Así es ser madre de una campeona del mundo: "Estoy orgullosa, le ponía el lacito y ella se iba a jugar a fútbol"

  • Tete, madre de la campeona del mundo con España hace casi un año en Sidney, explica lo que cuesta llegar hasta ahí

  • Tere Abelleira, de ir al fútbol obligada para acompañar a su hermano a estrella del Real Madrid y la selección española.

  • En su casa, pese a que su padre es entrenador y su hermano también es futbolista, se habla poco del deporte rey

Dentro de sólo unas cuantas semanas se cumplirá un año de uno de los mayores hitos del fútbol español. La selección femenina se proclamaba campeona del mundo en Sidney tras derrotar a Inglaterra (1-0), poniendo así el broche de oro a un campeonato en el que se alternaron el sufrimiento con las exhibiciones y algún que otro susto.

Aquel día, una generación entera de chicas que soñaban con conquistar el mundo lo consiguieron. Hicieron historia. Se convirtieron en leyendas, algo que sólo unos cuantos años antes, para muchas de ellas… y para sus familias, era inimaginable.

 

Es el caso de Tere Abelleira, jugadora del Real Madrid (por cierto, acaba de renovar), que llegó a Australia con todas las dudas del mundo y salió como la futbolista con mejores estadísticas del torneo.

Ahora, casi un año después, Tete, su madre, su confidente, su amiga, rememora junto a Uppers cómo vivieron aquella experiencia desde todos los puntos de vista. Tiene que hacer hueco entre las responsabilidades de cualquier madre y abuela (poco le ha cambiado la vida el campeonato del mundo de su hija), pero atiende nuestra llamada y no regatea ni un solo tema. Junto a ella, además, buceamos en el pasado de Tere y todo lo que tuvo que hacer para llegar a lo más alto del fútbol mundial.

“Creo que tardamos mucho en aterrizar después de ganar la final, por lo menos los que estábamos más cerca. Yo, viviéndolo allí, no me lo podía creer y aún me pasa ahora. Me cuesta asimilarlo aunque haya pasado casi un año. A veces te pones a pensar en ese día y fue de una felicidad inmensa”, comienza una Tete a la que su hija había recibido en Sidney con una emotiva carta de agradecimiento por todos los esfuerzos que habían hecho para que ella llegara hasta allí. 

Obviamente, Tete no esconde su orgullo: “Siempre digo que más que orgullo es felicidad por ver que alguien que tú quieres cumple sus sueños. Es una felicidad inmensa para una madre que su hijo cumpla sus sueños. A veces quieres ser humilde, pero dices: “¡Qué grande, qué pasada, mi hija es campeona del mundo!'”.

Coincidencias

Aquel 20 de agosto no era un día cualquiera para Tete. El destino había hecho coincidir su cumpleaños con el partido más importante de la carrera de su hija. Ella lo recuerda con naturalidad y a base de anécdotas. “Mi regalo fue ganar el campeonato. Recuerdo que la primera persona que me felicitó fue Olga Carmona, no mi hija. Ella me había dicho que me felicitaría siendo campeona. Fue muy bonito. Les dije a todas que me cantaran el cumpleaños feliz en el campo y me lo cantaron todas”. 

Tete sólo pensaba en disfrutar pasara lo que pasara: “Todo el mundo estaba súper nervioso, pero yo quería disfrutar del fútbol porque ya era mágico el simple hecho de estar ahí. Quería no pensar en la presión y disfrutar”. 

Sin embargo, no todos lo vivían como ella. “Habían ido los hermanos de Teresa al campo y recuerdo empezar el partido y ver a mis hijos y a la novia de mi hijo llorando de los nervios y luego, de felicidad. Fue muy bonito, en el plano deportivo y en el plano familiar”.

Rubiales no empaña el logro

Obviamente, todo lo que sucedió con Rubiales aquella noche está en el recuerdo, pero para ellas no logra empañar el logro de la selección. “Aquello que hizo mucho daño. Pero con el paso del tiempo se tiene que olvidar y pensar sólo en que son nuestras campeonas del mundo. Fue una pena porque ellas no pudieron disfrutarlo con la intensidad y la felicidad que deberían. Después de casi un año la perspectiva es diferente”, asegura.

