14 de junio de 1998. Sexto partido de las Finales de la NBA entre Chicago Bulls y Utah Jazz en el Delta Center de Salt Lake City. Quedan poco más de 5 segundos para el final del choque. De su resolución depende ir a un séptimo encuentro o celebrar el sexto anillo de los de Phil Jackson. Entonces el tiempo se detiene. Y Michael Jordan se eleva. Una imagen que pasaría a la historia de este deporte y que incluso tiene su propio nombre: 'The Last Shot'. Han pasado 25 años y todavía se la recuerda como la canasta más icónica de la NBA, la guinda a una carrera de ensueño.
Recapitulando, nos encontramos en la última etapa de la exitosa dinastía de aquellos Bulls de Jordan, Scottie Pippen y Denis Rodman. Se palpaba en el ambiente que iba a ser el último año de aquel proyecto capitaneado por Phil Jackson. Las tensiones entre la plantilla y la directiva habían llegado a un punto de no retorno. Para colmo, Pippen se pasaría media temporada lesionado. Estábamos en el último baile, y Jordan quería terminar por todo lo alto.
Los Bulls habían derramado sangre, sudor y lágrimas para llegar a aquella final. Los Jazz de John Stockton y Karl Malone eran un hueso duro de roer, pero 'His Airness' y compañía se las habían arreglado para llevar la serie al punto que querían. Ganar ese sexto partido en territorio hostil no haría necesario irse a un último lance en el que todo podría pasar.
Chicago va tres puntos por debajo a 41 segundos del final y entonces Jordan toma el mando. La secuencia de 'The Last Shot' comienza dos posesiones antes del tiro final, cuando el 23 anota una penetración que recorta la desventaja de los suyos a un punto. Acto seguido, Stockton maneja el balón y se dispone a a pasar a Malone, quien espera recibir en el poste izquierdo. Jordan lo sabe. Se lo ha visto hacer decenas de veces. Así que en cuanto el 'cartero' recibe el balón él abandona su marca para aparecer por sorpresa y quitarle la pelota de un manotazo seco.
Jordan no opta por un rápido contraataque, sino que pone rumbo al campo contrario con calma y entonces decide jugar un aclarado ante Byron Russell. Un simple bote en arrancada basta para que Russell se tema una internada y caiga al suelo al frenar en seco Michael. Solo unos pasos por detrás de la línea de libres, a más de 6 metros de la canasta, Jordan tiene tiempo para armar el brazo, suspenderse en el aire, lanzar y mantener la pose, sabedor que el tiro va dentro sí o sí.
La canasta para el cronómetro en 5,2 para el final, tiempo aún suficiente para una reacción, pero Ron Harper defiende a la perfección el intento de triple de Stockton y los Bulls ganan 87-86. Es un final tan perfecto que parece salido del manual de un guionista de Hollywood. Si acaso, su único defecto es que en realidad no sorprende a nadie. Es decir, entra dentro de los cálculos de cualquier que con Jordan en el campo pueda ocurrir algo así.
"Jugó los 37 segundos finales con la misma brillantez y precisión que ha marcado toda su carrera"", recogió el Washington Post. "Si realmente es el fin, toda una nueva generación de aficionados podrá decir con orgullo: 'Sí, yo estaba allí cuando Michael jugaba'", escribió el Chicago Tribune. "Sencillamente es el mejor jugador de toda la historia", admitió Jerry Sloan, entrenador de los Jazz. "Si este ha sido nuestro último baile, ha sido un precioso camino", sentenció Phil Jackson.
Aquella la última canasta de 'Air' como jugador de los Bulls, ya que se retiró del baloncesto profesional el 13 de enero de 1999. Años más tarde volvería con la camiseta de los Washington Wizards, y aunque entre 2001 y 2003 aún exhibiría parte de su grandeza jamás volvería a jugar unos playoffs de la NBA.