Parece imposible. Pero está sucediendo. China y sus 1.393 millones de habitantes están libres de Covid. El edén en plena segunda ola española para cualquiera con ganas de cine, teatro, bares, discotecas, salas de conciertos, cumpleaños, estadios, celebraciones familiares, parques de atracciones, colegios o universidades. Es decir, ese ansiado 'como antes', que soñamos desde marzo pero no acabamos de alcanzar. Hablamos con Sara Landesa (46), empresaria gallega que vive en China desde hace quince años, para que nos explique cómo es dejar de usar la mascarilla y empezar a besar a todo el mundo (si se quiere). "Yo no la uso desde hace un mes y aquí ya no hay virus desde hace seis", explica por Skype mientras manda fotos de la cena con más de veinte familiares en la que está.
Íbamos por la misma senda, pero nos hemos desviado. El pasado marzo, Landesa (con la experiencia que le daba ir dos meses por delante de nuestro país cuando apenas sabíamos nada de esto) ya nos explicó cómo iba a ser el día a día de nuestro confinamiento en 'Lo que está por venir', en abril cómo iba a ser 'El primer día' tras acabarlo y, a principios de junio, cómo respiraría el verano.
Tres entregas de una saga temporal tipo 'regreso al futuro' que ahora, en el cuarto capítulo, se desvía radicalmente: Europa y China tomaron al final de la primavera dos caminos muy diferentes. Mientras nosotros acelerábamos la desescalada con el chiringuito y la playa, China aplicaba control y más control a los últimos coletazos. Ahora ya no nos llevan dos meses de ventaja por el mismo camino, sino que nos hemos colocado en dos situaciones opuestas.
Landesa, que tiene una empresa de importación y exportación, nos habla desde Chengdu, hogar oficial del 80% de los pandas del país, situado a 1.150 km de Wuhan, más o menos la distancia que hay de su Galicia natal a Barcelona (cerca para las enormes distancias chinas), y sigue muy atenta nuestros avances. O más bien nuestro "caos", como ella prefiere llamarlo.
"Me inquieta muchísimo el sufrimiento de los españoles, sobre todo de los madrileños, que además ahora se han convertido en un arma arrojadiza entre diferentes administraciones: la falta de seriedad y de sensibilidad de los gobernantes es bochornosa. Menos mal que mi familia en Galicia está un poquito mejor. Les he enviado mascarillas, fundas, termómetros sin contacto y dispensador de jabón automático. Ahora mis padres tienen su propio protocolo anticovid, más exigente que el de los aeropuertos o los bares", explica.
El por qué de esta segunda ola en España ella (y casi cualquiera) lo tiene claro. "China eliminó el virus con el confinamiento, después hizo una desescalada lenta, por etapas para no perder el control, diferente en cada ciudad según su situación: mientras Wuhan seguía confinada, otras ciudades estaban ya a tope, con la economía al 100%, y no dejó entrar de nuevo el virus por las fronteras", explica.
Y sigue: "Han aplicado la lógica y todo ha sido pura táctica y estrategia brillantes. En España por el contrario las autoridades ya han dicho muchas veces que sí o sí vais a convivir con el virus. Yo prefiero el sistema chino y por tanto confinaría inmediatamente, no comprendo la filosofía que siguen las autoridades españolas. La indignación de los españoles se tendrá que convertir en resignación: supongo que pronto empezarán a hablar incluso de la tercera ola", predice.
Las medidas en el aeropuerto y estaciones de bus y tren son estrictas para que, si aparece un positivo, no se extienda. En los transportes dentro del país es obligatorio el uso de mascarilla (única excepción donde se usa) y la toma de temperatura. Si se trata de transporte internacional que llega desde el extranjero, el viajero debe guardar cuarentena obligatoria en un hotel tras hacerse la PCR. Es decir, "el virus no toca la calle", dice.
En esto China coincide con la mayor parte de los países, como Alemania, España es de los pocos países que no controla la entrada de coronavirus. Si aún así se da un positivo, enseguida se pone en marcha "un sistema de rastreadores implacable", que se ha reforzado desde el principio de la pandemia.
"Ha ocurrido esta semana en la ciudad de Qingdao. Cerraron la ciudad y se hicieron 9 millones de test PCR a todos los habitantes. Además quienes trabajaban con el positivo o vivían en el mismo edificio (no oficina y casa como se haría en España) tuvieron que guardar cuarentena obligatoria, también los amigos y personas que habían estado con la gente contagiada", explica. "Es decir, en 3-5 días saben exactamente quién está contagiado en una ciudad con más habitantes que Madrid". Le preguntamos por sus tics de seguridad y por el miedo en el día a día de esta nueva vida sin el virus:
¿Sigue el virus en la mente de los chinos o ya no?
-La gente que no tiene vínculos con el exterior no está ya pendiente: aquí ni hay segunda ola ni se la espera. El día a día es normal. Sin mascarillas. A la hora de viajar es cuando uno sí se acuerda porque hay que utilizarla en el transporte. Se puede viajar al extranjero pero evidentemente casi nadie lo hace.
