Seguro que de un tiempo a esta parte te has cruzado con personas (solas o en grupo) caminando a buen ritmo por parques, jardines o entornos campestres equipadas con bastones. Son aficionados a la marcha nórdica, una disciplina deportiva con casi un siglo de historia: cuando en los años treinta del siglo pasado los esquiadores de fondo de Finlandia (de ahí lo de 'nórdica') empezaron a entrenar en verano, recurrieron para ello a sus inseparables poles.
En los noventa se estableció la 'nordic walking' como la conocemos hoy, y según la federación española no fue hasta 2005 cuando se introdujo en España a través de los pioneros cursos organizados en L’Alfàs del Pi (Alicante), que atrajeron primero a residentes alemanes y, después, a los locales. Por sus características, se ha convertido en actividad lúdica favorita de muchos uppers, entre quienes está Tomás Astobiza, jubilado de 69 años (trabajó en el ámbito de la mecanización de oficinas y en una compañía de capital extranjero), quien hoy ejerce de monitor.
"He sido aficionado a la montaña de siempre", nos cuenta. Descubrió la marcha nórdica hace seis años, mientras hacía una ruta de senderismo con amigos. “Nos encontramos a una chica con un grupo de señoras caminando con bastones. Y nos dio una charla que nos dejó… Nos dijo que era buenísimo. Me abrumó. Soy un tipo curioso, y me puse a buscar. Encontré mucha información sobre sus beneficios. Me pareció una actividad muy adecuada para gente mayor, porque se adapta muy bien a las condiciones de cada uno”. Tomás localizó una escuela de nordic walking en Madrid, y cuando poco después se organizó el primer curso de entrenadores en la Universidad Europea, se apuntó y lo terminó. "Fue una mezcla de casualidad y curiosidad”" comenta.
Si hubiera que describir la marcha nórdica con un solo adjetivo, sería "completa". "Tiene una ventaja sobre el caminar normal —sigue Tomás—, y es que usas el otro 50% del cuerpo que no utilizas habitualmente cuando caminas o haces senderismo. En cualquier actividad, excepto la escalada, vas a trabajar mucho las piernas. Con esto, en cambio, favoreces la musculatura de los brazos y la circulación de retorno. Me había convencido la mera teoría, pero al segundo día de practicarlo me convencí totalmente".
Según la Universidad de Burgos, los beneficios de la marcha nórdica son múltiples: fortalece todo el cuerpo; supone un trabajo cardiovascular controlado; ayuda a mantener el colesterol y la presión arterial a raya; mejora las articulaciones y corrige posturas viciadas; gasta entre el 22% y el 46% más de energía que en cualquier otro deporte, por lo que ayuda a metabolizar las grasas; aumenta la sensación de bienestar, liberando endorfinas, y a traves de la respiración se toma consciencia del momento presente y de lo que acontece en el cuerpo y el entorno; y, por último, es apto para todas las edades y bolsillos, pues solo hay que invertir en zapatillas y bastones.
Investigadores japoneses compararon los efectos para la salud de la marcha nórdica con los derivados de la marcha convencional y los ejercicios de gimnasio. Hallaron que la primera brinda "mejores beneficios completos al mejorar la fuerza de la parte superior del cuerpo, la resistencia cardiovascular y la flexibilidad". En consecuencia recomienda "la marcha nórdica como un modo eficaz y eficiente de ejercicio simultáneo para mejorar el estado físico funcional general en adultos mayores".
A partir de su trabajo de campo (nunca mejor dicho), Tomás está en disposición de afirmar que es un gran ejercicio: "La movilidad es muy importante a partir de cierta edad, y el mantenimiento de la masa muscular también. La gente incluso corrige la postura al caminar: deja de arrastrar los pies, causa de caídas en personas mayores. Es bueno para todo el mundo, y para la gente mayor mucho más, porque algunos se abandonan. Hay que estar en buenas condiciones físicas hasta el final". También se trabaja la apertura de mano; ese abrir y cerrar "bombea la circulación y viene muy bien para prevenir los edemas linfáticos en señoras que han tenido cáncer de mama", añade.
