Beatriz Flamini es una deportista extrema de élite, aunque nunca había transitado el camino de la fama. La escalada, la espeleología y el alpinismo ocupaban su día a día hasta que en noviembre de 2021 arrancó el reto de encerrarse durante 500 días en una cueva a 70 metros de profundidad. Ella, como ya se ha cansado de explicar, no lo hacía para batir un récord ni para adquirir notoriedad. Para ella era un entrenamiento de cara a un futuro desafío aún mayor. Necesitaba entrenar la soledad, el aislamiento, la autosuficiencia y decidió hacerlo a través del proyecto 'Time Cave', del que ahora se prepara un documental.
Beatriz entró en la cueva con 48 años y salió con 50, pero para ella el tiempo se detuvo. Esos 512 días que finalmente vivió aislada del mundo, sin referencias temporales, sin comunicación con ningún ser humano (únicamente enviaba notas por motivos de seguridad) la transformaron. Pero más aún lo está haciendo el día a día desde que el pasado 14 de abril volviera a la superficie convertida en una persona pública que había despertado la curiosidad de medio mundo por su hazaña.
¿Qué tal llevas la vuelta a la realidad ? Han pasado algo más de seis meses desde tu salida de la cueva.
Estos seis meses de adaptación al exterior me están costando más que el año y medio que he estado metida en la cueva. Ha sido mucho más difícil, han sido seis meses inquietantes, de no comprender por qué siendo una persona que vive en el exterior que tan solo ha estado un año y medio metida en una cueva, cuando vuelvo a salir otra vez al exterior no encuentro lugar, no encuentro forma de adaptarme al exterior porque para mí sigue siendo 2021. Para la gente es 2023 pero para mí no.
Mi sensación cuando salgo salgo en abril del 2023 es como si fuese 22 de noviembre de 2021, un día después de cuando entré. Ahora voy recibiendo golpes porque a mí me falta un año y medio de vida en el exterior. Es muy complicado y la gente no entiende que aún me estoy adaptando a la vida en el exterior. Ahora mismo sigo sin acordarme de nada. Lo que ocurrió ahí dentro lo sabré cuando vea el documental.
¿Te lo esperabas así?
No, pero el duelo ya ha terminado, ya no lloro, ya no lo echo de menos, ya toda esa esa fase ya está completamente superada. Mi mente ya no está en la cueva sino mirando hacia delante, hay proyección de futuro y eso ayuda. Es como si hubiera vivido un síndrome postvacacional pero a lo bestia y en vez de haber estado de vacaciones he estado trabajando.
¿Te habías preparado para la salida?
Cuando yo, por ejemplo, como deportista extrema, me planteó una actividad extrema, no lo hago a lo loco, es decir, yo tengo unos protocolos de prevención y de seguridad no solo físicos relativos a los entornos, sino también personales, mentales y emocionales. Cuando yo, antes de entrar en la cueva, visualizo y hago toda la logística de todo lo que implica a nivel mental, emocional y físico de este de esta experiencia, una de las cosas que tengo que gestionar también es la salida. No puedo pensar solo en estar dentro, en qué es lo que voy a hacer, qué voy a pintar, que voy a escribir, qué ejercicio, qué comida…
Sabía que iba a tener problemas con la salida, sabía que no iba a querer salir. Es el síndrome de la cabaña, sin más. En el interior de la cueva estuve trabajando muchas cosas y estuve muy pendiente también de la visualización de mi salida. Y aún así, si tuviese que volver atrás y cambiar algo, cambiaría la forma de salir.
¿Qué falló?
Todas las decisiones de este proyecto fueron mías, incluida la forma de salir, pero ahí me equivoqué. Tendría que haber salido, pero dejando la posibilidad de que la cueva estuviera abierta para poder volver a entrar. Habría sido una salida más amable porque lo que planeamos fue salir y no volver a entrar, lo cual fue un error.
