Es verano, el calor aprieta y las ganas de hacer planes se limitan a quedar a la sombra para tomar una cañas fresquitas con los amigos o ir a la playa o la piscina para refrescarte ante los más de 30 grados que marca el termómetro, más de 40 si nos viene una de las ya frecuentes olas de calor en estos meses. Pero los más activos y deportistas no quieren dejar de moverse, cosa que está bien pero hay que tener precaución con varios aspectos para prevenir la deshidratación o un golpe de calor.
Que haya calor no significa que no podamos hacer deporte, pero sí que cambiemos nuestros hábitos para evitar el peligro. Exponernos a grandes esfuerzos mientras ahí fuera las temperaturas no son precisamente las más suaves nos puede provocar mareos, calambres, sobre todo en las piernas, dolores de cabeza, mayor cansancio e incluso una lipotimia Estos síntomas debes tenerlos siempre en mente porque solo significan una cosa: para.
En pleno verano o en jornadas en las que el termómetro sobrepasa los 40 grados lo ideal es olvidarnos de hacer ejercicio en la horas centrales del día, entre las 12:00 y las 17:00, aunque lo preferente es hacer deporte a primera hora de la mañana o a última de la tarde, cuando la sensación térmica es más fresca y el calor no será tan potente como durante el mediodía o primera hora de la tarde.
Pero claro, puede que se dé la casualidad de que justo las horas centrales del día son las únicas que tienes disponibles para hacer deporte. ¿Quiere eso decir que en verano abandonas el ejercicio? No tiene que ser así, pero debes aumentar la precaución. Si sales fuera, lo ideal es mantenerse en zonas con sombra, como parques arbolados, o en interiores que cuenten con una buena ventilación. Y si el calor es muy fuerte, no pasa nada por reducir la intensidad del entrenamiento.
A ello debe sumarse una buena hidratación. Si ya de por sí con el calor lo necesitamos, más aún cuando la actividad física tiene lugar en jornadas con altas temperaturas, pues se pierde mucha más agua que cuando hacemos ejercicio en invierno, por ejemplo. Por eso mismo, antes de empezar la actividad deberíamos beber agua y durante el ejercicio no olvidarnos de dar algún que otro sorbo cada cierto tiempo. En todo caso, las frutas del verano, como la sandía o el melón, también nos permitirán mantener nuestro cuerpo bien hidratado.
La vestimenta es otro factor clave. Si cuando salimos a correr en invierno nos protegemos bien del frío, en verano también hay que pensar que no todos los tejidos serán igual de cómodos ante el calor. Por eso no solo debe ser ropa ligera, también transpirable. Y dado que lo normal será usar ropa corta, no se nos puede olvidar proteger la piel con crema solar, pues el sol en esta época está muy fuerte y podríamos acabar con quemaduras.
El protector solar, además de cuidar nuestra piel, debemos recordar que es importante que sea resistente al sudor. Además, aunque para muchos sea algo incómoda, no está de más utilizar una gorra para proteger la cabeza y nuestra cara de la radiación solar.
Por su parte, algunos deportes, como la natación o el surf, acuáticos y muy veraniegos, nos pueden engañar con la sensación al estar dentro del agua, pero seguimos estando expuestos a altas temperaturas, en especial si son al aire libre, por lo que no se debe olvidar ni la protección solar ni la hidratación constante. Parece que no sudamos, pero el gasto energético es similar.