El contacto con la naturaleza y el respirar aire puro es sin duda otro de sus alicientes, pero no conviene desdeñar uno muy importante: activa la vida social de quienes la practican. "Socializas mucho", dice Tomás. De manera altruista, Tomás ha creado un club de marcha nórdica llamado Kminante Sénior, que imparte cursos y concierta salidas en grupo por Madrid y su provincia un mínimo de dos veces por semana. Estas salidas, explica, tienen una distancia media de 12 kilómetros y pueden realizarse en zonas periurbanas (en la periferia de la ciudad) o enclaves de montaña; suelen incluir tiempo para el turismo y la gastronomía. "Junto con el senderismo —indica—, es un tipo de ejercicio que puedes practicar mientras hablas, y eso para gente mayor es muy interesante. Se crea amistad, se comparte una afición… Terminamos comiendo juntos en algún restaurante de la zona. Perdemos 500 calorías y ganamos 2.000. ¡La felicidad también da salud!".
Tras cuatro años practicando la marcha nórdica, Albino (76) está encantado. "Cada día me gusta más", dice. Acaba de hacerse una ruta desde la estación de San Yago, en Galapagar, hasta la localidad de El Escorial, ambas en Madrid. Entre los atractivos de este deporte destaca su universalidad. "Lo puede practicar cualquier persona, y casi en cualquier parte: en parques, jardines, montaña…", explica. A medida que comprueba sus progresos, admite que se pica. También se siente más ligero y en forma. "Es muy bueno para la salud: cada día te encuentras mejor", afirma.
También cuatro años lleva caminando con bastones Enrique (67), que vive en Tres Cantos, a las afueras de Madrid. "Cuando me prejubilé, salía a pasear todas las mañanas por las calles y los parques de mi ciudad", cuenta. "De vez en cuando veía a gente andando con bastones, en número creciente a medida que pasaba el tiempo. Al principio pensé: ¡ni que estuvieran en la montaña! Aun así, busqué información y descubrí que se trataba de marcha nórdica. Leí acerca de sus beneficios y me dije: vamos a probar. Por mi cumpleaños pedí que me regalaran unos bastones…, y hasta hoy".
"Al principio salía solo —continúa—, pero quieras o no te pones a charlar con otros aficionados y terminas formando un grupo, con el que ahora salgo cada mañana". Físicamente, asegura, le ha venido muy bien. "Pertenezco a una generación que no ha dado mucha importancia a la actividad física. Hoy todo el mundo va al gimnasio o practica running, pero hace treinta años no era tan frecuente. Quizá por eso llegamos a estas edades más oxidados. Quienes estén muy en forma probablemente no notarán grandes cambios con la marcha nórdica, pero para los que hemos llevado una vida sedentaria, es una actividad muy tonificante, además de agradable: disfrutas del sol, del aire fresco y del contacto con personas de tu perfil".
Tomás Astobiza comparte con nosotros las pautas que da a quienes se ponen bajo su tutela para introducirse en este deporte: "Cuando viene una persona nueva, se le da un curso. Se le cuenta en qué consiste la marcha nórdica, y después nos desplazamos a una zona lisa, como un parque, donde se imparten los primeros conocimientos. Y luego se empieza a practicar con el bastón, que es al final lo que más difícil resulta. De lo que se trata es de andar de forma natural pero con bastones. La zancada se da un poco más larga… El brazo no va en ángulo, sino extendido. Cuando alguien coge un bastón, instintivamente pone los brazos en ángulo; hay que eliminar ese hábito: hay que caminar con el brazo extendido".
Sobre la elección de estos, Tomás recomienza empezar con los más baratos, "de unos 15 euros. Ya habrá tiempo de comprar unos mejores. Los hay hasta de 200 euros, pero con un bastón mediano de 50 euros va uno sobrado. Rígidos para la ciudad y de tres tramos para el campo. Con zapatillas deportivas que tengan buen agarre. Ropa cómoda, una botella de agua, chubasquero…". Con el equipamiento necesario y un par de días de ensayos cualquiera está en disposición de darlo todo bastones en mano.