Además, fue todo demasiado acelerado. Salí, sin ducharme fui al camping y empecé a atender a medios de comunicación, pero estaba completamente desorientada y no recordaba nada. Cuando veo las imágenes en la rueda de prensa, no me reconozco, sólo veo una persona asustada.
El día que tenía que salir entró David (David Reyes fue el espeleólogo encargado de la seguridad de Beatriz en la cueva) en la cueva con el equipo técnico para decirme que ya habían pasado 500 días, concretamente 512. Yo no me lo creía. Me dijeron: “Bea, te vamos a dejar unas horas para que te puedas arreglar, para que puedas hacer el petate y en unas horas volvemos a por ti y te sacamos porque tienes que salir ya”.
Ellos sabían que yo iba a tener el problema de no querer salir. Y recuerdo que cuando salí yo miré para arriba y lo primero que vi fue al equipo técnico, a los espeleólogos, y luego hice una especie de barrido y vi un montón de gente que no conocía y que tenían cacharros en las manos. Esos cacharros eran las cámaras de televisión, pero en ese momento para mí fueron cacharros, no sabía qué eran. Entonces volví a entrar un poco y le pregunté a David qué pasaba. Él me dijo que saliera y que iba a alucinar. Entonces, al volver a ver a toda esa gente me sentí muy agradecida tanto por mí como por el equipo y lo que habíamos logrado.
¿Ahí te diste cuenta de que todo había cambiado?
La salida fue un shock porque yo entré para un entrenamiento, en busca de mis objetivos respecto a mi expedición a Mongolia, y salí siendo una persona pública, mundialmente conocida. Mi vida cambió por completo, la gente me reconoce por la calle, me mira y me persigue. Por eso sigo viviendo en mi Cirililla, una C15, que ni siquiera es una furgoneta grande, y soy autosuficiente en una zona de montaña de la España vaciada.
La gente se piensa que con estas cosas de repente te haces rica y millonaria y nada de eso. yo sigo pagando el crédito que tuve que pedir para este proyecto y sigo adelante.
¿Qué es lo que más te ha sorprendido del mundo que te esperaba fuera?
Yo pensaba que cuando saliese de la cueva el mundo iba a estar como está ahora, no como estaba en abril. De todo lo que ha pasado no me sorprende nada, absolutamente nada. Lo que más me ha sorprendido es cómo la gente ha tratado mi historia, cómo hay gente que, sin conocerme, me juzga. La mayoría me ha tratado con un cariño y una amabilidad espectacular y estoy muy agradecida, pero también ha habido algunos que han buscado descuartizarme.
Eso no lo entiendo. Time Cave es un proyecto extraordinario, extremo, ¡no lo destruyas! Utilízalo para el bien, no para intentar acabar con una persona de la que no sabes nada.
Entiendo que los ataques llegan por el hecho de que en un momento dado tuviste que salir de la cueva por motivos de seguridad, aunque mantuviste el aislamiento.
Exacto. El problema se genera por la salida de seguridad que tuve que hacer y porque todo el mundo pensaba que yo iba a batir un récord Guinness, pero eso no es cierto. Yo no buscaba un récord Guinness. Hice 500 días porque había visto que en el 72 una persona había estado 464 días en el interior de una cueva y yo pensé en ir a por 500 por redondear. Nada más. Para mí sólo era un entrenamiento. Necesitaba entrenar la fortaleza mental y la fortaleza emocional en soledad.
¿Qué pasó exactamente?
Todos los proyectos extremos tienen que tener unos protocolos de prevención y seguridad. Yo no quiero salir enferma ni mucho menos morir. En este caso, se estropeó el router con el cual estaban funcionando la cámara de seguridad y el botón antipánico por si a mí me pasaba algo. Entonces me enviaron una nota que me explicaba lo que pasaba, en la que me decían que estaba sola ahí abajo sin la tecnología y que tenían que cambiarlo. Yo salí, monté la tienda y seguí con el aislamiento hasta que me pasaron la nota de que podía volver a entrar porque estaba ya todo arreglado.
