El pasado mes de diciembre terminó el Mundial de Fórmula 1 de 2021, uno de los campeonatos más igualados y polémicos de los últimos cinco años. Tras encadenar cuatro títulos mundiales seguidos, el inglés Lewis Hamilton, que desde que debutó en la máxima competición automovilística ha ganado siete Mundiales que igualan su palmarés con el de Michael Shumacher, el eterno Kaiser, perdió el trono de campeón a manos de Max Verstappen, la joven estrella de Red Bull, en una muy controvertida carrera que se decidió en la última vuelta y con un Safety Car de por medio.
El gran premio de Abu Dahbi de 2021, ciudad en la que se produjo esta última carrera, mantuvo a miles de espectadores pegados a sus televisores. Y no es para menos, considerando que tanto Hamilton como Verstappen llegaron al premio empatados a puntos. Su controvertido final, en el que la salida a pista a falta de cinco vueltas de un Safety Car permitió que Verstappen, segundo, borrase toda la ventaja de tiempo que Hamilton, que había dominado la carrera desde prácticamente su inicio, le sacaba y que se saldó, finalmente, con la victoria del holandés frente al inglés, ha dado pie a un gran número de debates en el que los aficionados se preguntan quién debería haber ganado, si la victoria es justa y quién es mejor piloto de los dos.
Los debates sobre la habilidad o falta de habilidad de los pilotos de Fórmula 1 no son, sin embargo, nuevos. Y tampoco son exclusivos de los aficionados. Muchas de las críticas que se le hacen al deporte es que los pilotos no deberían considerarse deportistas como tal, ya que, defienden, una parte importante del rendimiento y el éxito depende de la ingeniería de los monoplazas, de sus capacidades para recortar más segundos. Y si bien es cierto que tener un buen coche es fundamental para conseguir buenos resultados, muchas veces se olvida que la Fórmula 1 es uno de los deportes más exigentes del mundo y que, para poder competir, no solo basta con ser un gran conductor, sino que es necesario estar en una excelente forma física.
El motivo es sencillo: en una carrera, los pilotos deben soportar temperaturas asfixiantes y cambios bruscos en su frecuencia cardiaca. Por ello, deben contar con la resistencia suficiente para aguantar bajo estas condiciones durante dos horas. Para ello, lo habitual es que entrenen cuatro zonas: el cuello, las piernas, los brazos y los hombros y el tren superior, y que realicen ejercicios cardiovasculares.
Otra consecuencia del calor asfixiante de los monoplazas, que pueden llegar a alcanzar los 50 grados centígrados, es la pérdida de peso. Aunque las calorías que un piloto puede perder varían dependiendo de la humedad y el calor de la ciudad en la que corran, se calcula que estos deportistas pueden perder entre 600 y 1.500 calorías durante un Gran Premio. Esta pérdida está provocada tanto por el sudor que generan durante las dos horas de carrera como por la fuerza G que experimentan y se traduce en un disminución de entre tres y cinco kilos de su peso corporal que les obliga, de nuevo, a estar en muy buena forma física para no desfallecer.
Para evitar la deshidratación durante una carrera, además, los pilotos deben beber alrededor de un litro y medio de una bebida isotónica que incluye glucosa, vitaminas y minerales. Estos líquidos se reciben a través de un sistema de hidratación que lleva incorporado el monoplaza y que se activa mediante un botón en su volante. Para expulsarlos, por cierto, los pilotos, que, evidentemente, no pueden detener la carrera para ir al baño, deben orinar sobre sus trajes. ¿Lo sabías?
Otra curiosidad que tal vez no tenías en mente es que los pilotos cambian la velocidad de su vehículo entre 2.500 y 4.000 veces durante una sola carrera y que los monoplazas tardan solo 2,6 segundos en pasar de cero a cien. Vamos, que si parpadeas te lo pierdes. Además, la comida que realicen antes de un gran premio es muy importante, ya que debe aportarles la energía suficiente como para superar todos los grandes retos de la carrera.