Estamos acostumbrados a pensar que la intensidad es lo mejor que nos puede ocurrir. Aspiramos a la intensidad. La deseamos. Sobre todo cuando se trata de relaciones. Nadie quiere relaciones superficiales, sin intimidad, poco intensas. Pero ¿y qué tal si esas relaciones ocasionales, de confianza justa, sin grandes compromisos emocionales, son también buenas para nosotros?
Estamos hablando de algo que los psicólogos y sociólogos llaman 'vínculos débiles' o ' periféricos', es decir todos aquellas relaciones que son habituales pero no necesariamente frecuentes; cercanas, pero no necesariamente comprometidas; comunes pero no necesariamente . Es decir que no cuentan ni cuentan la familia ni los amigos de toda la vida.
Estos 'vínculos débiles' suelen incluir a compañeros de trabajo, amistades de parque, grupos de padres del colegio, vecinos de barrio o grupos de colaboración. Es decir, son gente con la que coincidimos pero a las que no buscamos en nuestro tiempo libre. Incluso podríamos incluir al camarero que nos pone los churros en el cafetería de la mañana, a la persona con la que coincidimos cada día en la parada del autobús, al bibliotecario del distrito o la señora que también pasea a su perro por la noche. Para resumirlo, gente de la que probablemente sabes el nombre pero no cómo se lleva con sus padres.
Hace poco Gillian Sandstrom, una psicóloga de la Universidad de Sussex le dijo al 'The New York Times' que “los llamados 'vínculos débiles' son importantes, no solo para nuestro estado de ánimo sino también para nuestra salud. Son esenciales para prosperar, para sentirse conectado con otras personas, para sentirnos que pertenecemos a una comunidad o que somos parte de algo más grande", aseguró. Los 'vínculos débiles' nos proporcionan sensación de renovación, de sorpresa o de descubrimiento. También nos proporcionan puntos de vista diferentes (ya que la mayoría de nuestro entorno cercano suele pensar más o menos como nosotros) e incluso desafiantes.
Otro estudio de la Universidad de Michigan, señala, precisamente que estos vínculos son “cognitivamente más estimulantes y atractivos”. Algo que quedó de manifiesto durante la pandemia, cuando muchas personas mantuvieron vínculos con sus familiares pero decayeron ante la falta de sus 'vínculos débiles'
Con la madurez, por otro lado, es más fácil establecer este tipo de vínculos: son personas que ya han creado vínculos estrechos a lo largo de su vida, muchos de los cuales, como los padres o los hijos, han seguido su propio camino, y que no necesitan volver a comprometerse emocionalmente con esa 'intensidad'. Pero es que además, este tipo de vínculos pueden convertirse en verdaderas redes de ayuda. Son personas con las que no tenemos confianza para hablarle de nuestras angustias o neurosis pero sí nos pueden dar algún dato si estamos buscando piso o veterinario, nos pueden recomendar una serie que no se nos habría ocurrido (o a nuestros amigos íntimos) o dar una perspectiva distinta sobre determinado asunto de actualidad. Y después cada uno para su casa.
Por todo eso, este tipo de vínculos no solo son el sostén de la convivencia en sociedad sino parte imprescindible de nuestro bienestar.