Nadie sabe por qué: la tasa de mortalidad en Europa sigue sin volver a los valores habituales anteriores a la pandemia. España se encuentra entre los países que lideran el siniestro ránking. Si la media de fallecimientos europeos es un 6% mayor respecto a los datos de entre 2016 y 2019, nuestro país crece un 17%, según datos de Eurostat, la oficina estadística de la Unión Europea (UE). Nos precede Portugal, con un aumento del 24%, y nos sigue Estonia, con un crecimiento del 16%.
El dato no ha pasado desapercibido para el periodista Luis del Pino, quien analiza los datos en Twitter.
El mes de julio fue hasta diez veces más mortal que el de 2019, con 9.687 fallecimientos más respecto al año anterior y cinco veces más que la media de julio (1.844) desde que existe MoMo, el sistema de monitorización que mide la mortalidad diaria por todas las causas en España. A tres meses de que acabe el año, es probable que los índices de mortalidad crezcan.
Algunas de estas muertes pueden explicarse por la ola de calor y el covid, pero, según los expertos, no serviría para justificar la mitad de las defunciones. ¿Qué otras razones hay detrás?
Como explica Luis del Pino, el aumento de muertes podría alentar las tesis de los anti-vacunas. Sin embargo, si el pinchazo covid hubiera propiciado la altísima tasa de mortalidad, la subida en el número de defunciones se hubiera notado en toda Europa. No ha sido sido así: en España, con una vacunación del 85% de la población, el número de defunciones es alto; pero en Estonia, el siguiente país con más fallecimientos, la vacunación no llega al 64%.
La mayoría de los decesos se han producido en personas de entre 90 y 95 años. En España, la esperanza de vida es larga, lo que implica que hay muchas personas mayores con enfermedades crónicas asociadas a la edad.
La irrupción de la pandemia hizo que el sistema de salud colapsara con citas suspendidas, retrasos en el diagnóstico e interrupción de tratamientos. En muchos casos, el problema, simple y llanamente, era la falta de personal en hospitales y centros de salud. En definitiva, la covid desarmó el funcionamiento normal de un sistema sanitario que ya daba muestras de extenuación y que no estaba preparado para lidiar con la emergencia sanitaria.
Si la pandemia ha sido determinante para los mayores y los enfermos crónicos, los pacientes de enfermedades graves también ha sufrido las consecuencias. Por poner solo un ejemplo, en un cáncer, el retraso diagnóstico y terapéutico representa la diferencia entre la vida y la muerte. Un porcentaje importante de ese exceso de fallecimientos, probablemente, esté formado por personas que mueren por la baja detección de cáncer en los últimos dos años
Algunos expertos señalan que la infección por coronavirus tiene una correlación con las patologías cardiovasculares y que, además, el confinamiento produjo el alza de enfermedades como hipertensión, diabetes, además de un repunte de trastornos mentales. En definitiva, en estos meses, ya sin restricciones ni mascarillas, estaríamos pagando las consecuencias de la mala situación de la sanidad, agravada por la pandemia y cronificada.