La amistad parece ser un valor a la baja. Las obligaciones laborales y familiares, los tiempos de desplazamiento y, en general, la escalada de pequeñas y grandes gestiones que hay que hacer cada día, desde llenar la nevera a acompañar al médico a alguno de nuestros hijos o a nuestros padres, han hecho que encontrar tiempo para ver a los amigos sea parecido a encontrar una aguja en un pajar.
La pandemia ha contribuido a reducir aún más esos tiempos. De hecho, parece que hay amistades que no han sobrevivido al corona. La pregunta que surge es si vivimos estas pérdidas como un drama. Y en última instancia: ¿cuántos amigos hay que tener realmente para sentirnos felices?
Casi todos tenemos un par de amigos y algunos parientes con los que nos gusta pasar tiempo. ¿Cuánto y cómo? Depende, si se es una persona introvertida, alimentar esas relaciones 'minimas' es suficiente. Para los extrovertidos, serán pocas porque estas personas necesitan la interacción con los demás para ser felices.
En este caso, los tiempos van en su contra. Por poner solo un ejemplo, durante los últimos años en Estados Unidos, las relaciones de amistad han disminuido, como explica el New York Times. Hace 30 años, solo un 3% de los americanos decía que no tenía amigos íntimos, según una encuesta de Gallup. En 2021, la misma encuesta, esta vez online, confirmaba que el porcentaje había crecido hasta el 12%. Un año después de la pandemia, el 13% de las mujeres y el 8% de los hombres de entre 30 y 49 años declaraban haber perdido contacto con la mayoría de sus amigos.
En los últimos años se ha visto que hay una relación entre las emociones y la salud física. De hecho, existe un vínculo entre el intestino, el corazón y el cerebro. La amistad, un conglomerado de actitudes que van de la empatía a la amabilidad y el deseo de ayuda y de tiempo compartido, no iba a quedarse al margen.
Tener amigos y una vida social activa son, de hecho, dos de los 12 parámetros que incide en nuestro bienestar (junto a la dieta, el ejercicio físico y el sueño, por ejemplo) y que permiten predecir cuánto estamos envejeciendo. La ecuación es sencilla: a menos amigos, menos salud y más envejecimiento.
Por su parte, la soledad y el aislamiento social pueden asociarse con mayor riesgo de depresión, ansiedad y enfermedades cardiovasculares; entre ellas, el temido ataque cardiaco. Para los que no terminan de creérselo: un estudio de 2010 realizado en la universidad de Brigham Young de Utah (Estados Unidos) concluyó que la soledad es tan perjudicial para la salud como fumar 15 cigarrillos al día.
Viendo que la salud emocional impacta en la física, ¿por qué no hay recomendaciones médicas al respecto? Si sabemos que hay que dormir entre seis y ocho horas al día, ¿no deberíamos saber qué número de amigos mínimos hay que tener para no solo ser más felices, sino para librarnos de la enfermedad?
Aunque no se trata de un tema muy investigado, algunos estudios, como el realizado recientemente en la universidad de Kansas, afirma que un buen número sería entre tres y seis amigos. Pero lo verdaderamente esencial es tener al menos una persona relevante en la vida, alguien con quien podamos compartir nuestras preocupaciones (y alegrías, pese a que suscita más resistencias) y a quien podamos recurrir. Este sería el mínimo absoluto.
A partir del amigo número uno, los psicólogos afirman que cuantos más amigos y más relaciones sociales mantengamos nuestra vida será más plena. La mejor teoría sobre cuántos amigos podemos (no que debamos) tener es la del psicólogo y antropólogo inglés Robin Dunbar, creador del 'número Dunbar', según el cual los humanos somos capaces de mantener 150 conexiones amistosas. Estas relaciones se situarían en círculos de confianza: el primero, un círculo íntimo de cinco personas, seguido de otros círculos concéntricos formados por personas de menor confianza.
