Es 1986. Mundial de México. Estadio Azteca. Inglaterra y Argentina disputan su partido de cuartos de final. Y es el minuto 55. Es el gol con el que han soñado y seguirán haciéndolo los niños que quieren ser futbolistas. Incluso los futbolistas que ya lo son. Las estrellas mundiales. Sí, ellos sueñan también con hacer uno como ese. También es la narración con la que sueña cualquier periodista deportivo. Es el 'Iniesta de mi vida' del país argentino pero también del fútbol mundial. Hoy que ha muerto Diego Armando Maradona, Víctor Hugo Morales está a un mes de cumplir los 73. Y aunque solo es 12 años mayor que Maradona, debe haber sentido algo así como la pérdida de un hijo. El futbolista dejó para la inmortalidad el que para muchos es el mejor gol de todos los tiempos. Y el periodista dejó para la historia del fútbol, de la televisión y del periodismo deportivo una narración a la medida de la talla de ese gol. La jugada es para verla y oírla. No para leerla.
"Vi a Diego correr por la orilla del mundo", ha dicho Víctor Hugo de la jugada. De dónde le salió esa narración es algo que solo la magia del fútbol puede explicar. "Está ganando Argentina por dos a cero y quiero pedirles disculpas por haber abandonado cualquier tipo de tono profesional. No sé si ustedes pueden comprenderlo". Así, con preocupación por un posible exabrupto, reaccionó Morales segundos después de la narración. "Yo era un tipo más bien medido", ha dicho también. La narración de Víctor Hugo ha trascendido la historia del fútbol. "Yo vi un golazo pero nunca uno que atravesaba los tiempos. Él lo hizo", reconoce Alejandro Apo, otro de los míticos narradores de fútbol del país latinoamericano.
La épica detrás del gol tiene muchos correlatos. Uno de ellos, la Guerra de Malvinas, ganada por los británicos apenas tres años antes y que, pese a la herida en la conciencia del país sudamericano, llevó al derrumbe definitivo de la dictadura. "Pienso en México 86 y la primera imagen que se me cruza por la cabeza es el gol a los ingleses. Pero no es nada nuevo, desde siempre fue así. Porque era como ganarle más que nada a un país, no a un equipo de fútbol. Si bien nosotros decíamos, antes del partido, que el fútbol no tenía nada que ver con la guerra de las Malvinas, íntimamente sabíamos que habían muerto muchos pibes argentinos, que los habían matado como pajaritos... Es cierto, públicamente se declaraba que las cosas no se mezclaban, pero era mentira. Porque inconscientemente lo teníamos bien presente". Así reconocía el propio Maradona años después que, por supuesto, la política estaba más que presente en ese partido.
Otra circunstancia que hacía el gol todavía más legendario es que, apenas cuatro minutos antes, también obra de Maradona, Argentina había marcado otro de los goles más célebres de la historia. Uno de los ‘robos’ más icónicos. Con la mano, descaradamente, había logrado el Pelusa abrir el marcador. ‘La mano de Dios’, se bautizó a aquel gol. Un tanto que, de no existir la obra de arte que el 10 argentino tenía reservada, habría hecho a Argentina pasar a la historia como campeona gracias a un gol tramposo. "El primero fue como robarle la cartera a un inglés y el segundo tapó todo", diría el propio Maradona diez años después recordando el partido. "Uno tiene miedo de quedar mal ante el oyente al decir que el gol más querido es un gol viciado por elementos que deberían haberlo anulado", recordaría también Víctor Hugo sobre su narración de aquel gol con la mano, en la que vino a decir que si era contra los ingleses, aun reconociendo que era mano, el gol valía.
El último rasgo de misticismo de aquella jugada era lo que vendría después. El icono derribado por su propio desastre. La terrible ironía de haber hecho, quizás, el mejor gol de todos los tiempos para llevar a su equipo a ganar el Mundial de fútbol, con 25 años, en lo mejor de su carrera, y sin saber, de esa manera cruel con que felizmente se desconoce el infortunio justo antes de acontecer, que ahí empezaba la caída. “¿Sabés qué jugador hubiese sido yo si no hubiese tomado cocaína?”, se preguntaba el mismo años después. Lo desolador es que sí lo sabemos. Lo supimos esa tarde de México 86.