"Ganarás el pan con el sudor de tu frente". Hay quien no olvida la maldición bíblica y relaciona el sudor con un castigo. Por si fuera poco, además de estar naturalmente con el esfuerzo, el sudor tiene mala fama porque lo relacionamos con el mal olor y la falta de higiene. Por si fuera poco, en nuestro sudor, según aseguran los especialistas, puede encontrarse información 'sensible' sobre nuestra vida privada: lo que hemos comido, lo que hemos bebido, las drogas que hemos tomado. Y solo su olor puede ser revelador para un olfato entrenado.
Sí, el sudor tiene mala prensa. Y puede parecer el enemigo... Pero ¿Y si en realidad fuera todo lo contrario?
En su libro 'The Joy of Sweat' (La alegría de sudar), la periodista científica canadiense Sarah Everts hace una investigación que lleva a los lectores por todo el mundo: desde Moscú, donde participa en un evento de citas en el que la gente huele el sudor en busca de amor, hasta Nueva Jersey, donde las empresas contratan olfateadores de axilas capacitados para evaluar la eficacia de sus productos contra el sudor. En Finlandia, Everts explora los placeres de la legendaria sauna de humo y los supuestos beneficios para la salud del buen sudor, mientras que en los Países Bajos se introduce en la escena del teatro sauna, repleta de disfraces, efectos especiales y bailes con toallas.
Pero más allá de las relaciones contemporáneas con el sudor, hay una base científica por la que debemos estar agradecidos a este producto de nuestro cuerpo. ¿Sabías, por ejemplo, que el mecanismo evolutivo que nos hizo tener menos pelo (lo que permite que nuestro sudor se evapore más rápidamente sobre nuestra piel refrescándola) nos dio una ventaja comparativa sobre otros primates? Sí, sudamos diez veces más que un chimpancé. No somos necesariamente mejores en otras cosas pero en esa sí.
También despeja Everts algunos mitos comunes, como el de que los hombres sudan más (en realidad sudamos lo mismo, y el género no importa, sino la forma y el tamaño de los cuerpos), o que el sudor es sucio o huele mal. Lo que produce el olor desagradable no es el propio líquido que segregamos (no, tampoco eliminamos toxinas a través de él, dice) sino las bacterias que, digamos, se alimentan de él eliminando un tipo de alcohol en el proceso. Es lo que produce el olor en las axilas, por ejemplo.
Dicho todo esto ¿cuáles son las ventajas del sudor y por qué especialistas como Everts lo consideran un superpoder? Primero, es nuestro termorregulador natural. Y en este verano (y los que vienen) solo nos queda decir gracias. También libera feromonas o las partículas de la excitación, razón por la que el sudor de ciertas personas nos parezca simplemente intoxicante. En el mejor sentido.
Por otro lado, aunque sudar técnicamente no adelgaza, si se ha comprobado que el sudor puede proteger de algunas infecciones gracias a una proteína (dermicidina) segregada por las glándulas sudoríparas que es capaz de exterminar microbios. Por eso no conviene usar lo típicos desodorantes que bloquean los conductos del sudor. Es mejor liberarlo y dejar que se evapore en su proceso natural. Finalmente, incluso el sudar pasivamente, en el sauna, por ejemplo, produce un efecto relajante.
Así que de maldición bíblica nada. Mas bien bendición de la naturaleza.