Fue una pena porque ellas no pudieron disfrutarlo con la intensidad y la felicidad que deberían. Después de casi un año la perspectiva es diferente

Levantar el trofeo más preciado para todo futbolista, no nos vamos a engañar, no es flor de un día. Más aún si perteneces a una generación de mujeres para la que todavía el fútbol no estaba tan extendido como lo está a día de hoy (gracias a ellas, en gran medida).

El caso de Tere Abelleira no fue una excepción. De hecho, ella tuvo un año complicado antes de la cita mundialista. Su madre nos lo explica: “Todo lo que pasó hasta llegar al Mundial fue duro porque durante el año ella sufrió bastante en el equipo. No contaron con ella todo lo que pensaba. No estaba muy convencida de lo que podía pasar. Yo siempre intento relativizarlo todo y le decía que iba a ir al Mundial, pero si que si no iba, ¿qué era lo peor que podía pasar? ¡Que estuviera de vacaciones! Teresa es muy trabajadora y humilde y terminó en la lista del Mundial y fue la mayor felicidad del mundo.

Pero no nos quedemos en el año previo a la Copa del Mundo. Sigamos remontándonos en el tiempo. Vayamos a los comienzos, a cuando Abelleira era sólo una niña pequeña. “Teresa iba al fútbol por obligación con su hermano. Siempre vivió ese ambiente de fútbol. Cuando empezó, la entrenadora de Tomás comenzó a enseñarle”, narra Tete con cierta dosis de melancolía que se acrecienta a continuación. 

“Era la típica niña con ricitos rubios y lacito. Yo la ponía toda mona, pero ella iba y jugaba fútbol. Al principio lo veíamos como algo para pasar el rato, hasta que nos fuimos dando cuenta de que empezaba a gustarle más y más y, en paralelo, nos fueron diciendo que era buena”. 

Tete lo veía con cierto escepticismo: “Yo siempre decía que decían que era buena porque era una niña. Pero no. Los entrenadores me decían que era buena de verdad, nada de separar niñas y niños. Luego tuvo la suerte de tener entrenadores en Pontevedra que confiaron mucho en ella”.

En aquella época, claro, Teresa jugaba con chicos pero ya brillaba con luz propia tanto por su fútbol como por su carácter. “Uno de los entrenadores siempre decía que debía haber una niña en cada equipo porque daba aplomo y madurez. Los entrenadores y compañeros siempre la respetaron mucho”, apunta su madre, que rebusca en su memoria un momento curioso de aquellos años.

“En un partido la llamaron con los cadetes siendo todavía infantil. Yo le decía a la entrenadora que era muy pequeña, pero lo mismo dio. Teresa sabía utilizar muy bien el cuerpo y siempre la respetaban dentro del campo. Aún así, yo en el descanso le pregunté qué tal se sentía y ella sólo me decía sorprendida: “Mamá, ¡tienen barba!””.

Poco a poco Tere Abelleira se fue haciendo un hueco y un nombre en el fútbol de Pontevedra. Tanto es así que el Deportivo llamó a su puerta. Felicidad e incertidumbre  a partes iguales. “Cuando se fue a La Coruña a mí me costó muchísimo. Fue en el segundo año de cadetes. Cuando empezaron a planteárnoslo, primero hablaron con su padre, pero él decía tenían que hablar conmigo, que era ‘la que mandaba’. Manu, el entrenador, me dio mucha confianza. Era algo bonito para ella  y La Coruña está cerca, a una hora, así que decidimos que fuera. Ella estaba muy convencida”, rememora Tete. 

“Yo la vi feliz y accedí aunque quería tenerla a mi lado. Ahora lo pienso y digo:”¡Dios mío, cómo la dejé! Y eso que mira hasta dónde ha llegado”, reflexiona. 

