23 de junio de 2005. Equipado con un traje de alas, provisto de oxígeno y acompañado por Toni López y Álvaro Bultó, el paracaidista Santi Corella (Calatayud, Zaragoza, 1962) hace historia al completar una hazaña única: cruzar, entero, el estrecho de Gibraltar. Récord en caída libre -6 minutos y dos segundos, posteriormente batido por él mismo en Gran Canaria, con 6 minutos 47 segundos-, velocidades inimaginables para un humano -admitió haber volado, durante algunos segundos, a más de 400 kilómetros por hora- y una altura superlativa -35.000 pies, el salto más alto de la historia de España-.
Hoy, retirado de la actividad desde hace tres años, recuerda cómo fueron aquellos primeros saltos, reflexiona sobre la peligrosidad del salto BASE (también realiza la necesaria distinción entre esta práctica y el paracaidismo tradicional) y ensalza la edad como una virtud, más que un defecto, a la hora de empezar en el paracaidismo.
Pionero -primera nómina de paracaidista en España- y referente, Santi Corella (58 años) atiende a Uppers, recordar cómo era el paracaidismo primigenio en España y explicar el camino que hay que realizar hasta llegar a saltar de forma autónoma.
Por aquel entonces, en España no había, apenas, un movimiento vinculado a esta disciplina. Era una actividad reservada a la vertiente militar y no se ejercía como deporte, ocio ni trabajo. A Santi siempre le interesó. "Yo tenía inquietudes y ganas de hacer cosas. Me gustaba la aventura y la naturaleza, lo que le gusta a muchos jóvenes. Tenía 20 años o así y me atraía el paracaidismo, tenía la atracción sin conocerlo. En aquellos momentos no había mucho paracaidismo. Aquí, lo practicaban los militares", recuerda.
Buscando y buscando, finalmente halló lo que tanto ansiaba. "Al final encontré a un par de chicos que habían saltado en un club y conseguí contactar con ellos. Hicimos un club y comenzamos: estuve como dos años preparando el tema. Y cuando salté por primera vez, no me decepcionó. Desde entonces, treinta años de profesión".
Sin cursos ni materiales, el periplo por las alturas de Corella comenzó reciclando materiales de deshecho de la brigada de paracaidismo del ejército. "Los equipos que tiraban nos los cedían. Nosotros los reparábamos y saltábamos. Saltabas solo, hacías unos cuantos saltos en automático -modalidad en la que el paracaídas se abre solo, a través de un mecanismo de cinta pegada al avión-, unos seis saltos, y luego tú solo. Era ensayo, error y aprendizaje", comenta.
Aquellos primeros y temerosos saltos se convirtieron, con el tiempo, en la razón de vivir de Corella. Y no solo eso: también en su fuente de ingresos, en su trabajo. "Soy la primera nómina de paracaidista de España. Así como en Europa y América había profesionales, aquí era todo amateur. Los instructores eran deportistas que en su tiempo libre transmitían el deporte. Aquello era lo que veía que me gustaba".
Una vez adquirió la experiencia suficiente, comenzó a trabajar como instructor en el centro de paracaidismo de Empuriabrava (Catalunya), que en un determinado momento llegó a ser un lugar clave de la disciplina en todo el mundo. Paralelamente, hacía lo que de verdad le apasionaba. "Estuve en el equipo nacional de vuelo en formación: por ahí llegué al paracaidismo profesional. Cuando terminé con el equipo nacional fue cuando aparecieron los trajes de alas y comencé a volar con ellas, con la participación de los patrocinadores".
La llegada del traje de alas supuso un punto de giro en su carrera profesional. Acompañado por colegas paracaidistas, Corella comenzó a viajar por distintos lugares de la esfera buscando nuevos retos ilusionantes. De aquella bonita época, el exparacaidista guarda con cariño dos destinos concretos: Groenlandia y Venezuela.
"Me gustaría volver a Groenlandia, al Ulamertosuaq (una monstruosa lengua vertical de piedra que alcanza los 1.858 metros de altura). Estuvimos buscando sitios. No se había saltado nunca por allí; estuvimos 15 días para poder hacer un par de saltos; no es tanto el sitio como la experiencia, la manera en la que haces las cosas", argumenta. Los detalles de aquella aventura, así como los saltos y las impresiones de los protagonistas (Santi Corella, Toni López, Álvaro Bultó, Armando del Rey, Darío Barrio, Álex Txikon, Iñaki Ituarte) se pueden ver en el documental Next Stop: Greenland, dirigido por Lara Izagirre, que enseña la cara B de este tipo de expediciones.
El otro gran viaje de su vida en las alturas fue Venezuela. Nada de helicópteros: seis días de trekking, una imponente cascada de 979 metros de altura. "Tuvimos que volver por un camino distinto, en un cayuco por los afluentes del (río) Amazonas. Fue cojonudo", resume.
Pero todo tiene un límite, incluso las actividades que buscan desafiarlos. Tras meditarlo, hace tres años, Corella colgó el paracaídas. "Me retiré porque he vivido mucho. Si practicas deporte a alto nivel, vas gastando tu cuerpo. Eso pasa en todos los deportes, con las lesiones. Incluso los que más se cuidan, los que tienen detrás un equipo de médicos, todos se van cascando y se van llenando de cicatrices. Yo había tenido fracturas de vértebras, hernias... Lo alargué todo lo que pude. Para mí era una forma de vida, era mi vida, como yo me expresaba y entendía. Pero no pude seguir".
Desde entonces se dedica a otros deportes por puro disfrute, como la montaña o la vela ligera. El mismo año que aparcó definitivamente el paracaidismo, "machacado física y sobre todo mentalmente", un amigo le tentó con una escapada al Mont Blanc. Allí se fue, y allí culminó una de las expediciones obligatorias para cualquier amante de la montaña: el tour por el macizo del gigante francés.