¿Cómo te afectó el contratiempo?
El problema fue más complicado de lo que parece. Al romperse el router se quedó en la cueva un infrasonido. Fue horrible, empecé con palpitaciones en los ojos, en los oídos y en los ganglios. Continuó con arritmias y taquicardias. Luego, con la sensación de que el cerebro me latía dentro del cráneo y, cuando me empezó a salir sangre de la nariz, entendí que era grave y que había que solucionarlo, tenía que ponerme a salvo. De un infrasonido no puedes esconderte, no te puedes poner tapones, así que había que arreglar ese problema.
¿Cuándo sucedió?
No sé qué día fue ni cuánto tiempo llevaba dentro. Lo veremos en el documental porque aún no me he atrevido a ver ninguna imagen. Soy incapaz de enfrentarme a ellas, soy incapaz de enfrentarme a la persona que hay en esas imágenes, que soy yo misma pero de otra manera.
¿Aún no has visto nada?
No. Es muy duro tener ahí todo el material y no atreverme a verlo. Es como un egrégor, es decir, sé que soy yo, pero no soy yo, es una copia de mí generada por mi mente. Ver el desgaste físico, el deterioro del habla, el deterioro de las conexiones neuronales a la hora de hablar… Yo aún soy incapaz de enfrentarme a ello. En estos meses me estoy descubriendo a mí misma. Tengo 50 años, pero no sabía nada de mí hasta ahora. Ha sido tan brutal que ya no tengo preguntas esenciales de quién soy, qué hago aquí o de dónde vengo y hacia dónde voy. Creo que la Bea maligna se ha quedado dentro de la cueva y la que ha salido es una Bea amable que cree que se encuentra en un mundo en el que no todo es amable.
¿Cuánta gente te ha dicho que estabas loca por lo que ibas a hacer?
Mucha gente pensaba que Time Cave era una locura, pero esos son sus miedos. Si yo no tengo miedo de meterme 500 días en una cueva, ¿por qué no lo voy a hacer? Los miedos, las críticas, las dudas o los juicios de los demás son mucho menos importantes que mi propia felicidad. Cuando a mí me dicen que estoy loca, yo me los quedo mirando y les digo que sí, pero que soy feliz.
¿Cómo ha reaccionado tu cuerpo a este desafío extremo?
Llevo más de 10 años sin ir al médico (más allá de los exámenes propios del reto). Estoy sanísima. Después de pasar 500 días en una cueva lo que estaba escrito es que yo tenía que salir medio ciega, medio desnutrida… La gente creía que iba a salir una Walking Dead y mira quién salió. Pero es alucinante porque se me criticó por el buen aspecto que tenía.
Veo mejor que cuando entré, en el Puerta de Hierro no se creen que mis niveles nutricionales sean correctos, que mis conexiones neuronales y que mi mente estén absolutamente sanos.
Supongo que habrá sido un alivio saberlo. ¿Qué es lo que más miedo te daba?
A largo plazo me daba miedo a la salida, pero no por mí. En el día a día me daba miedo que el equipo externo me dijera en una nota que no podían hacerte más la asistencia porque sin ellos yo tenía que salir, evidentemente. Hacerme daño o pillar una infección eran otro tipo de miedos. También el de perder la cabeza. Pero el mayor miedo era tanto a no conseguirlo como a conseguirlo.
¿Qué te hacía feliz dentro de la cueva?
La sensación de felicidad me invadía en los momentos totalmente opuestos a los que debería. Cuando estaba mal, cuando tenía ganas de llorar, me decía a mí misma: “Estás donde quieres estar, haciendo lo que quieres hacer ¿Por qué lloras?" Entonces sentía algo parecido a la alegría que no soy capaz de explicar.
De hecho, hubo un día en el que sentí el enamoramiento, que estaba enamorada. Tuve un brote de enamoramiento, de ansiedad, pero lo pude controlar. ¿Cuándo? No lo sé. ¿Por qué? No lo sé. Y a día de hoy no siento otra cosa que no sea amor.
