Desde que comenzó el confinamiento hemos aprendido a reducir nuestra vida social. Ni bares, ni comidas, ni ocio nocturno. La pandemia se ha cebado especialmente con los lugares que aglomeran a mucha gente, como el sector de la hostelería. A lo largo de estos meses hemos asistido a debates en torno a la idoneidad de los cierres, al equilibrio salud-economía y a la efectividad de las restricciones de movilidad. Ahora, un estudio realizado en Estados Unidos, basado en los datos de geolocalización de 98 millones de ciudadanos, señala cuál es el camino a seguir respecto a las restricciones.
Un informe publicado en la revista Nature señala que "restringir la ocupación máxima en cada punto de interés (bares, gimnasios, restaurantes, espacios religiosos...) es más eficaz que reducir uniformemente la movilidad". También confirma que las personas con rentas más bajas "no han podido reducir la movilidad tan drásticamente" como los que sí han podido quedarse en casa y que sus "puntos de interés" presentan un mayor riesgo de contagio que los de las rentas medias o altas, al ser más reducidos y aglutinar a más gente.
Es especialmente interesante el caso del área metropolitana de Chicago. Los autores de la investigación, que se realizó entre el 1 de marzo y el 2 de mayo, proyectaban que un 32 % de la población estaría infectada a finales de mayo. Sin embargo, "reducir sustancialmente la ocupación máxima" sin llegar a reducir la movilidad general tendría consecuencias positivas. Con una limitación del 20 % en estos sitios se reducirían las infecciones previstas en un 80 % y solo se perdería "el 42 % del total de visitas" a estos establecimientos. Conclusión: "se puede lograr una reducción grande en infecciones" con reducciones de aforo y, al mismo tiempo, mantener vivo al sector.
Los investigadores también señalan que existe una gran variación en los riesgos al reabrir según que servicios. Una reapertura de restaurantes de servicio completo, por ejemplo, era especialmente arriesgada en Chicago. Pronosticaron 596.000 infecciones para finales de mayo si se producía de esta forma, sin ninguna reducción de aforo. Otros lugares que provocarían un aumento generalizado de los contagios sin una previa reducción de aforo serían los gimnasios, los hoteles, cafés o espacios religiosos.
Otro enfoque del estudio sugiere que las rentas más bajas han sido más susceptibles al contagio que las más altas. A la mayor posibilidad de contagiarse se le suma un dato que hasta ahora había pasado desapercibido. Los resultados señalaron que los lugares que frecuentan las personas de menor rango de ingresos son más reducidos, los frecuenta más gente y, por tanto, son más proclives al contagio.
Así, las tiendas de comestibles promedio visitadas por personas de bajos ingresos tuvieron un 59 % más de visitantes por metro cuadrado cada hora. Además, respecto al tiempo de permanencia, sus visitantes se quedaron un 17 % más que las personas que visitaron otras superficies.
Tras haber obtenido los resultados y una vez demostrada la eficacia de la reducción de aforo y el mayor impacto en las rentas más bajas, los investigadores han pedido cinco medidas de inmediato cumplimiento para hacer más eficaz y menos lesiva la lucha contra la pandemia. Son estas:
"Dado que se siguen debatiendo las políticas de reapertura, es fundamental construir herramientas que puedan evaluar la efectividad y equidad de diferentes medidas. Esperamos que nuestro modelo, al señalar heterogeneidad de la población a través de grupos demográficos y ciudades, ayude a abordar esta necesidad", han concluido.
Si lo que se busca es mantener un equilibrio entre la economía y la salud, lo más recomendable es reabrir los bares y restaurantes con limitaciones de aforo y horario. Si no hay medidas restrictivas, la pandemia se descontrola; si se reduce la movilidad al máximo, la economía se hunde. Encontrar el equilibrio limita las posibilidades de contagio y evita una caída drástica de los ingresos.