Ha pasado un año, se dice pronto, desde que esta pesadilla comenzó. Doce meses desde ese primer caso que incluyó en nuestra vida la palabra coronavirus, pandemia, mascarilla, distancia social, inmunidad o vacuna. Desde ese momento hemos aprendido mucho y los cubre bocas, por ejemplo, ya forman parte de nuestro día a día. Varios países de la Unión Europea ya exigen las FFP2 en el transporte público, los supermercados y la administración pública, mientras, aquí, las mascarillas higiénicas siguen siendo las que recomienda Sanidad para las personas sin síntomas. Elijas una u otra, hay algunas costumbres que muchos siguen y que pone en riesgo la salud. Te contamos cuáles son las más comunes.
Llevar la mascarilla bien ajustada el rostro es clave para que sea efectiva, sin embargo, hacerlo mal puede poner en riesgo nuestra salud. Es común ver, en muchas personas, las cintas de la mascarilla en forma de X. Parece una buena idea, a priori, pero no lo es. Al hacer este gesto, se abren dos huecos laterales y eso hace que entre y salga una cantidad de aire enorme sin filtrar.
José-Luis Jiménez, científico de la Universidad de Colorado y uno de los mayores expertos a nivel mundial en aerosoles lo ha explicado en su cuenta de Twitter. "El ajuste es un problema muy gordo para el uso de las mascarillas para la población en general. Por huecos que nos parecen pequeños pasa la mitad de aire sin filtrar", explica.
La Junta de Andalucía ya se suma a esta recomendación y apunta, además, que, dado que el ajuste es tan importante, si las gomas son demasiado largas lo mejor es "hacer pequeños nudos al principio del elástico" y colocarla con este sin cruzar. Insiste en la importancia de buscar cubre bocas de la talla adecuada para que no se ponga en riesgo la salud del que lo lleva, ni de los demás.
Es tendencia. El miedo al contagio con la llegada de las nuevas variantes y la enorme incidencia de esta tercera ola ha hecho que llevar dos mascarillas, una encima de otra entre la población general. La lógica dice que, si pongo dos, filtrarán el doble, pero la ciencia lo desmiente. Al llevar una sobre otra, la presión que ejerce la de arriba sobre la de abajo puede provocar que esta se desajuste y haya fugas de aire.
Sin embargo, el catedrático Jiménez explica una combinación que sí puede resultar interesante. Usar una mascarilla quirúrgica desechable, que filtra bien pero no siempre se ajusta como debería, y poner encima una de tela grande que se cubra a la perfección la zona de la nariz.
Dependiendo del tipo de mascarilla que sea, existen varias tallas. En las higiénicas desechables, lo normal es encontrar dos de niños, una aproximadamente hasta los cuatro años y otra hasta los 12, momento a partir del cual, Sanidad recomienda que se pase a la de adultos, y la de estos. Sin embargo, si recurrimos a las higiénicas reutilizables homologadas, como pueden ser las de tela, la variedad es mayor. Además de las infantiles, es común poder elegir entre las tallas S, M y L en función de la morfología y tamaño del rostro.
Si este es el caso, es primordial leer bien las medidas y adquirir la que más se ajuste a la nuestra. Ya que, como hemos comentado anteriormente, si una mascarilla no se adhiere perfectamente, aproximadamente la mitad del aire que entra y sale se queda sin filtrar. Además, llevarla pequeña es exactamente igual de peligroso que si es demasiado grande, ya que la saliva la humedecerá y además se dificultará la respiración.
Lo hemos repetido mil veces. Por mucho que utilices una FFP2 en lugar de una higiénica o quirúrgica que recomiendan los fabricantes, cuatro si seguimos las pautas del Ministerio de Sanidad. Cada tipo de mascarilla tiene unas propiedades y tiempos específicos que son los que aseguran su efectividad, así como que la mascarilla se encuentre en perfectas condiciones. Más allá de las horas, hay que fijarse también en que no esté humedecida ni mojada porque el filtro también se deteriora en esta situación.
En el caso de las mascarillas reutilizables, pierden toda su efectividad si no se lavan después de su uso y suelen tener un número máximo, por lo que si no se respetan las indicaciones habrá un momento en el que no sirvan para nada, simplemente tengan un efecto placebo y creen una falsa sensación de seguridad al que la lleva puesta.
Aunque son dos cosas más que evidentes, son en las que más fallamos. La correcta higienización de las manos antes de manipular la mascarilla es fundamental. Son un vehículo transmisor muy sencillo para las bacterias y virus, ya que se encuentran en contacto directo con superficies que podrían estar infectadas. Siempre que se pueda, es mejor lavarlas con jabón y agua antes que utilizar gel hidroalcohólico. Recordamos que la manipulación debe hacerse siempre a través de las gomas y jamás tocar la parte de material filtrante.
En cuanto a la forma en la que guardarla, llevarla colgada en el codo, en la muñeca, dejarla sobre la mesa o meterla directamente en el bolso o bolsillo hará que su eficacia se desplome de golpe. Esto se debe a que es más que probable que la mascarilla se contamine al estar en contacto con el ambiente o cualquier superficie. Por ello, te pedimos encarecidamente que utilices una funda o cualquier almacenamiento correcto para que la mascarilla conserve sus propiedades.