Nuestro corazón es 'invisible'. Ni oímos sus latidos ni duele de manera específica. Estamos acostumbrados a sus movimientos y nuestro cerebro no da ninguna señal de alarma ante los múltiples cambios que asume a lo largo de un día.
Pero sí hay momentos en los que notamos cómo se acelera o se desacelera: cuando hacemos ejercicio de fuerza o de intensidad, cuando nos emocionamos o cuando nos relajamos y sentimos que el ritmo cardiaco es más lento.
Cuando se trata de un ritmo anormalmente rápido, el corazón demanda más oxígeno de los músculos y en esa 'conversación' pueden surgir taquicardias o arritmias. Hay otros agentes que pueden producir esa situación, como son las emociones o los episodios de fiebre, pero también algunos alimentos. El café es el más clásico; las bebidas energéticas, también, y, menos conocido, el alcohol.
El alcohol es, en realidad, un anti-nutriente. No posee propiedades nutricionales, pero sí calorías vacías que no aportan ningún beneficio, pero sí kilos. Cuando nuestro organismo metaboliza el alcohol se convierte en azúcar. Y el azúcar es el responsable de la glicación celular, un acelerador del envejecimiento, y de la inflamación crónica.
Pero lo que es menos sabido es que el alcohol también favorece la aparición de arritmias, más allá de la simple taquicardia. Las bebidas alcohólicas pueden provocar un tipo de arritmia específica que se conoce como síndrome del corazón de fiesta, muy habitual en periodos de celebraciones como la Navidad.
Como explica la cardióloga Magdalena Perelló en sus redes, el alcohol es un tóxico que produce daños cardiovasculares. Si no se es abstemio o se tiene contraindicada la ingesta de alcohol (por ejemplo, los enfermos crónicos con una medicación diaria), es muy raro no beber en eventos. Muchas personas son bebedoras sociales, no beberían si no estuvieran en comunidad. A pesar de que también se habla de los posibles beneficios del vino en la salud cardiaca, lo cierto es que esos potenciales beneficios no compensan los riesgos.
Como explica la doctora Perelló, el corazón de fiesta ocurre cuando se han consumido grandes dosis de alcohol durante muchas horas. En esta circunstancia, el corazón produce un tipo de arritmia llamada fibrilación auricular. Se trata de una pérdida completa del ritmo normal que notamos en la aurículas, la parte superior del corazón. La sensación es como tener un reloj descompuesto -nuestro corazón- que se acelera, frena y se vuelve a acelerar.
Además de palpitaciones, el corazón de fiesta puede provocar sudoraciones, falta de aire o fatiga. Puede, incluso, llegar a producir síncope o desmayo. Lo relevante es que puede producirse en cualquier persona, incluso en las sanas, sin historial de problemas cardiacos.
Cuando bajan los niveles de alcohol de la sangre esta arritmia mejora. Sin embargo, en ocasiones se ha de tratar de manera específica. Las fibrilaciones auriculares son unas arritmias menos graves que las de las cavidades de abajo, las de los ventrículos. Pero siempre deben tratarse. Como explica la cardióloga, el alcohol también provoca el efecto de dilatar las cavidades cardíacas y disminuye la fuerza contráctil, la fuerza de bombeo del corazón.
Lo más frecuente es que este tipo de arritmias se resuelvan sola en el organismo metaboliza el alcohol, en unos 90 minutos, dependiendo de la ingesta de comida. Para ayudar al cuerpo a recuperarse, la recomendación es hacer reposo y hidratarse bien con agua e infusiones, evitando el alcohol.
Perelló también aconseja someterse a un chequeo para comprobar que esta arritmia no ha dejado secuelas o no haya tenido lugar como consecuencia de un trastorno subyacente. La fibrilación auricular continua propicia la aparición de los ictus. La causa es que si el corazón no impulsa con fuerza y lo hace sin ritmo adecuado se pueden provocar coágulos de sangre que pueden bloquear el paso de la sangre al cerebro.
Además, como insiste la doctora, el alcohol, combinado con dulces, puede enmascarar y acelerar los efectos perniciosos de las bebidas alcohólicas.