La última entrevista de Jordi Évole a Pau Donés antes de su muerte fue una lección de vida al mundo que a José Luis Martínez le llegó en el momento que más necesitaba esas palabras que el vocalista de Jarabe de Palo repetía: "Tengo ganas de reír, tengo ganas de llorar y, sobre todo, tengo ganas de vivir". José Luis, psicólogo y, como él se define, "superviviente trasplantado de médula ósea", se encontraba en ese momento recuperándose de un linfoma y su ejemplo fue decisivo en un proceso que nos cuenta en primera persona.
"Recibí el diagnóstico -arranca- en 2017, en un momento vital hermoso. Tenía 61 años y dejaba atrás una trayectoria profesional plena como psicólogo. Tuve la oportunidad de trabajar en la valoración de idoneidad y acompañamiento de adopción nacional e internacional y también en la postadopción. Empecé en ello en 1997, recién reformada la regulación de la adopción, y fue apasionante. Viajé por todo el mundo, lo que me permitió vivir con especial intensidad y sensibilidad los procesos de adopción. No podía sentirme más satisfecho con la vida".
Sin esperarlo y sin cita previa, el cáncer había llamado a su puerta. "Carecía de antecedentes y no había tenido síntomas que me hiciesen sospechar que esa fiebre que se convirtió en persistente la estaba causando un linfoma de células T, un tipo de cáncer poco común, de crecimiento rápido y más prevalente en zonas geográficas del sudeste asiático".
José Luis habla con ánimo, intercalando palabras de gratitud a la vida en cada frase. Ha llorado mucho. Casi siempre de emoción. Está de acuerdo con Pau Donés en esa entrevista que trascendió con el título de su último álbum, 'Eso que tú me das': "Llorar es una demostración de valentía. No tienes que tener vergüenza de mostrarte como tú eres".
Tal vez porque la profesión psicológica tiró de él, emprendió su curación como un momento de búsqueda y enriquecimiento personal. "Decidí vivir la enfermedad con la intensidad que me caracteriza. Me informé y puse nombre a cada emoción y a cada detalle del cáncer. Tenía claro que no iba a quedarme con ningún bolo en el estómago. Aunque llegó sin previo aviso, el linfoma era ya mi compañero de vida. Tenía que aprender a convivir con él. Finalmente supuso una oportunidad de parar, de conocerme a mí mismo, de revisar mis relaciones personales y de vivir despacio, pero con determinación. Me propuse que, desde ese momento, cada segundo sería particular. Mis hijas me apoyaron con un lema que todavía hoy define sus redes sociales: humor y amor".
José Luis es mayor de tres hermanos, dos varones y una mujer, y fue esta quien le donó. Recuerda con detalle casi cada minuto que pasó en la habitación de aislamiento, en planta, en posteriores idas y venidas al hospital. "Desde 2017 hasta 2019, estuve fuera de juego, padeciendo las complicaciones que derivan del trasplante, con momentos muy críticos, como cuando me detectaron neumonía bilateral. Sin embargo, descubrí todas las cosas buenas que florecen en las situaciones más críticas". Sin ruido externo del exterior, tuvo tiempo de reflexionar sobre el sentido de la vida, la capacidad del hombre para sobreponerse a las circunstancias y la condición humana de los equipos médicos y el personal de los hospitales. "Nunca me faltó una mano tendida, una palabra de amabilidad".
Este pamplonés animoso de casi 1,90 metros de estatura, se quedó con un peso inferior a los 50 kilos. "Sin apenas movilidad y con la vida volteada, acepté mi vulnerabilidad y me propuse renacer, pero sin despegarme de la realidad. Tengo dos hijas y en el hospital un médico me había hablado de la conveniencia de dejar resueltos los temas de herencia. Necesité el servicio de psicooncología para normalizar el tema de la muerte. Todo ello me aporta una nueva mirada, impensable hasta entonces, del fin de la vida".
En este renacer, José Luis empezó a caminar. "Poco a poco, pero sin parar, esforzándome cada día un poco más. He descubierto que caminar es una medicación más y los beneficios son inmediatos. También lo es el yoga y la meditación. Te ayudan a afrontar la enfermedad con equilibrio emocional y a focalizar la atención en aquello que te puede aportar bienestar y placer con una visión mucho más amplia". Este descubrimiento lo comparte ahora como voluntario en varios programas.
Una vez que supo que había superado el cáncer y el trasplante de médula ósea, su primera demostración de fuerza fue emprender el Camino de Santiago con un reto solidario que consiguió superar el objetivo de los 2.000 euros, destinados a la Fundación Josep Carraras contra la leucemia. Salió de su casa, en las afueras de Pamplona, y recorrió a pie los 700 kilómetros que le separan de la cripta en la catedral compostelana. "Tenía que agradecer la supervivencia, la oportunidad de continuar con vida, pero también necesitaba aportar mi granito de arena a la investigación de las enfermedades oncohematológicas e impulsar la donación de médula ósea".
El psicólogo aprovecha la conversación para recordar la importancia de donar médula ósea. Cualquier persona sana, desde los 18 a los 60 años, puede ser donante, siempre que no padezca una enfermedad susceptible de ser transmitida al receptor u otra patología que pueda poner en peligro su vida. En 2012 la Organización Nacional de Trasplantes puso en marcha el Plan Nacional de Médula. Desde entonces, el número de donantes se ha multiplicado por cinco, pasando de las 107.000 al medio millón, según el Registro de Donantes (Redmo) del Ministerio de Sanidad.
A pesar del aumento, las donaciones son escasas y la Fundación Josep Carreras realiza continuamente llamamientos para implicar a un mayor número de varones jóvenes. Solo el 37% de los donantes son hombres, cuando la media mundial establece una paridad del 50% con respecto a las mujeres. Además, de los 480.000 donantes, 85.000 tienen más de 50 años.
Para cerrar la entrevista, José Luis nos declara que hoy ya no se plantea la felicidad como una meta, sino como una forma de vivir el día a día,. "No quiero pesos ni herencias raras, sino vivir tranquilo y despacio. Que no se me escurra la vida de las manos, a pesar de esta sociedad líquida que nos imponen. Es una actitud nueva que desconocía, una alegría interior que antes no tenía. Ese es el aprendizaje que me transmitió Pau Donés y que me gustaría compartir. Al final, el cáncer es un aprendizaje de vida".