Que la Inteligencia Artificial ha llegado a la sociedad para quedarse es algo que tenemos claro o que debemos asumir, como cada uno prefiera. Sus innumerables utilidades provoca que esté en boca de todos un día sí y otro también, aunque no siempre en un contexto positivo o útil. Sin embargo, el proyecto DORIA puede reconciliar a más de uno con la IA, ya que puede convertirse en el pistoletazo de salida para una revolución en el mundo de la medicina, reduciendo o incluso haciendo desaparecer las listas de espera, de momento, en el ámbito de la oftalmología.
DORIA (Diagnóstico Oftalmológico Robotizado mediante Inteligencia Artificial) es un proyecto basado en un robot capaz de realizar una exploración oftalmológica completa en aproximadamente ocho minutos. O lo que es lo mismo, una máquina que te somete a más de 100 pruebas en menos de 500 segundos.
El doctor Félix Armadá-Maresca, jefe de oftalmología del Hospital de La Paz (Madrid) nos lo explica más detalladamente. “En una consulta tradicional, realizar todas estas pruebas podría llevarnos unos 45 minutos, pero con este robot, en solo ocho, puedes realizar una exploración completa de los ojos. De esta manera podemos trabajar más rápido y valorar en menos tiempo si un paciente tiene una enfermedad ocular o no. Así se pueden realizar pruebas a más personas y, en caso de necesitar tratamiento, brindar asistencia de manera más oportuna. Además, esto permite que lleguemos a un mayor porcentaje de la población, reduciendo el estrés tanto para los médicos como para los pacientes”.
La base de su funcionamiento está en la Inteligencia Artificial. “Tiene alrededor de 100 pruebas conectadas a sistemas avanzados de IA. A partir de ahí, el robot genera datos que se suben a la nube para dar lugar a informes de riesgo sobre patologías como glaucoma, queratocono o enfermedades de la mácula. Esos informes, posteriormente, son validados por un oftalmólogo de manera remota”, continúa el doctor.
Este sistema permite que un técnico realice las pruebas, mientras la inteligencia artificial es la encargada de detectar y avisar si hay algún problema que necesite la atención de un especialista. “El diagnóstico del robot tiene una precisión teórica superior a la de un oftalmólogo entrenado, ya que puede detectar defectos mínimos que a un humano podrían escapársele”, apunta Armadá-Maresca.
La IA, así pues, ejerce como primer filtro médico, liberando de la necesidad de que un oftalmólogo intervenga directamente. El médico solo participa en la revisión posterior de los resultados. Esto es muy novedoso, porque hasta ahora siempre había un médico presente en la exploración, algo que podría generar reticencias en los propios pacientes. Sin embargo, hasta el momento no ha sido así, ya que el robot está diseñado para generar cierta empatía y que la consulta no sea fría.
“La mayoría de los pacientes lo aceptan muy bien. La experiencia es diferente, ya que el robot interactúa con ellos y les guía durante todo el proceso: les indica lo que va a suceder, si van a sentir frío en el ojo o si van a cambiar de ojo para una nueva comprobación. Esta interacción hace que la experiencia sea más cómoda para la mayoría. Es cierto, de todos modos, que es un cambio disruptivo y algunos oftalmólogos más veteranos aún no lo ven claro”, asevera el doctor.
Este tipo de avances se antojan más que necesarios en unos tiempos en los que la presión asistencial es máxima. “Tenemos que innovar para abordar el envejecimiento de la población, que es una realidad. En 2050, el grupo de edad más numeroso estará entre los 70 y 75 años, y la pirámide poblacional tendrá forma de corazón. Esto significa que habrá más pacientes con patologías complejas, pero menos médicos, ya que muchos se están jubilando o emigrando”.
Robots como el del proyecto DORIA forman parte de la solución a este problema, ya que actúa como un filtro entre los médicos de familia y los oftalmólogos. Así lo explica el doctor Armadá-Maresca: “Si un paciente tiene un problema ocular, en lugar de saturar las consultas del ambulatorio, pasa primero por el robot. Este determina si necesita atención especializada o no. De esta manera, reducimos considerablemente la entrada de pacientes sin patologías graves a las consultas. Según nuestras estadísticas, el 45% de los pacientes enviados por médicos de familia no tienen problemas oculares importantes. Ahora podemos identificar estos casos y concentrar los recursos en quienes realmente los necesitan”.
A través de DORIA se pueden detectar todo tipo de patologías. Desde las más frecuentes hasta las más complejas: “Puede identificar desde defectos refractivos y darte la graduación, hasta detectar una cámara estrecha en un glaucoma agudo, cicatrices corneales, queratocono, glaucoma crónico simple, cataratas o alteraciones en la lente intraocular si el paciente está operado. Es decir, tiene capacidad para detectar prácticamente cualquier enfermedad oftalmológica común y derivar así a la consulta correspondiente al paciente. Allí se le realiza un estudio más detallado y se establece el tratamiento necesario. La función principal del robot es separar el grano de la paja, identificar las patologías relevantes y priorizar la atención de los pacientes”.
Gracias a este robot, ni siquiera necesitas síntomas evidentes para realizar una revisión mucho más profunda y minuciosa de lo que el sistema es ahora capaz de absorber, detectando así enfermedades en etapas muy tempranas, convirtiendo todo el proceso en más ágil y efectivo.
Los números sobre la eficacia de DORIA son más que clarificadores. “Estamos viendo que aproximadamente el 45% de los pacientes no tienen patología, el 35% pasa a la consulta de ambulatorio y un 13% directamente a consultas específicas, como cataratas. Además, tenemos porcentajes más pequeños para glaucoma y otras patologías. Es una herramienta muy potente para agilizar el proceso y derivar correctamente”, comenta el doctor Armadá-Maresca.
En la actualidad, el madrileño Hospital de La Paz es el único terciario de toda Europa que cuenta con esta tecnología, lo que ha llevado a que profesionales de todos los rincones tanto de España como de Europa o América se hayan interesado por su funcionamiento y hayan acudido para conocer el modelo. Lo han hecho desde múltiples comunidades, pero también desde Alemania, Portugal o Chile.
Y no es de extrañar cuando uno echa un vistazo a las cifras que contemplan en el proyecto DORIA. “Se contemplan atender a unos 14.000 pacientes al año, lo que equivale a 80 pacientes diarios o unos 1.300 mensuales. Esto nos permitiría equilibrar las listas de espera en unos seis meses. Para atender a esos 80 pacientes, un oftalmólogo necesitaría unas cinco o seis consultas, con varios profesionales, auxiliares y equipos. Con este sistema, tendremos dos robots, cuatro ópticos y un oftalmólogo de apoyo para validar los informes, que aunque pueden hacerse en remoto, requieren supervisión médica”.
El crecimiento, sin embargo, no se queda ahí, ya que están desarrollando a día de hoy mejoras como una aplicación para que los pacientes puedan responder preguntas desde casa, adelantando parte del trabajo.
DORIA ya ha mostrado el camino en el mundo de la oftalmología y ha comenzado a recorrerlo. Ahora sólo cabe esperar que en otras especialidades puedan replicar la idea. “Las máquinas actuales están diseñadas exclusivamente para oftalmología, pero existe potencial para desarrollar equipos similares adaptados a otras especialidades”, concluye el doctor.