El bicho y el otro bicho. Esta pandemia no está siendo fácil para nadie, pero los grupos de riesgo tienen encendida la luz de alarma doble. ¿Qué está pasando con los pacientes oncológicos y el coronavirus? ¿Siguen los tratamientos de quimio y radio en los hospitales a pesar de estar desbordados? ¿Y las citas de control, tan temidas y necesarias? Hablamos con Lola, profesora de instituto de 50 años, que tuvo un cáncer de útero hace cuatro y está en su casa reponiéndose de coronavirus, para que nos cuente su particular paradoja: "Aún no tenía daño en los pulmones cuando fui a urgencias, pero como puede avanzar muy rápido en mí, el médico me dio el tratamiento de los casos más avanzados, hidroxicloroquina. ¡Y menos mal! Casi te sientes 'privilegiada' por ser algo más débil, una enfermedad te ayuda a salvarte de otra".
Aunque no siempre es así. Se trata de un tema muy complejo, precisamente por la cantidad de casuísticas que se dan en los enfermos. Más que nunca, cada caso es especial y requiere medidas específicas. Eso sí, Esther Díez, responsable de Comunicación de la Asociación Española Contra el Cáncer, AECC, nos confirma que a escala nacional "los tratamientos que los oncólogos prescriben se están realizando sin problemas. No hay ni suspensión ni paralización ni retrasos generalizados".
"Las personas con cáncer son sumamente vulnerables al Covid, por lo que no es conveniente exponerles a focos de contagios, así es que cada servicio de oncología está trabajando con cada uno de los pacientes para ver cuál es la mejor solución personalizada, priorizando siempre su salud. Hay tratamientos y revisiones que el médico considera no urgentes, y se posponen, pero si hay que realizar una quimio, se hace con normalidad en el hospital, aunque extremando los protocolos de seguridad", añade Díez desde la AECC.
Un ejemplo de ello ha sido Dani Rovira, quien acaba de publicar una imagen en redes tratándose de un linfoma de Hodgkin, que afecta al sistema linfático, diagnosticado la semana pasada: "Hoy es mi primer día de quimio y por delante queda una larga lucha. No tengo miedo (...). Eso sí, pasaré a formar parte de esa población de alto riesgo cuando las defensas y el sistema inmunitario empiecen a fallarme en unos días, así que tendré que cuidarme, cuidar y dejarme cuidar un poco más", escribe el actor.
En este estado de alarma podemos agrupar a los pacientes oncológicos en dos grupos. Por un lado, los que se encuentran en pleno proceso y tienen la necesidad absoluta de tratamientos de quimioterapia o radioterapia, donde se da el temor doble de dejar de tratarte y, al mismo tiempo, de seguir haciéndolo en un lugar de riesgo. Por otro, los que han superado la enfermedad pero siguen con otros tratamientos menos invasivos, que también merma las defensas. "En mi caso tomo una pastilla diaria, recetada hace cuatro años para evitar que vuelva. Vamos, para mantener el bicho lo más lejos posible y que ni se le ocurra volver a pasar por aquí", explica Lola.
A ella no le han llamado aún para ver qué hace con la próxima cita de revisión, pero espera con cierta ansiedad el momento. "Vivimos permanentemente pendientes de esa fecha en el horizonte: 'la próxima revisión'. Qué le vamos a hacer, nuestra vida hacia adelante tiene ahora fronteras. ¿Tres meses más? ¿Seis meses más? ¿Un año? Ese es el tiempo que la mente descansa hasta la próxima cita. Lo más parecido a la ITV del coche", comenta Lola.
Cada revisión con el oncólogo, requiere además varias pruebas previas: analíticas, radiografías, resonancias magnéticas o densitometrías. "En mi caso, tengo citas para dos resonancias magnéticas diferentes y una analítica en la segunda quincena de abril y cita en consulta oncológica en mayo. En caso de que se alargara el confinamiento sobre la fecha prevista (10 abril), mi única súplica es que no me anulen ninguna cita. No podría soportar que se retrasara en el tiempo la fecha de la revisión, el checking de nuestras vidas. Al cáncer ni agua. Nada de darle tiempo", insiste.
Mientras espera instrucciones, el tratamiento para el coronavirus va haciendo efecto. Primero fue la fiebre, la tos, el dolor muscular y muchísimo cansancio. Con los días se sumaron el dolor de cabeza y la pérdida del gusto y del olfato. Primero llamó al 900 102 112, pero le dijeron que un médico contactaría con ella y nunca ocurrió. Al cuarto día de síntomas, fue a urgencias. Allí le hicieron una radiografía de tórax pero no la prueba, aunque todos los síntomas apuntaban en la misma dirección y le dieron la hidroxicloroquina. "¡Y está funcionando! Conozco varios casos que eran leves como yo y en unos días evolucionaron a críticos. En mi caso agradezco infinitamente a los médicos este tratamiento preventivo”, explica.
Eso sí, no está siendo del todo fácil el confinamiento doble, en casa y en la habitación. Como muchos, echa de menos abrazar y besar a los suyos. "Mi marido y mis hijos se sientan en la puerta con mascarillas y guantes a ratos… pero es complicado. Desayunar, comer, cenar, teletrabajar en una misma mesa es aburrido, aunque lo he asumido con toda la naturalidad posible y estamos aprendiendo todos a vivir de otra manera. Pienso en amigos con neumonía en hospitales y entonces mi habitación me parece el mejor lugar del mundo, mi refugio salvador… y el ruido de fondo de casa, el mejor sonido: radio, tele, música, aspiradora, lavavajillas, el bebé de mi vecina, el perro de la otra vecina, la play station de mis hijos… ¡qué bien suena!", bromea.
Lola intenta ver el lado positivo de lo que le ha tocado vivir. Ha aprendido mucho, de ella y de los suyos, en los momentos duros anteriores. “¿Un consejo para los que estén en la misma situación? Que piensen que todos nos cuidan, dentro y fuera de casa. Saberlo, sentirlo, da una gran seguridad. ¡Hay que vernise arriba! Y en esto somos expertos… traemos un colchoncito de fuerza y energía que ya quisieran muchos”.