Los avances en investigación capilar y en tecnología aplicada permiten realizar injertos de pelo tanto en hombres como en mujeres. Sin embargo, existen diferencias entre el trasplante de pelo femenino y masculino.
Para que nos explique los detalles, las técnicas y cómo es el injerto capilar en mujeres, por ser menos difundido, en Uppers hemos charlado con Alejandro Camps Fresneda, dermatólogo y experto en injerto capilar del Grupo Español de Dermatología Estética y Terapéutica (GEDET) de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV).
La causa de la pérdida definitiva total o parcial del pelo en la cabeza es la alopecia androgenética. Alejandro Camps apunta que “no se trata de una enfermedad, sino de un carácter sexual secundario, al igual que tener más o menos vello en el pecho, en la barba o en las piernas. Es una expresión muy propia de los hombres, ya que en las mujeres sus niveles de estrógenos frenan el crecimiento del pelo en esas zonas”, puntualiza el dermatólogo.
Por lo general, a partir de la adolescencia, un gran número de varones empieza a perder el cabello, un proceso que se puede alargar toda la vida, debido a esa alopecia androgenética. Llega con la adolescencia y se suma a la predisposición genética que predefine la intensidad de ese cambio.
Todo empieza cuando la testosterona, la principal hormona sexual en los hombres, durante la pubertad genera el crecimiento del vello en el cuerpo al igual que el desarrollo muscular o la profundización de la voz. En la adolescencia, hacia los 18 ó 21 años, puede iniciarse la alopecia androgenética porque la testosterona se transforma en dihidrotestosterona (DHT), que altera el crecimiento del cabello e induce a la calvice en las zonas predispuestas a ella.
Se debe a que la DHT se une a los receptores de los folículos pilosos y acorta el ciclo capilar normal lo que favorece la miniaturización del folículo. La consecuencia es que el pelo pierde calibre y calidad y acaba cayendo porque el folículo se atrofia.
Tal como adelanta Alejandro Camps, “alrededor de los veinte años, los hombres experimentan la caída del pelo en las áreas laterales de la frente donde posteriormente se abren las entradas”. Después, “empiezan a verse afectadas áreas de la frente y de la coronilla: el cabello se vuelve más fino, cae y aparece una calvicie”, detalla el dermatólogo. Con el paso del tiempo esas “pérdidas de cabello se irán haciendo más notables”. El proceso podría seguir su curso y afectar a toda la cabeza menos a los laterales y a la nuca.
En la mujer, la caída del cabello es menos frecuente y esta alopecia androgenética también la generan cambios hormonales. “En el caso femenino, los efectos de la DHT en la pubertad y en adelante se compensan con los altos niveles de estrógenos. Por ese motivo, aquellas mujeres con niveles superiores de DHT pueden desarrollar caracteres sexuales discretamente andróginos en ellas, como la presencia de vello facial o el agravamiento de la voz”, subraya Camps.
Además, “en la perimenopausia, en ese tiempo de transición natural del organismo hacia la menopausia, el nivel de estrógenos en el organismo femenino desciende de modo que el DHT afecta a los folículos pilosos haciendo que el cabello se debilite, sea más fino y se pierda”, apunta el experto en injerto capilar.
De este modo, las diferencias entre la alopecia femenina y la masculina es que en ellas se presenta sobre todo a partir de la menopausia, que suele desencadenase hacia los 50 años, y en ellos en la adolescencia en un proceso más gradual. “Sin embargo, la predisposición genética afecta en ambos casos”, puntualiza Camps.
Por otra parte, comenta, “en las mujeres hay más cambios hormonales, como sucede en el post parto. A los cuatro meses de dar a luz aproximadamente cabe la posibilidad de que se presente una alopecia que se autorregulará sola al iniciarse los ciclos normales menstruales". Una vez estabilizados los niveles hormonales, se regresa a la normalidad y se fortalece el cabello.
En cuanto a la intervención quirúrgica para llevar a cabo un injerto de pelo es la misma tanto en hombres como en mujeres. Las diferencias se producen por cómo afecta el proceso a unos y a otros.
Según explica el especialista, la mejor forma de trabajar es rapando toda la cabeza, de modo “que podemos ir seleccionando las unidades foliculares de las zonas más pobladas y de forma dispersa. Suele ser de la parte posterior”.
Apunta que ese rapado se hace solo en los hombres, “la sociedad todavía no está preparada para ver a mujeres rapadas”, dice. Por tanto, en ellas se interviene de forma distinta. “Las unidades foliculares se extraen de la parte posterior de la cabeza, pero a partir de la limitación de unas áreas concretas. Trazamos unas ventanas de unos 20 centímetros de largo por unos 5 centímetros de ancho de forma que después quedan tapadas por el pelo de la zona superior a esas ventanas”, puntualiza.
Además, "en las mujeres se busca crear densidad allí donde se producen entradas de luz y la falta de pelo deja ver la piel. En las mujeres llevamos a cabo un estudio más exhaustivo; analizamos el peinado para cubrir las áreas superiores principalmente y generar en ellas más densidad focal. En los hombres el injerto se realiza de forma global y simétrica en toda la cabeza”, detalla.
El éxito de cada intervención depende de la pericia, la habilidad y la experiencia del cirujano, pero según Alejandro Camps “entran en juego las expectativas del paciente”. Dependiendo del grado del avance de la alopecia se podrán cubrir las partes más despobladas en mayor o en menor medida. En la juventud puede haber unos 100.000 pelos aproximadamente en toda la cabeza, no obstante, esa densidad se va reduciendo.
A la hora de realizar la intervención, una vez se definen las zonas de extracción y las que se van a repoblar, en condiciones normales, se extraen alrededor de 1.200 a 3.000 unidades foliculares. Para ello, “se emplea una broca ínfima de 0,8 milímetros, que permite que no queden marcas porque la cicatriz encoje y se cierra sola”, constata Camps.
A continuación, se irán implantando esas unidades foliculares en las áreas menos pobladas hasta lograr densidad y homogeneidad. “Cada microinjerto se realiza con una aguja intramuscular para abrir un canal y con la ayuda de una pinza introducir el folículo, que ya implantado necesita volver a conectar con una arteriola que le de riego sanguíneo”, puntualiza.
El proceso se divide en dos fases: en una primera se duerme localmente el área de extracción para en una segunda parte anestesiar el área a injertar. En total llega a alcanzar hasta siete horas. En un principio ese nuevo pelo se cae, pero queda el injerto en el que volverá a crecer otro pelo pasados unos cuatro meses.
Los resultados definitivos llegan entre los ochos meses y el año cuando todo ese cabello implantado ya crece junto al resto. El dermatólogo apunta que los primeros días se aconseja pulverizar la zona con agua termal para mantener la hidratación al igual que lavar la cabeza con un champú suave y evitar posibles costras.
Por otro lado, la alopecia sigue su curso. "El pelo implantado, permanecerá durante tanto tiempo como podría haber vivido en su lugar de procedencia. En cuanto al pelo residual que ya existía en la zona donde hemos implantado, seguirá el mismo ritmo de calvicie que llevaba si no se establece un tratamiento médico adecuado”, concluye Alejandro Camps, dermatólogo y experto en injerto capilar.