Hacer las cosas, cualquier cosa, despacio, tiene una serie de ventajas: entre ellas, que se disfruta más. Pero si se trata de comer, también de una cuestión de salud. Y es solo que, por un lado y como es lógico, al masticar más y mejor los alimentos favorecemos la digestión. O que comer rápido puede producir atragantamientos -va en serio: según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), los atragantamientos accidentales en el 2022 ocasionaron 3.546 muertes y el 11% fueron por la ingesta de comida-. Comer muy rápido o más despacio puede estar diciéndonos algo de tu salud mental.
Como te contábamos aquí, existe algo llamado 'hambre emocional' que puede hacer que el comer se vuelva algo compulsivo e incluso te lleva a comer sin tener hambre. Es entonces cuando se producen los 'atracones' y otros desórdenes alimenticios que tienen mucho que ver con el sufrimiento mental y muy poco con la alimentación. Comer rápido puede acarrear también un aumento de peso - no permite que las señales de saciedad sean transmitidas hacia el cerebro, las cuales demoran entre 15 a 20 minutos en llegar- con los problemas de autoestima que eso puede conllevar.
Comer despacio, por el contrario, es una aspiración que tiene que ver con la tranquilidad y nos aleja de la ansiedad. En cuanto a la salud, para especialistas como la Dra. Casey Means, médico e influencer, independientemente del tipo de comida, solo la velocidad a la que la ingerimos tiene un impacto real en el riesgo de desarrollar enfermedades mortales, mientras que "comer rápido se asocia con una tasa cuatro veces mayor de síndrome metabólico y el doble de riesgo de diabetes tipo 2".
Para la especialista, además, comer despacio, también mejora la autorregulación y que eres más consciente de la cantidad que ingieres, lo que facilita mantener un peso saludable. Por todo ello, hay distintos movimientos que promueven el 'comer despacio'. Uno de ellos es el llamado 'mindful eating', que según los especialistas ayuda a tomar conciencia del acto alimentario, a comer sin distracciones, sin prisa y centrados en lo que estamos haciendo para ayudar a establecer unos hábitos alimentarios más saludables y a tener mayor conciencia sensorial de los alimentos.
Hasta ahora no hay estudios suficientes que sean consistentes para afirmar que hay una relación directa entre la velocidad de la ingesta y los niveles de azúcar y la diabetes. Lo que señala Cristina Bedmar, profesora colaboradora del máster de Alimentación Saludable y Sostenible, de los Estudios de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), es que los tipos de alimentos que se consumen (crudos, cocidos, integrales, con grasa o no, etc.) pueden marcar la velocidad a la hora de comer, la velocidad de la digestión y del azúcar que pasará a la sangre. "No tendremos la misma respuesta glucémica al beber 200 ml de zumo que consumiendo el mismo azúcar en forma de dos naranjas enteras, ni tampoco si nos tomamos el zumo acompañado de pan integral con queso", concluye.