Elvira Llabrés es ingeniera informática y una enamorada del mar y la navegación. No en vano, vivió tres años en un barco. Cuando estudiaba jamás se imaginó que años después podría unir sus dos pasiones y convertirse en una de las más reputadas ingenieras de la Copa América. Lo ha conseguido con esfuerzo, tesón y empezando desde abajo. Ahora, a sus 48, puede presumir de haber formado parte de los más prestigiosos equipos, de haberla ganado y de estar en condiciones de, al menos, pelear la que comenzará el próximo 22 de agosto. Lo hará con Ineos Britannia.
“Yo empecé como voluntaria en Valencia. Estaba trabajando como informática, pero siempre había navegado. Cuando la Copa América fue a Valencia pensé que estaría bien unir las dos cosas y decidí irme de voluntaria a uno de los primeros eventos para ver cómo era el ambiente y si había posibilidades de encontrar algo que encajara con mi perfil. Lo encontré y es todo un lujo dedicarme a esto”, rememora Elvira con un tono a caballo entre el orgullo y la nostalgia.
Aquel fue el primer paso de los muchos que ha dado en la competición más prestigiosa del mundo de la vela. Tanto es así que hay quienes llaman la Dama de la Copa, aunque ella prefiere tirar de modestia: “Es cierto que tengo cierta reputación dentro de la Copa América, pero no es para tanto. He participado en muchas y en equipos siempre distintos así que supongo que eso me da cierto bagaje. Aunque hay muchas cláusulas de confidencialidad, hay una transferencia de conocimiento que es valiosa para el equipo donde estoy. Lo que aprendes, lo aprendes”.
La vida dentro de la Copa no es sencilla para nadie. De hecho, es cuanto menos inestable. “Normalmente, los equipos después de la Copa se deshacen y se vuelven a formar cuando se empieza a planificar la siguiente. Mi trabajo como ingeniera en el agua es importante, pero en las primeras fases, cuando se está decidiendo qué equipo se va a formar, no tiene mucho sentido estar presente. Entonces, cuando el equipo al que me uní la última vez me llama, puede pasar que ya me hayan fichado en otro sitio… o no. Nunca sabes dónde va a estar la próxima oportunidad”, nos explica.
“Eso me generaba muchísima incertidumbre en las primeras copas, pero ahora me lo tomo más bien como unas vacaciones que me he ganado. Con lo que gano en una Copa me da para mantenerme durante esos meses sin trabajo y ya no tengo tanto agobio por si me llaman. Normalmente me llaman, así que suelo estar tranquila”, continúa.
Esos meses de parón ella los emplea, cómo no, en navegar. “Un año dediqué esos meses a cruzar el Atlántico, otro a recorrer el Caribe, otro fui a Nueva Zelanda y Australia… Soy una fija discontinua de la Copa América, pero lo aprovecho bien. Para mí vivir en un barco es el modo de vida más chulo y en el que mejor me siento, recorriendo el mundo. Mi próximo objetivo es el Pacífico”, asegura.
Elvira, dependiendo de un montón de factores, puede pasar pendiente del barco hasta 17 ó 18 horas en un solo día. No es lo habitual pero esta época implica jornadas de mucho trabajo. “Mi tarea es principalmente en el agua, recalibrando sistemas y asegurándome de que todo funciona correctamente durante las sesiones de navegación”.
Dicho así, suena raro pero relativamente accesible. Cuando te cuenta de cuántos sensores tiene que estar pendiente, la cosa cambia. “Un barco normal tiene unos 20 sensores, pero en la Copa América tenemos alrededor de 800, y en este momento incluso más. Diría que más de mil. La tecnología ha avanzado mucho desde que empecé, y ahora los sensores son mucho más precisos y numerosos”.
Sin embargo, el trabajo de una ingeniera en la Copa América no se ciñe sólo a esos sensores. Hay otras tareas mucho más sorprendentes. “Se pueden sacar algunas conclusiones viendo los otros barcos navegar. Por eso, históricamente, teníamos espías en todos los equipos de la Copa y era algo asumido y reglado. Se sabía qué se podía hacer y qué no. De hecho, en la campaña que trabajé con Oracle, en la que además ganamos, yo era espía. Estuve espiando al Alinghi. Hacíamos fotos, recopilábamos datos… Luego se prohibió, pero en aquel momento se podía tomar datos, analizarlos y recrear cosas de otros equipos”.
