La cordillera del Himalaya esconde montañas escarpadas, tormentas de nieve, vientos endemoniados y situaciones límite. Es una lengua de piedra helada y hielo de más de 400 kilómetros que atraviesa Pakistán, India, Nepal, China y Bután. En esa cadena de dimensiones bíblicas se esconden también los montes más altos del mundo, situados por encima de los 8.000 metros. Solo 45 personas habían logrado hacer cumbre en todos ellos hasta el pasado lunes, cuando el 'club' de los alpinistas que han tocado el techo del mundo había recibido un nuevo integrante, que a su vez había batido un récord inédito en el mundo del alpinismo: ser la primera persona con diversidad funcional que ha alcanzado las 14 cumbres más altas del mundo. Sin embargo, ayer se conoció que Kim Hong-bin falleció en el descenso del Broad Peak, la cumbre que le faltaba para conseguir un hueco en los anales de la historia del montañismo de altura.
Esta es la historia de Kim Hong-bin, el montañero surcoreano que, a sus 57 años de edad, consiguió durante unas horas el sueño que llevaba persiguiendo desde hacía más de 30, pero cuyo periplo en las alturas ha terminado con un trágico final.
El pasado domingo, Hong-bin alcanzó la última cumbre por encima de 8.000 metros, el indomable Broad Peak, de 8.047 metros sobre el nivel del mar situado en el Karakórum, entre China y Pakistán, después de aprovechar una ventana de buen tiempo, según recogió la agencia de información Yonhup de un comunicado emitido por la Federación de Alpinismo de Gwangju. La hazaña sucedió en una temporada atípica, marcada por los estragos causados en algunos de los países asiáticos que atraviesa la cordillera del Himalaya (como India, Pakistán, Nepal o Bután) por la pandemia del coronavirus, que ha obligado a muchas expediciones a cesar en sus intentos de cima, como le pasó al español Carlos Soria en su viaje al Dhaulagiri.
Durante el descenso, las cosas se complicaron. Tal y como relató el esquiador Anton Pugovkin en redes sociales, miembro de la expedición Death Zone Freeride presente en el Broad Peak, Kim sufrió una caída de 15 metros en una de las grietas del collado de la montaña que no pudo superar. Pese a los intentos de rescate, Hong terminó falleciendo.
La afición -o mejor dicho, vocación- de Hong-bin viene de lejos. Desde una edad temprana siempre se interesó por la alta montaña. El punto de inflexión de su vida llegó cuando apenas tenía 26 años, edad a la que ya cargaba una gran experiencia en este tipo de terrenos. En una expedición al monstruoso monte Denali, también denominado McKinley (6.190 metros, el monte más alto de Norteamérica), sufrió un aparatoso accidente que le costó la amputación por congelación de los diez dedos de las manos.
Desde entonces compitió y ganó títulos de alcance internacional en ciclismo adaptado e incluso en algunos Juegos Paralímpicos de Invierno, en la disciplina de esquí alpino, tal y como cuenta el medio especializado Desnivel. Lejos de alejarle del deporte de élite, el alpinista surcoreano se lanzó de lleno a nuevos e ilusionantes retos que le mantuvieron, durante los diez años posteriores a su accidente en el Denali, con las ganas de volver algún día a los macizos más voraces y altos del mundo.
Superados los traumas personales, el montañero de Corea del Sur comenzó a ganar protagonismo en su país al lograr las cimas de algunos de los ochomiles, aunque el siguiente punto de giro de su carrera fue en 2009, cuando alcanzó el techo del mundo, el monte Everest. Allí, el poder llegar a conseguir los 14 montes de más de 8.000 metros comenzó a ser una realidad cada vez más próxima.
Uno a uno, Hong terminó consiguiendo subir las cumbres más altas del mundo, incluido el Broad Peak. Pero la montaña es traicionera, y un solo gesto terminó condenándole para siempre.