La etapa final de la XXXIII Olimpiada ha dado comienzo ante el encendido de la llama olímpica en el santuario de Olimpia que ya arde y ha puesto rumbo a París, donde se celebrarán los Juegos Olímpicos de 2024 entre el 26 de julio y el 11 de agosto. Con la llama ya ardiendo, ahora se procederá a la primera parte del recorrido en Grecia hasta que el 26 de abril se realice la Ceremonia de Entrega en el Estadio Panatenaico de Atenas, lugar en el que nacieron los Juegos Olímpicos de la era moderna.
Después, el 27 de abril la llamara comenzará un largo recorrido cuando se embarque en un viaje por el Mediterráneo en el Belem, la goleta más antigua de Francia que está considerada patrimonio de la humanidad. Se prevé que el desembarco se produzca el 8 de mayo en Marsella, desde donde empezará sus semanas de periplo por toda Francia, incluyendo también los territorios de ultramar, como la Polinesia. Todo un recorrido que finalizará en la Ceremonia de Apertura de los Juegos Olímpicos de París el 26 de julio.
Llevar la llama olímpica es todo un honor, en España lo sabemos después de aquella emocionante Ceremonia de Apertura del 25 de julio de 1992 en la que el Estadio Olímpico de Montjuic disfrutó de Montserrar Caballé o de piezas que honraban a artistas como Goya, Gaudí, Dalí y Miró. Y entre toda aquella espectacularidad estaba Antonio Rebollo, el arquero que se encargó del tiró histórico con la llama olímpica.
“En mi mente la opción de fallar no existía”, explicaba a Uppers en una entrevista cuando se cumplió el treinta aniversario de aquellos Juegos. El jugador de baloncesto Juan Antonio San Epifanio, Epi, fue quien le pasó al arquero la llama. En ese momento Rebollo solo tenía 12 segundos para girarse y situarse, tensar perfectamente el arco, apuntar, y disparar al pebetero olímpico, que se encontraba a 67 metros de altura.
En el estadio había 65.000 personas, entre ellos 27 jefes de Estado de todo el mundo que, junto a los 3.500 millones de espectadores que estaban siguiendo en todo el planeta la ceremonia, estaban pendientes de ese tiro de la llama que se produjo a las 22:38 horas.
Rebollo tenía tres medallas olímpicas cuando le propusieron ser el arquero de la Ceremonia de Apertura de los Juegos Olímpicos de Barcelona 92. “Imaginé que para esas cosas había que ser un deportista alto, guapo y con el cuerpo escultural. Yo era joven y no me faltaba atractivo, pero supuse que mi discapacidad sería un raso desfavorable a la hora de decidir. Por eso la propuesta me sonó rara, casi a vacile”, nos confesó el deportista, que desde pequeño padece poliomelitis, lo que le provocó una atrofia muscular en las piernas.
Fue citado junto a 200 arqueros más, pero con solo dos disparos fue el seleccionado. Pero llegaba un duro trabajo con un entrenamiento que duró unos seis meses que tuvo que hacer en secreto por el contrato de confidencialidad que le hicieron firmar. “Iba a Montjuic y pasaba los fines de semana lanzando flechas en llamas. Me quemé más de una vez el brazo izquierdo”.
“Salió tal y como habíamos planeado y funcionó la coordinación con el compañero que activaba el mecanismo del encendido tras el paso de la flecha”, recuerda. “Aquella noche, una vez disparada la flecha, tuve el convencimiento del éxito”.