En verano las playas, las piscinas, los pantanos y prácticamente cualquier lugar en el que nos podamos refrescar nos los vamos a encontrar llenos de personas que buscan lo mismo que nosotros, huir de ese calor infernal que este verano parece no dar tregua. Tendidos en la arena o en la hamaca parece que de lo único que nos tenemos que preocupar es de ponernos la protección solar necesaria para evitar quemaduras en la piel y mantenernos hidratados, especialmente en días de mucho calor. Ahora bien, esos no son los únicos problemas de salud a los que nos podemos enfrentar, ya que esas zonas y las actividades acuáticas se relacionan con múltiples enfermedades.
En 2018 un estudio estimó que las actividades acuáticas recreativas se relacionan con unas 90 millones de enfermedades, con la natación a la cabeza como vía para las infecciones respiratorias, de oídos o de la piel que se producen a través del agua. Son muchos los patógenos que se pueden encontrar en lagos, mares o piscinas y que pueden provocar enfermedades gastrointestinales, entre otras, pudiendo afectar a cualquier persona, especialmente a niños, mujeres embarazadas y personas con un sistema inmune débil.
Varios estudios han demostrado que las aguas de baño pueden contribuir a la transmisión de enfermedades, por eso mismo hay dos claves para evitarlos: no tragar agua y, en caso de tener alguna herida, limpiarla con frecuencia para impedir la entrada de bacterias o que se produzca una infección en ella.
Las piscinas pueden ser una fuente de enfermedades, así lo expone el Centro de Control de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos. Las aguas tratadas químicamente, como las piscinas, los jacuzzis o un spa pueden ser puntos de exposición a criptosporidium, un parásito fecal que causa criptosporidiosis, una enfermedad gastrointestinal que llega al agua cuando una persona ha pasado, o está pasando, por una enfermedad diarreica.
La CDC no solo habla de piscinas, también de agua dulce en zonas naturales como ríos, lagos o pantanos que durante el verano se convierten en lugares perfectos para refrescarse cuando se está lejos de la playa o no se tiene piscina. Allí, además de la criptosporidiosis, se pueden producir otros contagios, como norovirus, E. coli y otras bacterias, también pueden encontrarse, aunque muy puntualmente, amebas que podrían resultar peligrosas.
¿Y qué hay del mar? En las aguas marinas proliferan algas, amebas y patógenos fecales que pueden producir enfermedades, en 2018 se estudiaron 4.500 playas de Estados Unidos, de las que en 2.600 se registraron niveles de bacterias por encima de los umbrales que se marcan para bañarse y nadar de forma segura.
Sin embargo, los humanos son los principales causantes de este tipo de patógenos al ser responsables de la contaminación de los océanos y de verter en ellas aguas residuales.