¿Te costó dejar de usar la mascarilla?
-Cada uno ha tenido un ritmo. Mi pareja china ya hace meses que no la usa y a mí me costó tomar la decisión, solo hace un mes, porque leía los periódicos españoles y pensaba que con toda seguridad habría una segunda ola. Mi detonante fue una entrevista que hicieron a Zhong Nan Shan, el Fernando Simón chino, en la que afirmó el país estaba libre de virus, entonces entendí que la segunda ola no se produce por las características del virus sino por la gestión.
¿Han vuelto las comidas con familia y amigos?
-Sí, a tope. No se pudo celebrar el fin de año chino (la fiesta más importante del año, como la Navidad para los españoles) que este año el 25 de Enero (justo dos días después de que se decretara la emergencia sanitaria), así que ahora, como entre el 1 y el 8 de octubre son festivos por el día nacional y la fiesta de medio-otoño, mucha gente ha aprovechado para celebrar ese fin de año, reunirse en familia, comer y cenar juntos… Estos días he tenido cuatro comidas familiares y también a una boda que se suspendió en febrero.
¿La gente vuelve a abrazarse y a besarse?
-Aquí la gente no se abraza ni se besa para saludarse, tampoco se dan la mano, pero sí se nota que la gente ya no evita a otras personas. Por ejemplo, ya subimos al ascensor con extraños y sin mascarilla. Para mí este fue el primer shock. En mis primeros tímidos días sin utilizar la mascarilla, la llevaba conmigo y me la ponía solo para el ascensor o en el taxi.
¿Hay psicosis cuando alguien tose y tiene fiebre?
-Está absolutamente normalizado ya: vivimos sin virus desde hace muchos meses. Los casos de virus que hay en China son de gente que llega del extranjero y durante la cuarentena obligatoria se detecta: o sea que los casos sí existen pero el virus no llega a pisar la calle.
¿Cómo es vivir sin miedo?
-El miedo se pierde poco a poco, cada uno va a su ritmo. En mi caso ya te digo que fue un camino con una puerta al final: empiezas a hacer cosas que antes no hacías, a entrar en sitios donde hay mucha gente, subir al ascensor, ir a un pub, ir al cine, hasta que te quitas la mascarilla sin temor porque ya has asimilado que no hay peligro.
¿Se usa aún el carnet covid?
-Sí, piden que se muestre para entrar en hospitales, edificios públicos y hoteles.
¿Te sigues echando gel en las manos por si acaso?
-No. Ya no. Es mejor utilizar agua y jabón, el gel es para cuando no lo tienes a mano.
¿Qué tics has cogido nuevos?
-La mascarilla está en la entrada junto con las llaves y el móvil, la llevo aún conmigo, doblada en una funda, pero solo la uso si cojo transporte público o voy a un hospital. En los bancos toman la temperatura al entrar, y en algunas discotecas aún piden que te registres por si hubiera algo poder localizarte.
¿Los niños van al colegio normal?
-Sí, desde hace meses. La mascarilla no es obligatoria en clase ni en el autobús del colegio. Cada uno puede aplicar la norma que quiera, sé de algún centro que sí exige el uso en el aula pero no en clase de gimnasia. Otros exigen que los niños entren en el colegio con mascarilla puesta pero después no obligan a su uso en el interior. Muchas universidades han hecho PCR a todos los alumnos antes de empezar el curso.
¿Se va al cine y a los restaurantes y al teatro?
-Los cines fueron los últimos establecimientos en poder abrir, lo hicieron hace un par de meses. No es obligatorio el uso de mascarillas y ya no hay que dejar espacio libre entre asientos. Deportes, conciertos, ferias… ya no hay limitaciones en ningún evento.
¿Describirías el covid como una pesadilla de la que ya os habéis despertado?
-Cada uno ha vivido su propia experiencia, la mía afortunadamente no ha sido trágica, en mi entorno no ha habido virus, aquí siempre me he sentido protegida, en manos de profesionales, todo gestionado de forma impecable, la desescalada ha sido espectacular, diseñada y planificada hasta el mínimo detalle, y la protección del país tras la misma es sobresaliente. Mi pesadilla empezó a finales de febrero cuando no hacía más que pedir a mis padres que no saliesen de casa, que no fuesen a tomar el café con los amigos… los de aquí veíamos con claridad lo que estaba ocurriendo en España y cómo no estaban haciendo nada. Yo no daba crédito. Ahora aquí no hay virus y voy asumiendo que en España nada va a cambiar, así que sí voy tranquilizándome y despertando de la pesadilla.
¿Os han dicho algo ya de la famosa vacuna?
-Ya se nos está hablando de que a finales de año empezarán a vacunar a la población, somos muchos así que no sé cuándo me tocará… pero en cuanto haya suerte y me toque iré enseguida a ver a mis padres y hermanas y sobrinos a España. Es lo que más deseo ahora mismo.