Eduardo Velázquez, escritor y paciente de cáncer: "Quiero llevar a cabo mis sueños y no tengo tiempo que perder"

  • A este poeta madrileño, de 74 años, le diagnosticaron hace seis un tumor agresivo en la próstata que había entrado en contacto con los ganglios linfáticos

  • El buen humor de la gente mientras recibía quimioterapia le hizo ver que hay vida más allá de la enfermedad y se propuso aprovecharla

  • La escritura le ha permitido olvidarse de la enfermedad y tener una razón poderosa para vivir, independientemente de los años que le queden

Nuestro cerebro, particularmente sociable, responde con una sonrisa si ve sonreír. Es muy elemental: si sonreímos, el mundo ríe con nosotros. A Eduardo Velázquez (Madrid, 1949) le salvó de la desesperación hace seis años, cuando llegó a la primera sesión de quimioterapia cantándole las cuarenta a la vida y rumiando la palabra cáncer. Su relato puede ser ejemplarizante para quien esté pasando un proceso similar.

Hay gente que hace chistes mientras recibe quimio

"Al llegar al pabellón en el que recibiría el tratamiento -cuenta-, lo primero que llamó mi atención fue un cesto con diferentes frutas. Irónicamente, pensé que aquello era un catálogo de últimas voluntades. Luego me fijé en aquella gente que estaba recibiendo la quimio y me sorprendió su normalidad. Reían, charlaban y hacían chistes. Esto me obligó a mirar de una manera diferente. Entendí que es una enfermedad dura, pero no irreversible. Cuando te das cuenta de que sobrevives, entiendes lo importante que ha sido la actitud. Cada minuto de llanto o de desesperación es tiempo muy valioso que has dejado escapar".

Han pasado seis años y Eduardo narra el proceso con una tranquilidad asombrosa, a pesar de que en unos días tiene una revisión importante. "Me he olvidado del cáncer. Sé que la amenaza está ahí, pero involuntariamente me olvido de ello porque no quiero que ni un solo pensamiento negativo empañe el momento". Descubrió que tenía cáncer de próstata una manera casual, gracias a una analítica. "Lo que parecía simple sospecha resultó ser un cáncer muy agresivo y en fase tan avanzada que había entrado en contacto con los ganglios linfáticos".

El diagnóstico le dejó en estado catatónico

Como en tantos otros casos, el cáncer había aparecido y evolucionado de manera silenciosa, sin dar ningún síntoma o voz de alarma. "Me encontraba perfectamente. Por eso, cuando me mostraron los resultados de la analítica pensé que debía de haber algún error en el diagnóstico. El urólogo lo confirmó". La noticia fue un mazazo. "Me quedé -dice- en estado catatónico. Me resistía a creerlo y no dejaba de pensar en la posibilidad de que todo aquello fuese un error". Una vez que asimiló la realidad, se puso en manos del robot Da Vinci para someterse a una cirugía que resultó perfecta.

La enfermedad tiene fases muy duras. Si no reconduces tu vida, te dejas vencer y todo empieza a perder sentido

Todo parecía ir bien hasta que, después de un periodo de remisión, el cáncer reapareció. "La palabra cáncer es dura. Inevitablemente te hace pensar en la muerte. Mi madre murió por esta enfermedad y también mi abuela. Yo no quería ser otro más, pero mi optimismo inicial empezó a flaquear a medida que el tumor se agrandaba. No veía futuro. Había pasado de trabajar 50 años como directivo de banca, con toda la intensidad que esto supone, a ver mi vida truncada. La enfermedad tiene fases muy duras. Si no reconduces de algún modo tu vida, te dejas vencer y todo empieza a perder sentido".

La vida es ahora y en cinco minutos te cambia

Le hablaron entonces de la posibilidad de que le atendiera una psicooncóloga, Paola Rivera. Después de conocerle, hablar con él e interesarse por sus inquietudes, su conclusión fue muy clara: "No me podía morir. Me hizo ver que tenía aún muchas cosas por hacer. Y es cierto. Además de una familia y seres queridos, tenía pendiente la escritura. Siempre tuve el anhelo de escribir y la enfermedad me sirvió para entender que la vida es ahora y te cambia en cinco minutos. Creías que tenías problemas y realmente lo grave estaba por llegar". La ilusión que le acompañó a lo largo de toda la vida tenía que cumplirla ya.

Creías que tenías problemas y realmente lo grave estaba por llegar

Durante parte de estos años, Eduardo ha soportado quimio, radioterapia y otros tratamientos, pero asegura que ya ni lo recuerda. "He conseguido que la enfermedad salga de mi cabeza y, por tanto, de mi vida. Vista desde el tiempo, puedo decir que mi historia es de éxito. No tanto por superar la enfermedad, sino por superarme a ella, por anteponer mis ganas de vida".

Confiesa que solo una vez que pasó todo, leyó el informe completo. Ahí se dio cuenta de que lo que había pasado era muy gordo, "mucho más de lo que yo pensaba". Quizás mejor porque le sirvió para encontrar recursos que le ayudaron a no sufrir el calvario de su madre, a quien el cáncer sumió en una depresión. "Me propuse no despertar compasión y rehuí en lo posible esos ánimos que alguna gente te envía con alegría acompañados de promesas vanas, como que, fuese lo que fuese, lo iba a superar".

Su vía de escape ha sido la literatura

"Escribir, especialmente poesía, me llena de felicidad y me evita malos momentos porque me absorbe muchas horas". Lo hace con un lenguaje sencillo y profundizando en los sentimientos humanos y en su intimidad. Ha publicado los poemarios 'Cascarillas de Sacapuntas', 'Expuesto en un escaparate' y 'La tejedora de apegos'. Ha participado también en la antología 'Laberinto breve de la imaginación'. Su último libro lleva por título 'Los manuscritos del Tránsito', una novela histórica de 435 páginas ambientada en Granada a principios del siglo XVIII. En ella narra un amor que se desarrolla en dos tiempos y que esconde un misterio.

La escritura dice que está siendo una auténtica locura, pero de esas que valen la pena. En sus versos despliega sencillez y una sensibilidad que le transmitió su madre cuando, de niño, le leía poemas de Zorrilla. Está convencido del poder de la poesía o de cualquier otro tipo de expresión de la belleza para salir de la oscuridad y llenar de amor al ser humano. "No quiero desperdiciar la vida", lo dice y lo recalca en su poesía. "No tengo tiempo que perder porque tengo sueños que llevar a cabo y retos que enfrentar. Y eso me da impulso para seguir luchando".

No quiero dejarme vencer por este enemigo, aunque me amenace una y otra vez

Si cae, garantiza que siempre acaba aupado porque si él no lucha, nadie lo hará por él. "Después de los días de malas noticias vendrán otros muchos repletos de vida. No quiero dejarme vencer por este enemigo, aunque me amenace una y otra vez. Aunque se marche y vuelva otra vez, una y otra vez le doblegaré".

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