Es muy común escuchar a la gente quejarse por diversas cosas a lo largo del día, para muchos es una manera de desahogarse, una forma de expresión que en cierta manera les ayuda a encontrarse mejor, pero la queja excesiva puede convertirse en lo que los expertos llaman lamento crónico. Diversos estudios aseguran que el cerebro humano está diseñado para identificar las amenazas y problemas, por lo que el ser humano tiene una alta capacidad para centrarse en lo negativo, por eso algunas personas tienden a quejarse más que otras.
Quejarse es un fenómeno casi universal, pues la gente siente insatisfacción, frustración y malestar frente a diversas situaciones de la vida y hace parte de la naturaleza humana, pero cuando este es constante, la negatividad puede invadir cada espacio de la vida y la rutina. Para algunos expertos, la queja constante hace parte de la forma de algunas personas para conseguir algo de ‘desahogo’ frente a la situación, pues de esta forma se puede liberar tensiones y buscar validación de los demás, volviéndose a veces en un círculo vicioso.
Cuando la situación se vuelve crónica, y hablamos de lamento crónico, puede extenderse a otros contextos de la vida y, a veces, empeora por el uso de las redes sociales, pues un amplio número de personas utilizan estos medios para también quejarse y extender esta práctica en los demás. Esto conlleva un desgaste emocional que puede tener consecuencias tanto en la salud mental como en la física, no solo en la persona que produce la queja sino en aquel que la escucha.
En los últimos años, la neurociencia se ha encargado de estudiar este tipo de fenómenos, pero se requiere de más estudios para encontrar más consecuencias sobre esta actitud y aunque todavía queda mucho por investigar, los expertos aseguran que se trata de un mecanismo evolutivo con un origen protector: el cerebro tiende a fijarse en lo negativo porque le permitía enfrentarse a un peligro real hace miles de años y aumentaba las opciones de supervivencia.
Este efecto, denominado sesgo de negatividad, puede volverse contraproducente en el entorno moderno, ya que focalizarse en lo malo de manera continua puede alterar la forma en que las personas ven el mundo y promover así nuevas interacciones como las que se basan en la queja.
Estudios indican que el acto de lamentarse puede provocar cambios estructurales en el cerebro que, a su vez, generan problemas en la resolución de problemas y la función cognitiva. Por lo que las personas que más se quejan pueden tener más complicaciones para resolver problemas, tomar decisiones o planificar. Todo ello genera frustración un por lo tanto la continuación de la queja cotidiana que está altamente relacionada con una actitud ansioso-depresivo, pensamientos intrusivos, rumiaciones, baja autoestima, cansancio y fatiga mental. Como consecuencia, las personas que no paran de lamentarse por todo suelen ser más pesimistas y menos resilientes frente a las adversidades.
Existen una serie de consejos que puedes llevar a cabo para dejar de quejarse constantemente. Desde Mundo Psicólogos hacen las siguientes recomendaciones: