El tabaco es un factor de riesgo para prácticamente cualquier enfermedad. De eso somos conscientes (casi) todos. De ahí que gran parte de la población fumadora intente abandonar este hábito al menos en alguna ocasión para mejorar su salud y llevar una vida más saludable para ellos y para su entorno. No obstante, tras dejar de fumar los riesgos siguen estando presentes durante varios años, tal y como una nueva investigación ha señalado: el tabaquismo altera las defensas y el sistema inmune, persistiendo durante varios años tras dejarlo.
Un equipo internacional de expertos, liderados por el Instituto Pasteur de Francia, está detrás del estudio publicado en la revista Nature sobre los factores ambientales externos que alteran nuestras defensas. En sus conclusiones vieron claro como una persona fumadora o exfumadora tiene una mayor predisposición en el desarrollo de enfermedades y en el agravamiento de cualquier dolencia crónica, sufriendo más síntomas y complicaciones.
Los investigadores analizaron un total de 136 factores ambientales (de estilo de vida, económicos, alimenticios…) y su impacto en el sistema inmune de mil personas de entre 20 y 70 años que se prestaron voluntarias para el estudio y que tenían un buen estado de salud sin ningún tipo de complicación. De esta manera, se recogieron muestras de sangre expuestas a esos factores a 200 personas por cada década, 100 hombres y 100 mujeres en cada una.
La clave principal en la que se centraron los expertos fue en las citocinas y la cantidad que segregaban los individuos en su defensa ante los patógenos para coordinar la respuesta inmunológica del organismo. Fue ahí donde se encontraron con que el tabaco era el factor que más influía en la respuesta inmunitaria de los 136 que habían investigado.
“Una comparación de las respuestas inmunitarias en fumadores y exfumadores reveló que la respuesta inflamatoria volvió a niveles normales rápidamente después de dejar de fumar, mientras que el impacto sobre la inmunidad adaptativa persistió durante 10 a 15 años”, explicó Darragh Duffy, uno de los autores del estudio, que apuntilla que “es la primera vez que se ha podido demostrar la influencia a largo plazo del tabaquismo en las respuestas inmunitarias”.
El propio Duffy señala que el efecto del tabaco “en las respuestas inflamatorias a la estimulación bacteriana se perdía cuando las personas dejaban de fumar. Sin embargo, el efecto en la respuesta a las células T se mantenían durante muchos años después de que las personas dejaban de fumar”. “Fumar tiene consecuencias a corto plazo, pero también a largo plazo, en el sistema inmune”, resalta Violaine Saint-Andre, otra de las investigadoras.
La experta también señala que lo ideal es dejar de fumar cuanto antes, pero también manda un mensaje para las generaciones más jóvenes: “no empezar a fumar nunca”. También se investigó sobre el tabaco pasivo, aunque no se llegaron a encontrar diferencias en la secreción de citocinas tras la estimulación, por lo que aseguran no poder extraer conclusiones claras.
Los autores son conscientes de que el estudio tiene ciertas limitaciones, pero que los hallazgos encontrados establecen nuevas ideas sobre el impacto real que tiene el tabaco en la salud y en la respuesta inmunitaria. “El mejor momento para dejar de fumar es ahora, también afecta a la cantidad de cigarrillos que se fuman. Reducir cualquier cantidad sigue siendo beneficioso en términos de este impacto”, ha concluido Duffy.