Los casos de bronquiolitis han aumentado un 40% respecto a antes de la pandemia. Los síntomas empiezan a manifestarse en forma de tos, mucosidad nasal y fiebre, que van empeorando para dar paso a dificultades respiratorias que requieren de la atención de un profesional. Afecta a niños menores de 2 años y es especialmente grave en aquellos que tienen hasta 6 meses. El principal problema es que no tiene tratamiento, solo medidas de alivio: lavado nasal, cabecero levantado y, en los casos más extremos, oxígeno.
Los expertos aseguran que las cifras de este año se deben a la falta de circulación de este virus en los dos anteriores y en la ausencia de inmunidad ya que para algunos es la primera vez que lo pasan. El virus respiratorio sincitial es el principal responsable de esta infección, propia de los meses fríos, entre noviembre y marzo. A diferencia de la bronquitis, que afecta a la parte más grande de los bronquios, la bronquiolitis afecta a la parte más pequeña del árbol bronquial. Te contamos cómo diferenciar los síntomas de los de un catarro y cuándo es importante acudir a urgencias.
La mayoría de los casos de bronquiolitis son leves y, a simple vista, son como un resfriado que se resuelve en pocos días. Sin embargo, cuando el niño lleva entre tres y cuatro con mocos y tos, pueden empezar los pitos en el pecho, la febrícula, los vómitos con mucosidad y la dificultad para comer. Es precisamente ahí cuándo debemos preocuparnos, Sobre todo si hablamos de menores de 3 meses, bebés prematuros o niños con problemas cardiacos, respiratorios o del sistema inmune.
Como hemos comentado, no existe un tratamiento como tal para esta infección y, por lo tanto, no hay que suministrar en ningún caso antibióticos ya que no tienen ningún efecto sobre los virus. Tampoco sirven de nada los jarabes para la tos, mucolíticos o corticoides. Si existe fiebre, sí que conviene administrar paracetamol o ibuprofeno y evitar sobreabrigar al niño. También es importante tratar la falta de hambre con raciones pequeñas de comida, pero aumentando la frecuencia de ingesta.
Pese a no tener un tratamiento específico, es cierto que los síntomas pueden llegar a asustar a padres y abuelos. Por eso, es importante acudir al hospital cuando éstos empeoren. Es decir, si existe dificultad para respirar adecuadamente, si se le marcan las costillas al respirar, si se le hincha el abdomen, les suena el pecho o respira muy deprisa.
El color de la piel también es un indicativo de gravedad, y por lo tanto, hay que ir al médico si está pálido o tiene los labios y uñas azuladas. También si padece apnea, es decir, que deja de respirar unos segundos, siesta muy agitado o decaído y si la fiebre es demasiado alta y no hay manera de bajarla. Por otro lado, es importante acudir a un médico si se fatiga mucho con las tomas, no se las termina o prácticamente ni las prueba.