Elvira, así pues, fue espía… y de las buenas, pues levantó el trofeo con el Oracle aquel año. “Con todos esos datos puedes saber en qué rangos eres más competitivo, dónde tienes que mejorar y qué tienes que trabajar más, pero ahora el tema del espionaje ha cambiado para que cada equipo no tenga que mandar cuatro grupos de espías al resto de participantes”, explica.
Sí, efectivamente, a día de hoy el espionaje en la Copa América está regulado. Parece un contrasentido, pero es así, colaborativo. “Ahora hay dos personas que espían mi equipo, otros dos que espían al Alingui, dos al Team New Zealand y así con todos. Esos datos se comparten entre todos y si alguien tiene interés en saber algo determinado lo solicita de forma anónima en un foro y los espías se lo consiguen. Es un sistema que ha funcionado muy bien y es mucho más económico y mucho más sostenible”.
Eso sí, el contraespionaje también existe. No es cuestión de facilitar las cosas a los rivales, aunque no es sencillo: “Hay contraespionaje, pero tú tienes que hacer tu trabajo y no puedes estar escondiéndote todo el día. Hay ciertas cosas que intentas mantener lo más ocultas posible pero llega un momento en que todo se sabe. Hay que intentar que sea lo más tarde posible para que los rivales no tengan tiempo de reacción”.
Como decíamos, Elvira Llabrés ha pasado por muchos equipos durante su trayectoria en la Copa. Incluso con uno salió campeona. Jamás lo olvidará. “Fue muy intenso ganar la Copa América en 2010, fue una pasada. Viví cosas que hasta entonces sólo había soñado y visto por la por la tele. Pensaba que nunca estaría tan cerca y de pronto me vi allí bebiendo champán en la celebración con mis compañeros. Fue increíble”, rememora.
Ella tira de modestia y de trabajo en equipo cuando se le pregunta por su función en aquella edición: “La Copa América se gana en el agua pero es imposible ganarla si en tierra no se trabaja muchísimo. Lo que siempre digo y tengo clarísimo es que siempre gana el barco más rápido. Obviamente, hay que saber navegarlo y tener un buen equipo, pero si no tienes el barco más rápido, no ganas. Es evidente que si tienes un buen barco pero lo llevan cuatro ‘mataos’ es imposible que ganes. Hay que mezclar todo”.
De cualquier forma, a Elvira nunca le ha faltado un equipo en el que trabajar: “Mi punto fuerte es que soy ingeniera informática, tengo experiencia y además he navegado. No soy muy buena en ninguna de las tres cosas, pero juntándolas todas he encontrado siempre mi camino”, desgrana.
Y eso que cada equipo es un mundo. “Entre unos y otros hay muchas diferencias. A veces de presupuesto, a veces culturales, a veces de cómo se afronta la escala. Al final, cada equipo es como una gran empresa. Yo he trabajado en un equipo japonés, otro americano, ahora en uno británico y el salto cultural de uno a otro sí se nota tanto en el trato como en la manera de trabajar o de comunicarse”.
Hay un factor común a todos ellos y es que ahora mismo ninguno ha apostado por una mujer para la navegación. Elvira lo entiende para ciertos puestos, pero no para otros. “Yo entiendo que la fuerza de una mujer no es comparable con la fuerza de un hombre y que navegar en esos puestos es complicado, pero hay otros que no necesitan ninguna fuerza, cuya misión es ir dando a los botoncitos el que lleva al volante. Ese puesto es igual de válido para una mujer que para un hombre”, argumenta.
A ella le gustaría navegar, pero no es una prioridad. “Me encantaría navegar, de hecho normalmente ocupo el puesto de navegante en algunos barcos y hago regatas, pero es otro tipo de competición. Para la Copa América me parece que me pilla un poquito mayor aunque nunca es tarde. De todos modos, me interesa mucho más seguir formándome, estoy haciendo un master de direcciones y diseño de barcos de vela para tener una base de conocimiento más amplia”, nos explica.
“No me parece que de aquí a diez años vaya a navegar en la Copa porque hay un montón de gente mucho mejor que yo y muchísimo más preparada”, añade. Por el momento, Elvira Llabrés es feliz en el Ineos Britannia, con el que intentará arrebatar el título al Team New Zealand. La cita, a partir del 22 de agosto.