Protege (bien) tu piel: los errores más frecuentes que cometemos con la crema solar

En plena ola de calor en todo el país la sombra de un árbol en un parque, la playa o el aire acondicionado son algunos de los lugares que nos permiten sobrellevar el calor extremo de las horas centrales del día. Si el calor puede afectar a nuestra salud, también los rayos del sol, con un índice de rayos ultravioletas bastante altos por el que es necesario protegernos con gorras o con la crema solar para evitar efectos negativos o quemarnos. La crema solar se convierte así en una gran aliada, siempre que la utilicemos bien, claro.

Principales consejos

En la actualidad, y con la radiación solar tan alta, el factor de protección (SPF) ideal debería ser, como mínimo, de 30 para evitar quemarnos. Además, no hay que guiarse porque un factor nos diga que es de 50 y que, por tanto, podemos estar 50 minutos sin echarnos crema. Lo aconsejable es aplicarse crema a menudo, especialmente en pieles claras y tras salir del agua, aunque diga que es resistente. No solo eso, también hay que fijarse en que ofrezca protección tanto para las radiaciones UVB como las UVA.

Además, un gesto bastante común es utilizar la crema del año pasado antes de abrir la nueva. En estos casos hay que tener cuidado y mirar la fecha de caducidad, pues las cremas la tienen porque a partir de la fecha indicada pierde efectividad y no nos protege como debería del sol.

Que las nubes no te engañen

Y cuidado con los días nublados. Que el sol parezca que no está dándonos directamente sigue ahí haciendo de las suyas de tapadillo. Por eso, haya nubes o no, hay que poner crema solar siempre, ya que la radiación ultravioleta es capaz de penetrar las nubes y llegar a nuestra piel.

No escatimes en cantidad

Por su parte, a veces pecamos de echarnos poca crema y, en situaciones como esta, no hay que escatimar y echar siempre la cantidad necesaria para cubrir bien toda la zona y que quede protegido hasta el último centímetro de nuestra piel. Y si hay que extenderlo bien no hay que olvidarse de aplicarse la protección en esas zonas en las que ni pensamos hasta que volvemos a casa y las vemos rojas cual tomate, como pueden ser las orejas, el cuello o el empeine del pie.