Duplantis vuelve a batir el récord del mundo de pértiga: ¿dónde está el límite que permite la física?

Armand Duplantis lo ha vuelto a hacer. Nuevo récord mundial de salto de pértiga en los Juegos Olímpicos de París al llegar a los 6,25 metros de altura. El anterior, 6,24, también era suyo. Como el mítico Serguéi Bubka ya hacía tres décadas atrás, el atleta sueco bate sus propias marcas centímetro a centímetro, dando la sensación de que el cielo es el único límite. Pero la pregunta es obligada: ¿hasta dónde puede saltar Mondo? ¿Se está acercando al tope que permite la física? ¿Es humanamente posible llegar hasta los 7 metros?

Un récord de progresión lenta en los últimos 30 años

Desde que en 1854 se celebrase la primera competición de salto con pértiga, en la que la altura máxima que se alcanzó fue 3,05 metros, la evolución de los récords se ha debido principalmente a dos cuestiones: la mejora del material con el que se hacen las pértigas y la evolución de la técnica de salto. Del bambú de las primeras pértigas se pasó al aluminio, y de ahí a la fibra de vidrio y carbono.

Así, durante un siglo los récords aumentaron a un ritmo medio de 2,3 centímetros por año, pero desde que Bubka llegó a los 6,14 al aire libre en 1994 el incremento de la marca ha sido mucho más lento. Solo ha aumentado once centímetros, principalmente debido a que la innovación tecnológica que se ha desarrollado en otras disciplinas del atletismo no ha ido mucho más allá en esta.

¿Puede saltar hasta los 6,40 metros?

Pero desde su eclosión en la elite a los 18 años, con el título europeo, Duplantis parece el elegido para llevar un paso más allá el límite humano. Tomó el testigo del récord mundial de Renaud Lavillenie en 6,16 metros y desde entonces lo ha elevado ya nueve centímetros. La frontera de los 6,30 no parece fuera de su alcance. Y según la física, teniendo en cuenta sus parámetros físicos (peso, altura, centro de masas), la altura máxima teórica que podría alcanzar Dupontis llegaría a los 6,39 metros. La cuestión es si esos cálculos pueden llevarse a la práctica.

En el entorno de atleta lo creen posible. Su padre y entrenador, Greg Duplantis, estima que todavía tiene mucho margen de mejora. "Creo que dentro de cuatro años será mejor de lo que es ahora. Ya salta más alto que nadie y aunque parezca una locura puede acercase a los 6,40 metros, sino saltarlos, pero requerirá mucho trabajo", predice.

La velocidad de entrada a la pértiga puede ser la clave

¿Dónde puede mejorar el flamante campeón olímpico? El salto con pértiga combina velocidad, fuerza, técnica y física en una sola secuencia compleja de movimientos. En el primero de esos parámetros puede estar la clave. Es difícil que Duplantis mejore su ya excelsa técnica sobre el listón, pero aún puede llegar más rápido al cajetín. En esta disciplina, el atleta corre a una gran velocidad con el objetivo de generar energía cinética que utilizará para doblar la pértiga y lanzarse hacia arriba. Esto es, cuanto más rápido corra, mayor será la energía cinética que acumule.

El sueco es capaz de alcanzar una velocidad máxima de 37,3 kilómetros por hora en su carrera con una pértiga en la mano. Eso hace que cuando se pone por encima del listón, con el efecto de su gravedad, su cuerpo de 78 kilos pese como si tuviera 220 kilos. "Entreno seis días a la semana y solo dos o tres son de técnica. Trabajo básicamente como un velocista, para mejorar la velocidad y en gimnasio hago cosas explosivas. Cuanto más rápido sea en la pista, más saltaré", ha explicado el mismo Duplantis.

En la velocidad de entrada en la pértiga también podría ayudarle alguna innovación en las zapatillas; o podría podría utilizar una pértiga más dura que la que maneja, que es de una flexibilidad de 12,5, mientras que Bubka las usaba mucho más duras (10,5). Cualquier detalle puede ser relevante para arañarle un centímetro más a la historia. Lo que sí parece claro es que incluso mejorando la eficiencia al máximo y minimizando las pérdidas cinéticas, hay unos límites muy claros en la cantidad de energía que una pértiga puede almacenar y devolver. Superar los siete metros sigue pareciendo una frontera inalcanzable. Incluso para Duplantis.