"Tenía que escribir este libro porque se me cayó la mordaza. La era del silencio del cáncer se acabó". Así justifica el reputado experto en neurooncología Juan Fueyo la publicación de 'Cuando el mundo se detiene. Cáncer, del mito a la esperanza' (Ediciones B), un exhaustivo análisis multifocal y multidisciplinario de las diferentes facetas médicas, biológicas, culturales y sociales de una enfermedad que aún sigue siendo especialmente temida. Más de veinticinco años de investigación en Estados Unidos avalan a este neurocientífico asturiano que, sin embargo, tenía dudas sobre si debía escribir sobre una experiencia que, por suerte, no ha vivido en primera persona. Sentía algo parecido al denominado síndrome del impostor.
Pero hoy el cáncer no es la sentencia de muerte que era décadas atrás. Los avances en la detección precoz y el tratamiento han conseguido que cada vez haya más supervivientes que pueden llevar una vida normal. Y es hora de que no se oculte la enfermedad, de acabar con viejos estigmas. Fueyo viene a decir que aunque el mundo aún se siga deteniendo cuando se recibe un diagnóstico de cáncer, también es perfectamente posible volver a ponerlo en marcha. Hablamos con el investigador sobre cómo ha evolucionado la visión que tenemos de la enfermedad y sobre lo que nos depara el futuro.
¿Cuánto hemos progresado en el diagnóstico y tratamiento del cáncer en los últimos 30 años?
Creo que una de las más grandes motivaciones para escribir 'Cuando el mundo se detiene' es el progreso de la investigación y la medicina del cáncer. Si en la década de los 70 había 3 millones de supervivientes del cáncer en los Estados Unidos, ahora prevemos que habrá 30 millones de supervivientes de cáncer en el año 2040. Y el progreso está en una vía acelerada, a nivel global hay nuevos descubrimientos cada día.
¿Dónde estamos en 2023 en cuanto a investigación y tratamiento del cáncer?
Estamos subidos en una loma. Desde aquí podemos ver con claridad un futuro dónde el cáncer habrá disminuido su incidencia y podrá ser controlado con tratamientos mucho menos invasivos. También podemos mirar hacia atrás y ver que estamos dejando atrás un panorama desolador, una prueba de fuego para nuestro conocimiento.
¿Cambiará en el futuro próximo cómo se diagnostica un tumor?
Sin lugar a dudas. En pocos años bastará un análisis de saliva, de orina para diagnosticar cualquier tumor. Y los tratamientos podrán administrarse de modo ambulatorio y sin necesidad de saber en qué órgano está localizado el tumor y si ha desarrollado o no metástasis.
¿Qué tipos de cáncer serán más comunes a medio plazo?
Probablemente los que tengan que ver con las causas y efectos del cambio climático y aquellos para los que no dispongamos de prevención. Los de piel, pulmón y aparato digestivo seguirán estando entre los más frecuentes.
¿Qué tratamientos y terapias van a marcar los próximos años?
Ha pasado mucho tiempo desde que a Giacomo Puccini le trataron su cáncer de laringe con radioterapia. Estamos avanzando hacia nuevos tratamientos que reemplazaran a los convencionales. Creo que, en los próximos años, la inmunoterapia jugará un papel aun mayor. Y aprenderemos a combinar la medicina de precisión con la inmunoterapia. Pero en un futuro más lejano dispondremos de nuevas y mejores terapias. En este momento, muchas de ellas solo están en la imaginación de unos pocos, pero todos estamos de acuerdo en que necesitamos tratamientos no solo más efectivos sino también menos agresivos.
Hábleme de la inmunoterapia, el tratamiento de moda. ¿Es efectiva?
Sí, es efectiva, y cuando lo es, es también duradera. Piense usted en Jimmy Carter, el Presidente de Estados Unidos, que fue diagnosticado de un melanoma extendido al hígado y al cerebro en el año 2015 y tuvo una remisión total después de someterse a inmunoterapia. Hay muchos pacientes que han respondido como él y llevan más de diez años vivos, y sin síntomas, después de haber sido tratados con inmunoterapia.
