Dicen los meditadores expertos que las mejores ideas se les ocurren cuando están meditando. El filósofo Pablo D'Ors explica con frecuencia que "para que el vaso se llene, antes tiene que estar vacío". Es una manera de decir que solo cuando estamos fuera de exigencias y objetivos somos capaces de volver a reunir fuerzas para retomar con éxito nuestras tareas. No es algo extraño; ocurre en la propia naturaleza. Los meses fríos se consideran de parada vegetativa: se guardan fuerzas para que en primavera la vida vuelva a abrirse paso.
Sobre esta idea de inactividad surge el concepto puttering, literalmente 'holgazanear' o el mirar las musarañas de toda la vida. Se trata de practicar pequeños descansos mentales en los que se puede no hacer nada o alguna pequeña tarea automatizada y sin presión. Es parecido al niksen holandés, aunque cultivar los instantes aparentemente improductivos se da en todos los países nórdicos.
Como el niksen, el puttering se asocia al modo de vida slow y puede conectar con la práctica de la atención plena o mindfulness. Las investigaciones que se han llevado a cabo en la universidad de Berkeley afirman que los beneficios de hacer pocas cosas (y especialmente si se hacen de manera lenta) ayudan a reducir la ansiedad, pero también a ralentizar procesos relacionados con el envejecimiento y a fortalecer el sistema inmune. Es decir, vaguear un poco nos hace sentir menos angustia y también a defendernos de un simple constipado.
Lo cierto es que el cerebro trabaja incluso cuando parece que no hace nada. "En esos momentos está procesando información que le permitirá ser creativo en situaciones difíciles", señala Ruut Veenhoven, sociólogo y profesor de la universidad Erasmo de Rotterdam. Esa despensa de creatividad nos permite desbloquear situaciones que nos impiden desarrollarnos. De hecho, un estudio de 2013 publicado por la revista 'Fronteras de la psicología' mostró que los periodos de descanso, esos en los que decimos que 'cargamos pilas', nos ayudan a inspirarnos para conseguir los objetivos que nos marquemos.
Entretenerse con pequeñas actividades que no tienen un fin concreto no es, por tanto, una pérdida de tiempo, sino un activo del autocuidado. Bajar el ritmo, según los expertos, tiene beneficios tangibles:
Adoptar el puttering no significa que haya que aislarse y dedicar la vida al descanso. Una vez más, la clave está en el equilibrio. El puttering multiplica sus efectos cuando está precedido o seguido de alguna actividad que sea buena para nosotros mismos y para la comunidad, una conexión que contribuye decisivamente a la felicidad.