“Llegué aquí porque estaba hecho polvo. Empecé con dolores de espalda en 2006, tenía 34 años y un lumbago soportable, pero con el paso del tiempo fue creciendo hasta el punto de sufrir al menos tres latigazos al año que me obligaban a estar una semana en la cama. Pero lo peor no era el dolor sino que además el resto del tiempo lo pasaba con miedo y pensando que en cualquier momento podía volver a suceder”. Son palabras de Jose, un conductor de 51 años que hace ya seis decidió apostar por el entrenamiento personal como vía para dar un giro a una vida que, tal y como él mismo cuenta, se había resignado a “vivir con dolor hasta el final”.
Jose es un absoluto convencido de que la actividad física y el entrenamiento personal te cambian la vida. Con 20, con 30 o con más de 50, como es su caso: “El simple hecho de ir a lavarme la cara era algo imposible para mí. O secarme las piernas después de la ducha. Todo eso me generó una colección de contracturas que se unían al problema de base (hernias discales en la L3, L4 y L5 y protrusiones en las demás). En esa época ya había ido muchas veces al médico y sólo me decía que mi problema no era como para pasar por quirófano. Y menos mal que me dijeron eso porque si no me habría operado. Me decía que nadara y nadaba un kilómetro y medio al día, pero con eso no mejoraba nada”.
En 2018 todo cambió o, al menos, comenzó a hacerlo. “Mi amigo Félix me recomendó venir a un entrenador personal y yo accedí por probar, pero sin mucha convicción. No entendía que haciendo ejercicio fuera a mejorar. Pensaba que mi amigo estaba loco. Pero por entonces sólo me aliviaban con infiltraciones y tenía asumido que iba a vivir con dolor el resto de mi vida. Con menos de 40 años es muy duro asumir que vas a vivir siempre con dolor, que no vas a poder coger a tu hija pequeña en brazos nunca”, explica Jose mientras descansa entre un ejercicio y otro para que Samuel Torres, desde entonces su inseparable entrenador personal en T-Center, puntualice: “Cuando te plantean que tienes una hernia te lo dicen como si fuera el fin, como si no hubiera solución. Pero no es así. Cuando tienes tanto dolor debes encontrar el modo y pelear para que desaparezca”.
La mejoría no llegó de un día para otro, pese a que Jose entrenaba cuatro días por semana (uno con Samu, una clase grupal y dos de rutina) siempre bajo la supervisión de su entrenador para comprobar que el camino era el correcto. Eso sí, las sensaciones eran diferentes desde el principio: “Todo fue muy poco a poco. Estoy cerca de cumplir seis años entrenando con Samu y puedo decir que desde hace seis meses estoy completamente recuperado. Ya no tengo el dolor en mi mente. Siempre digo que a lo mejor después de dos años de trabajo ya estaba recuperado, pero no a nivel mental porque seguía habiendo miedo a que el dolor volviera”, comenta Jose.
El miedo, de hecho, era uno de los grandes muros a derribar. “Cuando Samu me decía que me podía quitar un dolor que llevaba sufriendo tantos años sólo podía pensar que me estaba poniendo en manos de un pipiolo, pero que había que intentarlo. Enseguida comencé a notar cosas buenas y eso que venía con mucho miedo. Eso le pasa a mucha gente, que tiene miedo, y por eso no contemplan quitarse el dolor a base de entrenamiento. Tienes miedo de ejecutar cualquier ejercicio y que te vuelva a dar el latigazo. Piensas que si te da lavándote la cara, ¿cómo no te va a dar con las pesas? Lo más complicado cuando vives con dolor es gestionar la cabeza, que es lo que realmente te limita por completo. La que genera el miedo es la cabeza y hasta que te convences de que no hay dolor y que no tiene por qué haberlo pasa mucho tiempo”, desgrana Jose.
Desde el lado del entrenador, Samu, especialista en entrenamiento bodyweight y movimiento, así como profesor y entrenador personal, lo veía claro: “Había que liberar y movilizar su espalda. Desde muy pronto empezó a notar más libertad de movimiento, a sentirse más fuerte, a verse más capaz psicológicamente… Así, los latigazos se fueron espaciando cada vez más en el tiempo hasta desaparecer. En los últimos años, el 80% de entrenamientos personales que recibo son de gente con patologías. No les puedo garantizar al 100% que en un año ni en dos estén perfectos, pero sí que podemos conseguir que vivan sin dolor y sintiéndose bien si se convencen de que nadie les va a regalar nada”.
Tanto Jose como Samu tienen claro que la edad no es importante a la hora de cuidarse. “Lo de que la edad es sólo un número no es un tópico, es una gran verdad. Ahora estoy mucho mejor que cuando tenía 30. Además, yo con 35 pensaba que el resto de mi vida iba a estar hecho una mierda y mírame ahora”, comenta Jose con una sonrisa.
Todo el mundo está capacitado para entrenar su cuerpo y evitar lesiones y dolores. “Tienes que saber que hay que trabajar duro. Pero es que tener 45 o 50 años y pensar que tienes que vivir siempre con dolor es muy complicado. Eres joven y tienes que evitarlo como sea. El proceso es lento. La gente no puede pretender descuidar su cuerpo a nivel de movimiento durante 50 años y ponerlo en marcha en unos meses. Es un proceso de autocuidado que lleva tiempo y con el que deberíamos ir de por vida”, explica Samu que también lucha día a día para acabar con un mito: “A la gente más mayor le cuesta más creerse que ese tipo de patologías se curan aquí y que no siempre la inactividad y el reposo son las soluciones. El entrenamiento de fuerza y movilidad no sólo te quita el dolor sino que te convierte en alguien más fuerte, te va a evitar lesiones y a facilitar las recuperaciones”.
Ambos también reivindican el entrenamiento personal como una rama más de la medicina. Uno, Jose, porque lo vive en primera persona. El otro, Samu, porque es el pan suyo de cada día con docenas de personas que pasan por sus manos: “Las hernias, por ejemplo, la gente piensa que se producen por esfuerzos puntuales y no es así. Son repeticiones constantes de malos hábitos las que las provocan. Por eso hay que saber entrenar para evitarlas. Nosotros decimos que el entrenamiento personal es medicina. En muchos países ya lo consideran así. Los entrenadores personales son personal sanitario y en España todavía no, pero debería estar ya a la orden del día. La gente que viene a trabajar con nosotros y ve, como Jose, que les cambia la vida lo tienen claro”.
Cierto es que el entrenamiento personal no está al alcance de cualquier bolsillo, pero para eso también se puede encontrar una solución. “Cuando hablamos de dolor, el dinero pasa a un segundo plano. Lo que quieres es solucionarlo y buscas quién te lo consiga aliviar. Por eso creo que los entrenadores personales debemos ser considerados, como los fisios, personal sanitario. Además, abarataría el servicio porque se reduciría el IVA y de un plumazo bajaría el precio un 20%”, asegura un Samu al que incluso el propio Jose echa una mano para explicar su forma de ver el sector: “El problema es que el dolor no se soluciona de cualquier manera, fortaleciendo o haciendo ejercicio al tuntún. Hay gente muy formada y con capacidad para entender lo que te pasa y explicarte qué es exactamente lo que tienes que hacer. No vale todo. Pero en España hay muy pocos centros especializados para este tipo de problemas y la gente no los conoce”.