Usted está especializado en la investigación de virus para tratar el cáncer. ¿En qué consiste la viroterapia y en qué momento está?
En el laboratorio, diseñamos virus “inteligentes” para destruir las células de cáncer. En países como China o Japón ya hay pacientes que se tratan de modo rutinario con viroterapia. Los melanomas pueden tratarse con un virus en muchos países del mundo. Y ya estamos probando nuevas generaciones de virus. Los más interesantes están llegado ahora a los estudios clínicos de fase 2.
¿Qué incidencia va a tener la inteligencia artificial en la lucha contra el cáncer?
La inteligencia artificial ya está revolucionando al menos dos aspectos de la medicina del cáncer: por un lado, está ayudando a crear unas técnicas de imagen más precisas y además está modificando los regímenes de tratamiento. Con la IA es posible diseñar tratamientos para tratar el tumor del paciente y, a la vez, el tumor del paciente cuando vuelva a reaparecer después del tratamiento. Es decir, trataríamos el tumor presente y el posible tumor del futuro antes de que aparezca. Algo así como prevenir un crimen antes de que se produzca, como en aquella película de Spielberg, 'Minority Report'.
¿Se puede confiar en que llegue la vacuna contra el cáncer?
Cuando hablamos de vacunas para el cáncer no hablamos de medidas profilácticas para prevenir la aparición del cáncer, sino a un tipo de tratamiento relacionado con la inmunoterapia. En ese sentido ya hay vacunas contra el cáncer, mi laboratorio trabaja con algunos de eso modelos. Otra cosa es vacunar a la población de virus que producen cáncer, como el virus del papiloma humano. Como cuento en mi libro, con una sola vacuna nos libramos de un virus y de un cáncer.
¿De qué depende esa aleatoriedad que hace que se desarrolle un cáncer o no?
Se debe a las causas del cáncer que son múltiples y que dependen tanto del medio ambiente como de la genética de los individuos. Esas interacciones con el medio ambiente, incluyendo tóxicos y virus, pueden o no producir cáncer dependiendo de cuales sean las mutaciones previas que ya tiene el paciente y el funcionamiento de sus sistema inmune. Todo ello es tan complejo que da esa impresión de que es aleatorio. Es una impresión, porque en realidad no lo es.
En 'Cuando el mundo se detiene' dice que “el ser humano civilizado y moderno es uno de los mayores factores que causan cáncer en toda la historia de la humanidad”. ¿Lo puede explicar brevemente?
Somos el único animal que causa cáncer a sus semejantes de modo global. Nuestra sociedad es un buen proyecto para el desarrollo del cáncer. Contaminar el aire y los ríos, convertir al mar en una balsa de plástico, destruir el agujero de ozono nos enferman y en ocasiones producen cáncer. Además de las ofensas a la salud derivadas del cambio climático, inventamos cosas como el tabaco o el alcohol, que producen cáncer o favorecen el desarrollo del cáncer. Incluso los tratamientos que usamos para el cáncer como la radioterapia, producen cáncer… Hay fábricas como las refinerías de petróleo y algunas de productos químico donde el olor que despiden es el olor del dinero, que permite mantener a muchos trabajadores, y es también el olor de la muerte, porque aumentan el riesgo de padecer cáncer. El ser humano es oncogénico para el ser humano.
¿Tener éxito en el tratamiento de un cáncer sigue siendo, en parte, una cuestión de clase social?
En el libro se insiste mucho en el concepto de que el diagnóstico de cáncer nunca es neutral. Es decir, no afecta a todos los pacientes por igual. Ser mujer, madre soltera, pobre, emigrante, pertenecer a grupos de minorías étnicas empeoran el pronóstico. Y estos factores en ocasiones se encuentran juntos en una sola persona. Las clases acomodadas tiene más acceso, y un acceso más rápido, a la información necesaria para detectar el cáncer en fase inicial y para conseguir llegar al mejor tratamiento ya sea convencional o experimental. Por esa razón el pronóstico del cáncer es en parte una cuestión de clase social.