Morderse las uñas es un suplicio. Quien empieza lo hace de muy joven y se convierte en un hábito realmente difícil de abandonar que a veces acompaña de por vida. En Uppers hemos consultado a un dermatólogo cuáles son los daños a largo plazo del hábito de morderse las uñas. Tal vez al conocer las consecuencias de liarse a bocados con cada nuevo pedacito de uña que asoma se decida dar por finiquitada esta pésima manía.
Los especialistas constatan que lo menos problemático de morderse las uñas o de la onicofagia es el aspecto de las manos, en definitiva, solo es la estética. Lo peor es que el hábito conlleva posibles secuelas que pueden afectar a la salud, principalmente la bucal.
Todo empieza en edades tempranas, cuando siendo niños aparece la ansiedad por un examen, un mensaje que no llega, una regañina de un profesor... El acto de morderse las uñas se convierte en una especie de vía de escape con la que aplacar la intranquilidad o el nerviosismo ante determinadas situaciones. Una acción que primero es ocasional y poco a poco acaba siendo una manía y un mal hábito. En la edad adulta, las chicas dejan de morderse las uñas normalmente por motivos estéticos ya que se las quieren pintar igual que las demás. Una moda que ayuda a poner fin a esa costumbre. Para la mayoría de los hombres es muy distinto; de pequeños se las mordían y les cuesta un triunfo acabar con el hábito.
De esta forma, con el paso de los años, morderse las uñas influye cada vez más en la persona y provoca diversas consecuencias que afectan a la salud y a muchas acciones básicas diarias. Estos daños a largo plazo del hábito de morderse las uñas:
El constante y diario mordisqueo de las uñas erosiona el esmalte y también puede provocar microtraumatismos en los incisivos centrales y laterales. Cuando el esmalte ya es débil por naturaleza incluso se producen fracturas o el astillado de esas piezas dentales con las que siempre se buscan los trocitos de uñas y pellejitos para morderlos. Incluso se reabsorbe la raíz apical, la destrucción alveolar y en las encías aparecen inflamaciones y gingivitis.
Es inevitable que el llevarse las uñas a la boca acabe trasladando todas las posibles bacterias que se van adhiriendo a las manos y a los dedos. Ello genera una mayor posibilidad de contraer infecciones porque esas bacterias van a transferirse al organismo desde los dientes, la lengua y la boca.
La paroniquia es una enfermedad infecciosa que afecta en mayor medida a aquellos que se muerden las uñas habitualmente, se arrancan los padrastros o se recortan o retraen en exceso las cutículas. En concreto es una infección en los dedos a través de fisuras o desgarros de la piel que provoca hinchazón, enrojecimiento y la aparición de accesos de pus. Si la infección se complica el especialista tendrá que recetar un antibiótico, así como desinfectar los accesos de pus durante varios días.
Los mordiscos continuos que además son ínfimos pero profundos para arrancar los pedazos de uña también inciden en la articulación temporomandibular (ATM) que es “obligada” a posiciones forzadas y acaba resintiéndose. Dicha articulación la forman la parte superior de la mandíbula y el hueso temporal del cráneo, y este último actúa como una bisagra deslizante que, en algunos casos, puede presentar problemas a causa de la complejidad de los movimientos que realiza.
Las bacterias que llegan a la boca a través de las uñas también generan mal aliento y por tanto halitosis. Además, el mordisqueo es continuo así que el trasvase de bacterias igual.
En poco tiempo, el crecimiento normal de las uñas y su desarrollo se ven afectados. Se empieza por pequeñas microrroturas, su debilitamiento y un crecimiento irregular. Parte de los dedos y las yemas que debían estar protegidas por las uñas pierden su “coraza”. La consecuencia es que se siente escozor al contacto con ciertos alimentos y líquidos y hasta dolor al coger los objetos. Se ha producido un traumatismo crónico en la unidad ungueal (la uña y lo que la rodea) que causa un acortamiento progresivo de la uña y a su vez se degenera el lecho ungueal distante.
Los dermatólogos apuntan que lo recomendable es hacer todo lo posible por dejar de morderse las uñas y la fuerza de voluntad juega la baza más importante. En establecimientos especializados se comercializan esmaltes que ayudan a la regeneración rápida de las uñas nuevas y a la sustitución de la placa ungueal o parte superior de la uña que es la que se ve más afectada. También hay productos que se aplican como un esmalte que al morderse son muy desagradables en boca y que a veces ayuda a reaccionar. Aunque, es necesario consultar con el dermatólogo los tratamientos más adecuados a cada persona y tipos de piel.
Por otra parte, el incremento del estrés influye proporcionalmente en el vicio de morderse las uñas como válvula de escape para calmar la ansiedad que lo acompaña. De este modo, será necesario intentar buscar las causas del estrés y contar con la ayuda de un profesional que es quien tiene las herramientas para rebajar esos niveles de ansiedad y estrés.
Como recurso disuasorio es de gran ayuda incrementar el cuidado de las manos y de las uñas con cortes regulares. Una manera para rechazar las mordeduras es ver que están en perfecto estado.
Para concluir, los expertos insisten en que cualquier persona que se muerde las uñas tiene que ser muy puntillosa en lo que se refiere a su higiene bucal, lavarse los dientes muy a menudo y utilizar hilo dental y un colutorios suave con el esmalte para enjuagar la boca. De este modo será posible reducir un tanto el riesgo bacteriano e infeccioso.