguidos, en 1992 y 1993. Otra de sus principales hazañas fue conseguir el campeonato olímpico de contrarreloj en 1996, un año antes de retirarse.
Además, ganó clásicas como la París-Niza, la Volta a Catalunya y consiguió 67 victorias de etapa. Todo ello le valió el premio Princesa de Asturias del Deporte en España y el distintivo de Caballero de la Legión de Honor Francesa, que le fue concedido en 1993. Una vida llena de éxitos, sufrimiento y victorias que le ha llevado a ser considerado como el mejor ciclista español de la historia y uno de los mejores ciclistas de todos los tiempos a nivel mundial.