Para la doctora Marisa Navarro, licenciada en Medicina por la Universidad de Alicante y experta en salud y bienestar emocional, el hambre desproporcionado no suele estar relacionado con la necesidad de comer, sino con nuestras emociones. En sus libros nos propone disfrutar de la vida y mejorar nuestra salud. No es ninguna paradoja: para esta facultativa tan importante es lo que comemos como con qué actitud lo comemos. En su último libro, 'La alimentación emocional' (ViveLibro), propone cambiar la mente para cambiar también la vida.
A lo largo del libro, los lectores aprenden a comer para no tener que estar a dieta. Según explica en Yo Dona, las dietas hipocalóricas "son insostenibles y tienen un efecto rebote asegurado. Engordamos porque hacemos dieta", explica. Como explica en sus redes, la doctora aboga por disfrutar comiendo, creando unos hábitos saludables e impidiendo la conexión directa entre la comida y el estrés. Para muchos, comer es algo que relaja, que sienta bien y que, al menos momentáneamente, hace que se olviden otros problemas. Y si eso es así, estamos hablando de hambre emocional.
Se trata de un trastorno alimentario que impulsa a comer sin tener hambre, sino por necesidades emocionales. Se caracteriza por un impulso incontrolable que sirve para opacar o anestesiar algunas sensaciones o sentimientos incómodos.
Las emociones que nos llevan a comer de una manera desenfrenada pueden ser el aburrimiento, la soledad, la ansiedad, la ira, el estrés, el enfado, la depresión o una autoestima baja. La ingesta procura un bienestar momentáneo, seguido de un sentimiento de culpa o frustración por haber cedido al impulso de comer.
Este tipo de hambre es frecuente en personas autoexigentes y con tendencia a hacer dieta. Además, una mala rutina nutricional, con horarios dispares y abundancia de procesados, aumenta las posibilidades de los atracones emocionales. La peor consecuencia de los atracones emocionales es que pueden llevar al sobrepeso y, en casos graves, a trastornos alimentarios como bulimia o anorexia.
Sentir hambre no es lo mismo que tener hambre. Si se come de forma organizada y racional, con cantidades suficientes y la proteína necesaria, disminuimos la probabilidad de ese hambre emocional. Además, los nutricionistas aconsejan las siguientes recomendaciones: