El próximo cambio de la hora para adaptarnos al horario de invierno será el 31 de octubre, de este modo, damos por terminado el horario de verano que arrancamos en marzo pasado. Tendríamos que estar acostumbrados a estos dos ajustes anuales, pero en Uppers nos preguntamos cómo nos afecta el cambio de hora ya que en nuestras familias siempre hay alguien a quien le cuesta adaptarse o incluso a nosotros mismos.
Dos veces al año surge este tema de conversación. ¿Por qué el cambio de hora afecta a nuestro estado de ánimo? En esta ocasión nos consuela que podemos dormir una hora más. A las 3:00 horas de la madrugada del domingo 31 de octubre serán las 2:00 en la Península. En Canarias a las 2:00 horas retrasarán el reloj hasta la 1:00. Sin embargo, surgen dudas sobre cómo les afecta este reajuste a los bebés lactantes, a nuestros mayores, a las personas con problemas de sueño, a aquellos que padecen determinadas patologías o a los que necesitan regirse por un horario a rajatabla.
La crisis del petróleo de los años 70 fue la culpable del cambio de horario en toda Europa. Inicialmente se buscaba el ahorro energético con el máximo aprovechamiento de las horas de luz natural en los días de invierno. Actualmente tiene sus seguidores y detractores. No hemos conseguido ponernos de acuerdo en cuanto a qué horario preferiríamos, si el de invierno o el de verano.
De cara a lo que nos incumbe personalmente, dejando a un lado la parte económica, los psicólogos afirman que dos veces al año tenemos que cambiar los hábitos del día a día. Esto conlleva un proceso de adaptación. El cuerpo incorpora tan rápido como le es posible tales reajustes para adaptarse de nuevo y seguir su rutina. El problema, al iniciarse el horario de invierno, es que nos topamos con anocheceres muy tempranos y más fríos y nos vemos obligados a olvidar los días largos y luminosos del verano.
La explicación está en los ritmos circadianos. Se trata de los cambios físicos, mentales y conductuales que siguen un ciclo de 24 horas, afectan a la mayoría de los seres vivos y responden a la luz y a la oscuridad. Los biorritmos del organismo necesitan uno o varios días para sincronizarse a estos cambios del horario porque se produce una alteración brusca del ritmo circadiano. Hasta que se hace efectivo el reajuste, el estado anímico de las personas se ve afectado.
Una de las causas está en que de noche el cerebro produce y libera melatonina, la hormona que nos induce al sueño. Si disminuyen las horas de luz se genera más melatonina lo que nos provoca somnolencia. A su vez, a mayor oscuridad se rebajan los niveles de serotonina, el neurotransmisor que envía mensajes entre las células nerviosas influyendo en nuestro estado de ánimo y en las emociones. A menor serotonina más negatividad. Todo ello puede provocar una falta de concentración y una bajada en el rendimiento general e intelectual.
Teniendo en cuenta el funcionamiento del organismo, según los profesionales de la psicología, incluso aquellas personas que no tienen ninguna patología “sufren síntomas leves como somnolencia, cansancio, falta de lívido y de deseo, irascibilidad o apatía, entre otras alteraciones”. Los que más notan las consecuencias, según los psicólogos, son las personas con patologías o con cuadros depresivos porque hasta que sus biorritmos se adaptan se incrementa la sintomatología que padecen.
Además, hacen hincapié en prestar una mayor atención tanto a los bebés lactantes como a las personas mayores a nuestro cargo. Podrían tener mayores dificultades con la llegada del nuevo horario precisamente por su mayor sensibilidad. Lo más normal es que todos nos acabemos adaptando, unos más tarde que otros. Sería necesario consultar con los profesionales de la salud cuando esa adaptación requiere demasiado tiempo o si las sintomatologías previas se agravan.
Como recomendación, los psicólogos aconsejan que aquellas personas que acusen este cambio horario comiencen a adaptarse con antelación de forma gradual. Se trata de acostarse más temprano para poder adelantar el despertador poco a poco cada día.