Confiesa que su afición, en los últimos tiempos, es el tiro al plato, un deporte "muy mental que exige poco físico". Cuenta también que el pasado fin de semana (24/25 de abril) debía acudir al Campeonato Nacional de Tiro al Plato para asesorar a varios tiradores. También participó, aunque antes de la prueba ya advertía que iba sin pretensiones de conseguir el podio. Le pinchamos para que lo luchase, pero no hubo forma de motivarle: "son todos buenísimos".
Ante el anuncio del Comité Olímpico Internacional de la inclusión de nuevos deportes para París 2024 (breakdance, surf, escalada y skateboard), le preguntamos a Santi si, en un futuro próximo, ve el paracaidismo como disciplina olímpica. "Se ha intentado bastantes veces, pero el paracaidismo tiene un handicap las pruebas han de realizarse en una fecha fija. Esta limitación se lo pone difícil a un deporte que depende al 100 % de las condiciones meteorológicas para poder desarrollarse.
"En el paracaidismo te puedes encontrar que esté lloviendo o que tengas 40 nudos de viento. Entonces, la fecha no se puede hacer. Es un deporte outdoor que depende de la climatología. Todos los demás deportes se pueden hacer. No ha entrado y no entrará", sentencia.
Llegada la madurez, ¿es tarde para empezar con un deporte como el paracaidismo? Santi Corella lo niega. Es más: es un momento idóneo para aprender. "Más que dificultades, tiene ventajas. Son personas más centradas, reflexivas; por lo general, están dispuestas a recibir y entender la instrucción. Hay un ambiente distinto al que están acostumbrados. Además, es muy fácil: hay que saber caer estable, abrir y controlar el paracaídas. Cuando ganas experiencia puedes ir complicándote, pero si no quieres, puede ser muy sencillo".
"Muchísima gente empieza a los 50 años", asevera el exparacaidista e instructor. De su etapa como instructor guarda algunas anécdotas que valen oro, como la de un matrimonio de edad avanzada que realizó el curso a sus 80 años. La mujer, Rose, le dijo a Santi que en realidad ella no quería hacerlo, que lo hacía para que su marido estuviera feliz, porque era una de las ilusiones de su vida, una de esas cosas pendientes. La mujer saltó con su marido. Una vez lo vio el hombre, lo dejó. "Realmente, se puede empezar tarde. No tanto, pero mucha gente empieza a estas edades. Es típico de personas que, al completar la primera fase de su vida, llegan a una crisis existencial. Uno de los puertos puede ser el paracaidismo", explica Corella entre risas.
Es una de las grandes dudas que rodean a este deporte. El camino exige un curso, saltos de práctica, experiencia y paciencia. "Primero hay que aprender a saltar. Ir a un centro de paracaidismo profesional y hacer el curso de caída libre acelerada. Se aprende lo básico: estabilidad en caída libre, saber controlar lo básico, ser capaz de abrir el paracaídas y controlarlo. Después, son siete saltos acompañado por paracaidistas, en los que te ayudan con radio". Una vez el manejo del paracaídas está claro, es necesario coger experiencia.
Corella realiza la necesaria distinción entre paracaidismo y salto BASE, una disciplina relativamente joven, mucho más peligrosa que el salto convencional. La diferencia reside en que mientras el paracaidismo se realiza desde el cielo, saltando desde un avión o helicóptero, en el BASE se salta desde superficies inmóviles como montañas o edificios.
"Son dos cosas muy distintas. El paracadismo es un deporte con una evolución, lleva bastantes años, y la parte que los pioneros tuvieron que pasar y sufrir es lo que está pasando con el salto BASE. (...) En el paracaidismo estamos hablando de un entorno controlado: tú solo puedes practicarlo en un centro reglamentado, desde aeronaves también reglamentadas. Está todo muy normalizado: eso hace que sea seguro".
"El BASE es un poco más libre; te puedes comprar un equipo y saltar por tu cuenta". La difusión que ha habido en redes sociales lo sacó del desconocimiento y lo acercó al público general. "Pero es mucho más peligroso. En el paracaidismo, aunque haces caída libre, no tienes obstáculos durante la caída, y terminas a mil metros; tienes mil metros para solucionar los posibles problemas. Además, hay sistemas de apertura automática. En salto BASE abres el paracaídas al lado del suelo y no puedes llevar ayudas. Un error, una pérdida de altura, un retraso, un despiste... Es un accidente mortal".
Si el objetivo del que empieza a saltar ahora es el salto BASE o el vuelo con alas, Corella (y el gremio) aconseja, primero, un mínimo de 200 saltos en caída libre. Después, un curso con un instructor que explique las diferencias entre una y otra práctica y una mayor acumulación de experiencia, hasta llegar a los 500 saltos. Solo entonces, uno debería plantearse la posibilidad de realizar este tipo de paracaidismo.
Así y todo, el consejo de Corella, aunque paradójico, es claro."Yo el salto BASE no lo voy a recomendar a nadie. Parece una contradicción, pero requiere una dedicación. Que estés centrado, bien físicamente, que sepas decir que no. También requiere conocimientos. Es muy peligroso. Yo he perdido muchos amigos, muy buenos amigos. Y los he perdido haciendo las cosas bien, con cabeza y precaución. A veces, haciéndolo todo bien, algo se tuerce y no hay solución. El que quiera hacerlo, que lo haga: cada uno debe elegir su camino. Las sensaciones que he obtenido del BASE no las he podido sacar de ninguna otra actividad en el planeta. Pero es peligroso, y hay que lidiar con eso".