María del Carmen tiene 90 años. A los 84, sus recuerdos, su vida, se empezaron a velar y marcharse como si fueran arena de playa en la mano. No había solución. Los síntomas del alzhéimer se habían colado sin permiso, sin llamar a la puerta, como cualquier otra enfermedad. Son así.
Según una encuesta de la OCU, esta enfermedad afecta actualmente a más de un millón de españoles, aunque, de manera indirecta, más de 4,5 millones estarían condicionados por la enfermedad. 6 de cada 10 afectados son mujeres, con una edad de inicio de los primeros síntomas de 76 años.
Dentro de lo que cabe, María del Carmen ha tenido suerte. "Hace seis años, cuando se lo diagnosticaron, nos avisaron y nos dieron unos libros con unos escenarios de lo que podría ocurrir. Los repaso de vez en cuando y parece que, en el caso de mi madre, la enfermedad va lenta, que no hemos llegado a las fases que pueden ocurrir", nos cuenta Jose, su hijo.
Uno de los motivos por lo que la enfermedad puede que no se haya desarrollado tan velozmente podría ser la práctica diaria de deporte. "Mi madre tiene alzhéimer pero todos los días camina media hora para ralentizar la enfermedad". Le obligamos a darse paseos y eso lo lleva a rajatabla", nos comenta Jose. "Siempre nos han dicho que la actividad física, así como la intelectual, era muy importante para paliar esta enfermedad, porque así se acostumbra, habla con amigas… aunque no sé qué conversación tendrá, pero al menos se comunica".
A Jose no le falta razón. Este mismo año se publicó un nuevo estudio en la revista Nature en la que unos investigadores de la Universidad de Columbia, en Estados Unidos, descubrieron una hormona llamada irisina que se libera a la circulación durante la actividad física. Los estudios iniciales sugirieron que la irisina desempeñaba principalmente un papel en el metabolismo energético. Pero una investigación más reciente descubrió que la hormona también puede promover el crecimiento neuronal en el hipocampo del cerebro, una región crítica para el aprendizaje y la memoria y relacionado íntimamente con el alzhéimer.
En esta línea de planteamiento se encuentra también Alejandro Lucía, catedrático de Fisiología del Ejercicio de la Universidad Europea. "Se ha visto que la actividad física en sí misma, es decir, moverse más, coger las escaleras en lugar del ascensor, caminar 20 o 30 minutos al día, o hacer ejercicio aeróbico, puede disminuir el riesgo de padecer alzhéimer en un 40%".
Para la gente adulta, este factor de actividad deportiva es aún más importante. Creemos que, cuanto más mayores, ya lo tenemos todo hecho y que no podemos seguir haciendo deporte, y es un error mayúsculo que podría favorecer a la aparición de enfermedades.
"Para la gente mayor no vale únicamente con hacer sudokus para mejorar la memoria, sino también mover los músculos. Hay que ver el cuerpo como un conjunto de órganos que interactúan entre sí. Cuando hacemos ejercicio los músculos producen moléculas que pueden tener un componente protector: disminuye la inflamación crónica, que es el sustrato de muchas enfermedades de nuestro tiempo", explica el especialista.
Sin embargo, a juicio de Alejandro Lucía, no todos los médicos tienen muy claro los beneficios que puede reportar el deporte en multitud de enfermedades. "Con las personas que tienen alzhéimer se puede atenuar un poco la progresión. Es una pena que el ejercicio físico no se utilice más en medicina. No creo que haya reemplazarlo un fármaco pero el ejercicio puede ser un coadyuvante. Pero esto no está en la hoja de ruta. No se le presta la atención que merece. Ni siquiera se enseña en las facultades de medicina, se pasa de largo. Y en los tratados de medicina ni se contempla, es despreciado", concluye.
Mientras escribíamos esto, María del Carmen ya se ha dado su paseo diario agarrada del brazo con la persona que le cuida diariamente y su marido. Tiene una suerte adicional, como nos comenta su hijo: viven en un sitio sin cuestas donde puede pasear tranquilamente. "Algunas veces refunfuña, pero siempre intentamos que lo haga", dice Jose.