Lógicamente, no podemos mantener relaciones igual de intensas con todas esas 150 personas, pero la ciencia confirma una y otra vez que cuanto más interaccionemos con otros, mejor le irá a nuestro ánimo y a nuestra salud. En 2016 uno de estos estudios sugirió que las personas que habían tenido a lo largo de su vida seis o más amigos habían gozado de mejor salud. En 2020, Suzanne Degges-White, investigadora de la universidad de Northern Illinois descubrió que las mujeres de mediana edad que tenían al menos tres amigos se sentían más satisfechas con su vida.
En definitiva, la mayoría de los estudios sostienen que la cantidad 'ideal' de amigos, pese a que es algo muy subjetivo, estaría entre tres y seis personas. La subjetividad es precisamente lo que dificulta las conclusiones de estos estudios. Porque la gran pregunta es qué entendemos por amigos. Solo el corazón de cada uno conoce las diferencias entre 'conocido' y 'amigo'. En esto la ciencia no puede ser concluyente.
Para complicar aún más las cosas, las relaciones on-line han irrumpido con fuerza, sobre todo en la pandemia, otro de los parámetros que han venido para cambiar las relaciones interpersonales. Algunas amistades murieron al tiempo que el virus nos colonizaba y otras, en cambio, surgieron o reverdecieron a través de las pantallas.
Mientras la ciencia prosigue su camino, bajemos el tema a tierra. ¿Estamos en un 'estado carencial' de amigos? ¿Cómo saber si necesitamos más? La psicóloga estadounidense Marisa Franco aconseja hacerse una pregunta aparentemente sencilla, pero de gran calado: ¿me siento solo?
La soledad, según esta experta, es la alarma de nuestro sistema emocional. Todos nos sentimos solos de vez en cuando y es absolutamente normal. Pero si la soledad es un sentimiento prevalente, hay que actuar: salir, quedar con amigos, familia o compañeros de trabajo o apuntarse a actividades en las que conoceremos a gente nueva.
También ayuda preguntarse si hay alguna parte de nuestra identidad personal que sintamos reprimida. Las personas mostramos distintas parte de nuestra personalidad según el entorno en el que estemos. Cuando tenemos un grupo grande de amigos, es más probable que podamos experimentar y mostrar todas nuestras facetas. Pero si sentimos que gran parte de nosotros no sale a la superficie, seguramente necesitamos ampliar nuestro círculo y empezar a relacionarnos con las personas con las que sí compartimos intereses.
Seguro que nos acordamos de lo fácil que era hacer amigos cuando éramos niños. Amistades instantáneas con las que nos unía todo. En la edad adulta, esa espontaneidad se ha perdido. Nos resulta más difícil porque nos cuesta confiar en los demás, especialmente si no los conocemos. Por esa razón, preferimos seguir en el mismo círculo, con las mismas personas, aunque no nos aporten.
El tiempo es otro de los factores de peso. La amistad se nutre del tiempo compartido, de los buenos recuerdos que generemos con los nuestros. Debemos tomar la iniciativa, proponer actividades y ampliar intereses. No pensemos que una vez que somos amigos de alguien, la relación se mantiene de manera orgánica. Construir una amistad, según distintos estudios, puede llevarnos unas 200 horas, algo así como ocho días completos o unas 30 actividades (si duran unas seis horas). En este caso, cantidad y calidad van de la mano. No podemos ser amigos de alguien con el que no hemos compartido algo placentero.
Si la amistad es un asunto de salud, ¿no lo es también la personalidad de quienes son nuestros amigos? Aquí los estudios de psicología son aún más concluyentes: las personas tóxicas invaden nuestro espacio emocional y nos impiden desarrollar nuestro potencial.
¿Cómo sabemos si estamos ante alguien tóxico? Aparte de los perjuicios objetivos que nos haya podido causar, una persona tóxica es aquella en la que no podemos confiar, siempre es crítico ante cualquier iniciativa, es competitiva, insolidaria, interesada, inhibe nuestro crecimiento y tiene la habilidad de desaparecer si le necesitamos. Revisemos nuestras amistades de siempre o de ahora. No seamos esclavos del "más vale malo conocido..." y hagamos una selección terapéutica. Estar solo puede ser el equivalente a 15 cigarrillos al día, pero lidiar con alguien tóxico puede tener las mismas o peores consecuencias.