Yo la vi feliz y accedí a que se fuera a La Coruña aunque quería tenerla a mi lado. Ahora lo pienso y digo:”¡Dios mío, cómo la dejé! Y eso que mira hasta dónde ha llegado

Otro factor era el económico. Ella se iba al Deportivo, pero en aquellos años las mujeres no se ganaban aún la vida con el fútbol. “Yo le dije lo que no podía gastar un duro, que tenía que tener todo pagado. Y tampoco hubo problema”. 

Los estudios, eso sí, se resintieron: “La única pena es que los estudios quedaron un poco de lado porque se le complicó mucho. Ahí, a ese nivel, necesitan más ayuda, más facilidades, porque los deportistas que yo conozco de alto nivel que son unos cracks en los estudios, no sufren, pero el resto, que son un montón, necesitan más ayuda”. 

En este sentido, Tete reivindica un plan para este tipo de estudiantes: “En el colegio en La Coruña nos decían que pasaba mucho tiempo fuera cuando se iba con la selección. ¡Pues claro! Pero se supone que va a ese colegio para tener facilidades en esos momentos. No digo que le regalen nada, pero que le faciliten los apuntes o le cambien las fechas de los exámenes si no está. Tiene que haber otro sistema de estudios para esta gente”. 

Y del Deportivo, otro paso de gigante para Tere. “Cuando surgió lo del Real Madrid estábamos en plena pandemia, aún encerrados, y me acuerdo que llamaron porque tenía ofertas, pero ella veía el Madrid como el equipo prioritario y lo demás no era opción. Ahí lo pasó muy mal, pero volvimos a tratar de relativizar los problemas y se fue súper contenta”.

Cierto es que, de nuevo, no fue un camino de rosas: “El cambio fue duro, el primer año le costó, pero ahora, por ejemplo, este año decidió renovar teniendo otras ofertas económicamente mejores. Decidió quedarse porque cree que le falta por dar algo ahí, sigue siendo una soñadora y una jugona. Siempre le digo que haga lo que le dicte el corazón”. 

Lo que no ha cambiado por mucho que haya ido creciendo Tere Abelleira dentro del mundo del fútbol es el ambiente en casa. Sana y divertida rivalidad porque cada uno es de un equipo, pero poca polémica. “Aunque parezca mentira, en casa se habla poco de fútbol. Somos todos muy futboleros, pero lo relativizamos. Su padre siempre fue muy crítico, hacía ese papel, y yo era el otro extremo. Ella siempre preguntaba cómo lo había hecho y en qué podía mejorar y su padre le decía. Eso sí, nunca fue agobiante con ella en ese sentido”, nos explica Tete. 

Papeles diferenciados

“Su padre tocaba más a nivel de fútbol mientras que yo iba a lo emocional, porque Teresa es muy emocional y yo también. El fútbol también necesita mucho equilibrio emocional, cualquier deportista en la élite necesita ese equilibrio. Un ejemplo fue la convocatoria para la Eurocopa, antes del Mundial. Ella no estaba en la lista y se llevó un disgusto terrible. Le dije que era la 24, que había 23 mejores y que estuviera tranquila y feliz. Ella lo relativizó y terminó yendo por la lesión de Salma, que es otra de mis niñas”, añade. 

Y si en casa de los Abelleira el fútbol no es el principal tema de conversación, sí lo es en las calles de Pontevedra, donde a Tete la reconocen como la madre de Tere. “Esto es un fenómeno que no puede parar. Ellas son ya referentes. Que las niñas y niños las tengan de referentes es muy importante. Que no solo miren el fútbol de los chicos sino también el de las chicas. Ya hay niños que dicen que son de Pontevedra como Tere Abelleira. Eso tiene mucha importancia”.

Abelleira es ya una de las caras más representativas del fútbol en Galicia… y una heroína en su familia. “Es la heroína de la familia, aunque ya lo era antes de ganar el Mundial porque Teresa es muy especial, muy querida por su carácter. Es una niña muy dulce y tranquila, la queremos un montón, la pequeñita de la familia. Cuando ella está, nos revolucionamos un poco todos”.

A las puertas de los Juegos Olímpicos, Tere es una de las referencias de la selección y sueña con colgarse el oro en París. A buen seguro que lo celebrará en Galicia con unas nécoras, su plato preferido, y en la mejor compañía… su madre.