Parques cerrados en Cataluña a partir de las 22h. En Palencia durante todo el día mientras dure el confinamiento perimetral. Abiertos en Asturias a pesar de haber bajado a fase 2. En la Comunidad de Madrid cerrados en los que están en las zonas básicas de salud confinadas por el Gobierno autonómico pero abiertos en las ciudades cerradas por el Gobierno central. Restricciones heterogéneas en función del lugar donde se viva pero con unos perjudicados claros: hijos, nietos, padres y abuelos que no pueden utilizarlos. Preguntamos a un experto pedagogo y revisamos lo que dicen los científicos sobre la eficacia, o no, de esta medida tan poco coordinada.
La evidencia científica nos dice hasta la fecha que los espacios abiertos son, hoy por hoy, los más seguros en los que podemos estar. En ellos no se acumulan altas densidades de gotículas o aerosoles que puedan llegar a infectar a otras personas y, si estas además van ataviadas con mascarillas, el riesgo es prácticamente nulo.
"Cerrar los parques tiene poco sentido. Cada actividad que hagamos fuera en lugar de dentro de los hogares es positiva. Cerrar parques puede significar desplazar actividades hacia los interiores, que siempre tienen mucho más riesgo de contagio. Además, de cara a las necesidades de los más jóvenes (sobre todo niños) son un lugar fundamental para su desarrollo, por lo que tenemos que tener en cuenta esas necesidades", explica para Uppers el epidemiólogo Pedro Gullón.
No obstante, sí podría existir algún riesgo en el caso del mobiliario que usan los niños pequeños para jugar y que pudiera verse contaminado por el SARS-CoV-2 y este permanecer en la superficie hasta que otra persona lo tocara, se llevara la mano a la boca o a la nariz y se viera infectado. "Evidentemente no existe el riesgo 0 (comparten juguetes, y alguno puede estar contaminado), pero cada vez el rol que ejerce la contaminación de superficies para generar infecciones parece estar viéndose que es más pequeño", aduce el experto.
Por ello, no está de más la desinfección periódica de los parques y jardines, con especial atención a ese tipo de mobiliario urbano para los más pequeños.
Como apunta Gullón, otra de las implicaciones del cierre de los parques es el propio desarrollo de la infancia. Sin esos espacios tan básicos para los niños, todo se complica. Francesco Tonucci, pedagogo infantil reconocido a nivel mundial, lo tiene claro: "Cuando nuestros gobiernos decidieron que la única forma de defensa ante este virus desconocido y muy contagioso era encerrar a todos los ciudadanos en casa, se examinaron las excepciones: las personas tenían que comer y por lo tanto podían salir con reglas estrictas a comprar comida; luego podrían salir a comprar el periódico; luego podrían salir a comprar cigarrillos y finalmente sacar a su perro. Nadie cuestionó si los niños tenían necesidades indispensables", nos cuenta. De hecho, el único de los derechos previstos por la Convención sobre los Derechos del Niño que sobrevivió al virus fue el de la educación, al implantarse el telecolegio.
"El derecho al juego y al encuentro de amigos, condición necesaria del juego, creo que debe ser defendido como indispensable para niñas y niños. En lo que respecta a los espacios de juego, es por tanto acertado estudiar las modalidades, las normas de salud que se deben respetar, pero no la posibilidad de que se puedan cerrar", defiende el pedagogo.
"Estoy convencido de que podemos vivir sin traumas graves, sin escuela, pero no sin juegos y la compañía de amigos. No parece que durante el verano las niñas y los niños sufran mucho por la ausencia del colegio o que tengan crisis de cualquier tipo, pero sí que sufren por la imposibilidad de ver amigos y jugar con ellos", explica.
Además, Tonucci también insiste en una idea que ya dejó clara en una entrevista para Uppers en la que nos contaba cómo la ciudad debía ser conquistada por los niños. "Mientras esperamos que las ciudades comprendan que el único espacio válido para el juego de los niños es el espacio público, el espacio de todos, y no el destinado a los niños, tendremos que referirnos a estos extraños espacios que, con el juego de los niños, honestamente tienen poco qué ver".
"Si hay niños jugando en las calles, aceras, plazas, la ciudad será más bella y segura, especialmente si los niños no van acompañados de adultos", concluye el experto en psicología infantil.