¿Cómo te sentías físicamente?
Me metí sin espejo porque si hago aislamiento social, es decir, para no ver al ser humano, si yo me veo a mí misma a través de un espejo estoy viendo a un ser humano y mi cerebro lo puede interpretar como compañía y me puedo desdoblar. E incluso puedo crear a través del espejo un egrégor. Cuando te das cuenta de que no tienes a nadie alrededor que te pueda juzgar sabes que eres libre.
¿Tuviste alucinaciones?
Se verá todo en el documental, pero, que yo reconozca, sólo tuve dos alucinaciones. Escuché a un gato maullar, con su eco y con todo y pensé que había habría caído desde arriba a la sala. Entonces me puse a buscarlo, pero no, no había gato, no había nada. Y luego escuché, justo a mi lado, la voz de un chico llamando a su perro. Cuando el cerebro está aislado, cuando no tiene estímulos, el cerebro se los inventa. Entonces pensé que para que se los inventara el cerebro, ya me los inventaba yo y tengo 700 folios escritos a mano de una historia de ficción. Me puse a escribir y yo nunca había escrito.
¿Qué es lo que más echaste de menos esos 500 días?
Eché de menos la cámara de fotos. Para mí todo esto ha sido como un sueño en el que yo entro en la cueva, monto la tienda de campaña, monto la cocina, como, me acuesto, tengo un insomnio un poco largo y raro donde ocurren un montón de cosas, me vuelvo a acostar, tengo una pesadilla y me despierto con unas voces reales que me llaman suavemente y me dicen que salga de la cueva. Por eso eché de menos sólo la cámara, porque no tuve tiempo de echar en falta nada más.
Dentro sólo tenía la GoPro sin cámara trasera y sin posibilidad de borrar nada. Por eso el documental va a ser increíble, porque va a ser pureza. Lo que pasó es exactamente lo que se va a ver. Aún tengo que asentar muy bien lo vivido para poder enfrentarme a ese otro yo.
También llevabas un diario, ¿qué ha sido de él?
El diario tampoco lo he podido abrir. Había un contrato con una editorial pero lo hemos roto porque aún no puedo enfrentarme a ello y la idea era haber publicado un libro el pasado 15 de octubre. Todo está yendo muy poco a poco, hay amigos a los que llevo más de dos años sin ver pero aún no puedo hacerlo, todo es demasiado emocional.
Tampoco me atrevo a hablar con el equipo técnico sobre lo que ellos vivieron. Es decir, yo lo poco que sé es de mi parte, pero no me he reunido con el equipo para hablar y que me cuenten cómo lo vivieron ellos.
¿Se te hizo largo?
Al cabo de un tiempo dentro yo pensaba que igual me había pasado con 500 días, que igual con 480 habría estado bien y que si hubiera escogido 600 no habría podido con ellos. Pero no porque me aburriese, no porque no me gustase estar donde estaba. Simplemente porque no. Lo curioso es que ahí dentro aprendí que el tiempo no existe.
Sin embargo, ahora tengo que superar el echar de menos vivir dentro de una cueva… y eso que estoy convencida de que nadie puede vivir en el interior de una cueva. Nadie. Yo no hubiese podido llegar a 600 días. No, no los hubiese hecho. Me habría consumido.
¿Has vuelto a entrar durante estos meses?
He vuelto a entrar para una grabación, pero no como algo personal sino laboral. Entré por trabajo y afloraron muchísimas emociones pero no me apetecía compartirlas y me tuve que cortar mucho. Me queda pendiente bajar a la cueva y hablar con ella.
¿Cuál es el siguiente paso en el proyecto Time Cave?
Se ha enviado un guión a una productora norteamericana, esta productora ha dicho que sí, que le interesa y ahora lo que están haciendo es buscar la financiación, que es de unos 400.000 euros. Me gustaría que todo quedara zanjado antes de mi proyecto en Mongolia porque sé que me van a necesitar cuando empiecen con el montaje.