España prohibió en 2002 el uso de amianto. Veinte años después, aún hay riesgos asociados a su exposición. El amianto, también conocido como uralita o asbesto, es un grupo de minerales que fue muy utilizado por grandes industrias y por la construcción en los años 70 y 80 en España por su bajo coste y su capacidad aislante.
España fue durante esos años el paraíso del amianto. Sin embargo, se comprobó que los trabajadores que lo manipulaban desarrollaban enfermedades graves. La principal causa es que con el paso del tiempo desprende unas fibras que pueden ser inhaladas y causar daños en el sistema respiratorio.
En España, este material continúa presente en muchas de las edificaciones construidas antes de 2002. Lo más habitual es que esté en los tejados de uralita, pero también está presente en revestimientos externos, aislamientos para tuberías o cables, así como en multitud de objetos con fibrocementos como macetas o jardineras. De esta forma, de los españoles que conocen este material, más del 70% afirma saber dónde puede encontrarse, según un estudio de la biofarmacéutica Bristol Myers Squibb.
La retirada de este material ya es un asunto urgente. De hecho, el Parlamento Europeo ha instado a la Comisión Europea a la creación de una estrategia para la retirada del amianto en todos los países miembros. Entre las propuestas del Parlamento Europeo, se incluye una relativa al control obligatorio de presencia de amianto en los edificios antes de su venta o alquiler y a la expedición de certificados de amianto. El objetivo de la Unión Europea es eliminar todo el amianto para finales de 2032.
Según se desprende de un estudio realizado por la biofarmaceútica Bristol Myers Squibb, el 60% de los españoles desconoce si hay amianto en las instalaciones de su hogar, a pesar de que el 70% conoce este mineral y el 40% es consciente de los riesgos que supone para la salud.
Si tu vivienda o centro de trabajo es anterior a 2002, es posible que haya algún elemento de amianto. En la actualidad, hay empresas dedicadas a inspeccionar y detectar la presencia de este metal en hogares y centros de trabajo. Estos profesionales deben cumplir la legislación vigente relativa a los trabajos con riesgo de exposición al amianto, regulada en el Real Decreto (RD) 396/2006, de 31 de marzo.
En el caso de un centro de trabajo, el empresario es el encargado de poner en marcha el plan de retirada del amianto y de garantizar que el trabajador no está en contacto con el material. Si se trata de un edificio de viviendas, el coste de la retirada del elemento o elementos que contengan amianto puede ser abonado e primera instancia por el dueño de la vivienda, pero es siempre la comunidad de propietarios quien debe hacerse cargo de este gasto.
Por estar presente en numerosos materiales de edificación, algunos grupos específicos de profesionales como los trabajadores de la construcción, fontaneros o electricistas están más expuestos a las consecuencias negativas del amianto. Entre las enfermedades más comunes provocadas por este metal se encuentran las placas pleurales, la fibrosis pleural difusa, el derrame pleural benigno, el síndrome de Blesowski, la abestosis, el cáncer de pulmón y el mesotelioma.
Este último es una de las consecuencias más graves y está declarada enfermedad profesional. El mesotelioma es un tipo de cáncer de difícil diagnóstico y la mayoría de los casos suelen descubrirse en estadios avanzados de la enfermedad. De acuerdo con la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), esta patología tiene una incidencia de unos 2,1 casos por cada 100.000 habitantes al año, aunque se espera que la prevalencia de la patología siga creciendo hasta 2030.
"El amianto es el principal factor de riesgo para el desarrollo del mesotelioma, un tipo de cáncer que afecta al mesotelio, el tejido que rodea la mayoría de los órganos internos y suele afectar a la zona de los pulmones", explica Laura Mezquita, oncóloga del Hospital Clinic de Barcelona.
Los pacientes con mesotelioma tienen una esperanza de vida promedio aproximada de 12 a 21 meses después de recibir el diagnóstico. Se trata de una enfermedad fulminante porque tan solo el 3,2% de los españoles conocen los síntomas de la enfermedad. Entre los más importantes: dificultad para respirar, dolor en el tórax, pérdida de peso repentina, cansancio, anemia, fiebre, dolor abdominal y obstrucción intestinal.