La historia del vino ha discurrido de forma paralela a la historia de la humanidad. El vino, tal como se conoce hoy en día, es una bebida alcohólica procedente de la fermentación del zumo de uva, la cual se produce gracias a la acción de las levaduras presentes en el hollejo de las uvas.
Los romanos desempeñaron un papel fundamental en la historia del vino. Lo cierto es que culturas anteriores ya producían vino, pero fue con los romanos cuando la bebida se popularizó para todas las clases sociales.
Todos tenemos imágenes de banquetes romanos en los que el vino corría sin medida; de bonitos mosaicos y cuadros con representaciones de vides o escenas de vendimia, o del pisado de la uva. El vino jugó un papel muy importante en la antigua Roma, no solo como bebida para el disfrute de la sociedad, también tenía un papel sagrado y ritual, presente en multitud de prácticas sociales y religiosas, usado como vehículo de comunicación con los dioses.
Así, el vino constituyó un factor de identidad en la cultura del Imperio romano siendo uno de los alimentos básicos de la dieta romana, que acompañaba todas las celebraciones, ya que beber vino de calidad era símbolo de riqueza y buen gusto. Eso sí, la forma de beber vino de los romanos era un tanto curiosa: la gran mayoría del vino que se consumía se mezclaba con agua.
Patricia González Gutiérrez, doctora en Historia por la UCM asegura en una entrevista a El Español, que el vino que los romanos y griegos consumían era muy diferente al actual. Podía aparecer aderezado con miel e incluso ser realizado con dátiles y pasas. Además, era mucho más ácido, ya que no se producía en barricas de madera sino en grandes vasijas de cerámica.
El transporte se solía realizar en grandes ánforas que también alteraban su sabor y su olor. Así, esta acidez se solucionaba mezclando el vino con agua, en una proporción variable, lo que, además, permitía beber más y durante más tiempo. El agua que se añadía al vino era agua de manantial o agua de mar fresca.
A las tropas se les daba este vino adulterado para que no cogieran enfermedades derivadas del consumo de agua. Los ricos, en cambio, solían beber un vino que maceraban con especias. El vino que más se consumía era blanco y lo endulzaban con miel. Incluso a los esclavos se les daba vino, de peor calidad y más rebajado.
El vino tiene un efecto ligeramente desinfectante y eso puede haber sido una ventaja, especialmente con agua de manantial. El vino diluido con agua también es más refrescante y no emborracha tanto. Y la resaca después del consumo excesivo de alcohol también es más débil, si es que ocurre.
Las fuentes romanas antiguas a menudo hablan de si algo es "bueno o malo para el estómago y otros órganos internos". Por lo tanto, se puede suponer que, al menos en la cultura romana, los aspectos de salud también fueron la razón por la que el vino se mezcló con agua
El vino en la Antigua Roma era muy consumido durante las fiestas y era era importante mezclar el vino con el agua en la proporción adecuada ya que no hacerlo era considerado de bárbaros, aunque había algunas excepciones si se quería animar y caldear el ambiente.