El diagnóstico de cáncer provoca aturdimiento, miedo, rabia e incertidumbre. De repente, el paciente ve interrumpida su vida para someterse a pruebas, consultas, ingresos y una cantidad de información que jamás pensó que le llegaría en primera persona. Según el informe Las cifras del cáncer en España, editado por la Sociedad Española de Oncología Médica con motivo del Día Mundial Contra el Cáncer, se estima que en 2023 el número de diagnósticos en nuestro país llegará a los 279.260 casos, lo que supone una estabilización respecto al 2022.
Los cánceres más frecuentes serán los de colon y recto (42.721 nuevos casos), mama (35.001), pulmón (31.282), próstata (29.002) y vejiga urinaria (21.694). Afortunadamente, en las últimas décadas la supervivencia se ha duplicado, gracias a las campañas de prevención, los diagnósticos precoces y los avances médicos. También la enfermedad se trata cada vez de una forma más humanizada, cercana y empática. Esto ayuda a encarar el cáncer más allá de su curación y así lo entienden los testimonios uppers que hemos recogido en este Día Mundial del Cáncer.
En noviembre de 2018, Julio (empresario de 57 años) estaba citado en el hospital Puerta de Hierro de Majadahonda (Madrid) para someterse a una colonoscopia rutinaria dentro de la campaña de detección del cáncer. "Soy deportista, cuido mi alimentación y nunca he tenido malos hábitos, como tabaco o alcohol. Me presenté convencido de que sería puro trámite. En la familia había dos antecedentes de cáncer colonoscópico, pero no creí que fuese motivo suficiente para dudar de que todo iría bien. A los pocos días me llamaron para indicarme que necesitaban alguna prueba más para determinar si había patología. Volvieron a citarme. El diagnóstico fue un pequeño tumor no invasivo y en fase temprana. Afortunadamente, no se había propagado".
Se sintió perplejo, asustado y frustrado. "Tenía tantas cosas por hacer", dice. Después de varias pruebas para confirmar las características del tumor, le informaron detalladamente del tratamiento y enseguida programaron una cirugía en la que tuvieron que extirpar algo más de lo que estaba previsto. "Después de la operación, comencé con radioterapia. Todo me resultaba ajeno, como si me dejase arrastrar por una marea".
Enseguida decidió que tenía que mantenerse activo para no enloquecer. "Aún no podía retomar el entrenamiento en el gimnasio, pero descubrí el placer de caminar escuchando música o en compañía. En el hospital me sentí muy protegido y cuidado, pero el proceso fue duro. Divorciado, con hijos a los que no quieres dar la lata más allá de lo necesario, empresario autónomo… Por primera vez en la vida, me sentí muy vulnerable. El equipo de ayuda psicológica me ayudó a vencer estos miedos que, en mi caso, pesaban más que cualquier dolor o molestia".
Después de todo, Julio confiesa que el cáncer supuso un alto, quizás necesario, para aprender a relativizar los problemas y apreciar más las cosas. "El temor a una recaída está presente, pero no creo que sea mayor que el de cualquier otra persona cuando espera los resultados de una prueba".
Los tratamientos que existen actualmente están ahí gracias a que antes hubo pacientes que dieron su consentimiento para participar en los estudios clínicos previos. Los tumores de Mercedes, prácticamente desahuciada por la medicina, desaparecieron dos meses después de entrar en un ensayo con pacientes oncológicos con una mutación HER2. En 2017 le pidieron su conformidad para probar un tratamiento dentro del SUMMIT, un estudio experimental internacional en el que participaba el Vall d' Hebron.
No tenía nada que perder después de cinco años sufriendo un cáncer de mama metastásico, con lesiones que afectaban a diferentes órganos vitales. "Los resultados del análisis molecular de los tumores me hicieron candidata a este ensayo y lo tomé como una buena noticia, a pesar de que había perdido cualquier ilusión después de tanto tiempo con terapias y secuelas. La alternativa esta vez era un fármaco, el neratinib, en forma de pastillas. Seis diarias". El estudio ya había concluido su fase I, lo que significaba que se había probado con éxito en humanos. Es un tratamiento que no produce alopecia y los efectos secundarios son mucho más leves que en las terapias convencionales. En su caso, diarrea moderada que se trató con fármacos. Desde entonces, Mercedes recibe una atención periódica y muy cuidada para evaluar su mejoría y detectar a tiempo cualquier recidiva. La recuperación del pelo y verse limpia de tumores le animó a retomar su vida social. "Soy consciente de que no puedo hablar de curación, pero hay una remisión y la enfermedad está controlada. Todo es positivo y tengo calidad de vida".
Ana Manent es una de las abuelas coraje del cáncer pediátrico Hospital Sant Joan de Déu, Barcelona. A su nieta Blanca le diagnosticaron un tumor rabdoide, en 2017, al año y medio de su nacimiento. Este cáncer cerebral es uno de los más agresivos y letales en oncología pediátrica.
"En medio del dolor, pensé que tenía la obligación de mantener el ánimo en alto. Por mí y por el resto de la familia, incluida mi nieta. Las horas en el hospital me llevaron también a pensar de qué modo podía ser útil y entonces se me ocurrió impulsar un grupo de apoyo con un único fin: recaudar fondos destinados a la investigación oncológica. Animé a otras abuelas y formamos una cadena humana". De su iniciativa surgió Market Solidario, un mercadillo de ropa usada y accesorios que este año ha celebrado ya su quinta edición. Personalmente, le ayuda a drenar la tristeza y la tensión lógicas, pero además tiene la satisfacción de ver que el proyecto ha dado frutos.
Su nieta tiene ya siete años y está aprendiendo a convivir con las secuelas cognitivas y a nivel motriz que le ha dejado el cáncer. Está 100% curada de un tumor cuya tasa de supervivencia es del 10%, pero además su curación ha servido para estudiar este tipo de cáncer para el que no existe un tratamiento específico y con menos efectos secundarios. La madre de la niña, Mercedes de Ros, es una de las principales promotoras de este mercadillo que ha aportado ya 200.000 euros a la investigación, suficientes para abrir una nueva línea liderada por la bióloga epigenética Alexandra Avgustinova.