Con los años, nuestro sistema digestivo puede empezar a sufrir molestias que antes no teníamos. Esto se debe a que nuestra salud depende de los hábitos de vida que tengamos. Por eso es muy importante que cuidemos tanto nuestra dieta como unas normas básicas de higiene y salud para prevenir enfermedades. Podemos tomar hábitos que ayuden al cuidado digestivo para así evitar y reducir las patologías que infieren directamente en la salud.
La nutrición, llevada a cabo por el sistema digestivo, es una de las funciones básicas de todos los seres vivos. Se sabe que tres de cada cuatro españoles tienen molestias digestivas y que entre las más habituales se encuentra el estreñimiento. A veces pensamos que comer sano basta para evitarlo, pero hay muchos otros factores que afectan a la salud estomacal.
Estos problemas digestivos no solo incomodan y nos hacen pasar malos ratos. A la larga, pueden complicarse y traer problemas mayores que la simple incomodidad de padecerlos. Un buen cuidado digestivo nos va a ayudar a evitar que esto ocurra. Las pequeñas acciones que realizamos diariamente pueden marcar la diferencia entre una buena y una mala digestión. De ahí la importancia de llevar un estilo de vida saludable. Con sencillos pasos podemos conseguir que nuestro sistema digestivo no sufra. ¡Vamos a conocerlos!
El ejercicio moderado colabora en el mantenimiento de nuestra salud en general y también en nuestra salud digestiva. El simple hecho de caminar favorece la movilidad intestinal y el movimiento del producto de la digestión, ayudando a su eliminación.
Algunas personas no toleran bien la leche porque con la edad disminuye la producción de la enzima llamada lactasa, que ayuda en la digestión de la lactosa (o azúcar de la leche). Si se deja de consumir leche, con el tiempo se deja de producir la enzima lactasa. Esto además repercutirá negativamente en nuestra salud ósea porque nos estaremos privando de una de las mayores fuentes de calcio de nuestra alimentación. Lo ideal en estos casos no es dejar de tomar leche, sino tomar leche sin lactosa, con lo que tu sistema digestivo se sentirá como cuando eras joven.
Es necesario tomar de 1,5 a 2 litros de agua al día. El agua es vital para nuestro organismo, pero además facilita la digestión y previene el estreñimiento.
Para ello hay que vigilar cómo se come y lo que se come. Mastica despacio los alimentos y traga con cuidado para evitar una ingesta excesiva de aire. Masticar chicle y beber con pajita favorece la deglución de aire. La dentadura postiza mal adaptada también puede ser motivo de una masticación y deglución inadecuadas.
Evita las bebidas gaseosas o carbonatadas que neutralizan la secreción gástrica pero producen un efecto rebote, de modo que después la secreción ácida es mayor. Además aumentan la distensión abdominal. Reduce el consumo de dulces, ya que también favorecen la producción de gas. Modera la ingesta de los alimentos con mucha fécula como la col, la coliflor, las habichuelas, el brécol, etc.
El ácido oleico que se encuentra fundamentalmente en el aceite de oliva mejora la función pancreática y aumenta la absorción de minerales. Incluido en la dieta de forma habitual, reduce la acidez del estómago, retrasa su vaciamiento y parece tener efectos antiinflamatorios. Dos cucharadas de aceite de oliva contienen el 60% de la vitamina E diaria recomendada, con los beneficios antienvejecimiento que ésta aporta. Además, tomar dos cucharadas de aceite de oliva crudo en ayunas actúa como laxante.
La fibra vegetal, sobre todo la insoluble, retiene agua en la porción final del intestino grueso. Esto hace que las heces tengan una consistencia más blanda, lo cual facilita la defecación. La cantidad recomendada es de unos 30 g. al día. El exceso de fibra favorece el estreñimiento y la flatulencia.
Aportan agua, fibra y vitaminas y minerales. Las frutas y vegetales son la mayor fuente de antioxidantes y son uno de los pilares de la dieta mediterránea.
Se consideran alimentos grasos aquellos que contienen una elevada proporción de grasa, como la mantequilla, margarina, tocino, manteca, y carnes grasas, embutidos, vísceras, natas, huevos y quesos curados. Cocina con aceites vegetales (oliva y girasol) y evita las mantecas, mantequillas y margarinas. Reduciendo la ingesta de grasas se aligeran las digestiones y se evita un exceso calórico.
Preparar los alimentos de manera sencilla es una manera de proteger nuestro sistema digestivo. Lo mejor es preparar los alimentos hervidos, a la plancha, al horno o al vapor. Evita los condimentos fuertes, especias y picantes. Limita el consumo de platos preparados de manera industrial, ya que suelen tener exceso de grasas y sal.
Lo ideal es distribuir la ingesta de alimentos del día en cinco tomas: desayuno, media mañana, almuerzo, merienda y cena. Esto evita la sobrecarga del sistema digestivo, la producción elevada de insulina, y aporta energía de modo continuado a lo largo del día.